Entre muchos otros oficios que existen en el campo, Maximiliano Ponce se ha venido especializando en ser tolvero. Su trabajo consiste en colocar la tolva al costado de la máquina cosechadora cuando esta necesita descargar, para que el trabajo no se detenga. A lo lejos parece difícil, pero él asegura que no lo es tanto y que todo depende de ganar práctica. “Por ahí se complica más hacer soja dado que los cabezales de las maquinas son mas grandes y quizás corres riesgo de chocarte descargando, pero le agarrás la mano”, cuenta en Bichos de Campo.
Más allá de que admite que la maquina cosechadora es la “diva” en la historia, no reniega de la labor que aprendió de adolescente junto a la familia Ronzitti, contratistas con los que trabaja desde los 17 años en Curarú, dentro del partido bonaerense de Carlos Tejedor. “Si bien puedo andar en la maquina todos los días un ratito mi trabajo está con la tolva. Me acuerdo de estar terminando el secundario y de tratar de llegar a poder hacer el trigo para cubrir mis gastos propios y vacaciones”, relata.
Mirá la entrevista completa a Maximiliano Ponce:
La tolva que maneja almacena aproximadamente unos 7 mil kilos. “Mi trabajo consiste en descargar la maquina cada vez que se llene y de ahí transportar los granos al camión o a los bolsones que estemos haciendo. Ahora por ejemplo estamos haciendo maíz y al estar bastante bueno, la tolva se llena rápido”, comenta.
Según Ponce, la idea es que la maquina cosechadora pare lo menos posible y que siempre se aproveche al 100% las horas que el clima permita avanzar con la trilla. “En el caso del maíz cosechamos todo el día, no hay horarios. Si nos acompaña el tiempo y la maquina anda bien arrancamos bien temprano por la mañana y terminamos a la 1 o a las 2 de la madrugada”, indica.
Ponce no sólo se encarga de la tolva. Como en toda labor de cosecha, el trabajo no es individual sino colectivo, y por ende se ocupa de otras tareas como la de preparar la comida para que no deba parar a hacerlo el conductor de la cosechadora, o bien hacerle relevo a esa persona. “Esto es un trabajo de compañerismo. Son dos meses del año que convivimos, no somos de los mismos pueblos pero la idea es llevarse bien porque vivimos en la misma casilla”, manifiesta.
Sin embargo, no es un martirio convivir en un espacio pequeño con otra persona durante la cosecha dado que la mayor parte del tiempo están trabajando y entrada la tarde solo queda espacio para una buena charla y descanso. “Nos charlamos la vida. Acá ya estamos acostumbrados y además, casi todo el resto del día estamos trabajando”, precisa.
El oficio de tolvero, al igual que el de cosechador es un trabajo muy golondrina y de acuerdo al joven, “vamos para un campo, luego para el otro, en el medio conocemos mucha gente. En Curarú tengo un negocio propio, luego alterno con mi trabajo en el campo. Y cuando llega la cosecha, hay que organizarse de algún modo para venir a hacerla”.
¿Repara la sociedad en su trabajo? “Al venir de un pueblo no conozco mucho la gran ciudad pero supongo que la gente lo pasa por alto. No debe conocer lo que hacemos y está bien que tampoco lo sepa porque acá en el campo es otra vida y otra cultura”, responde.