Sergio Salas nació y se crio en la capital cordobesa. “Con la pandilla de mis amiguitos del barrio íbamos a pescar mojarritas y bagres a una acequia cercana a mi casa. Todo lo que yo pescaba lo metía al aljibe de la casa de mis abuelos y ahí se reproducían. Así me inicié en la piscicultura, a mis nueve años”, recuerda.
Y completa la anécdota: “Después tuve la dicha de que mi padre fuera un aficionado pescador y me llevó a pescar pejerreyes. Luego, truchas, en San Clemente, Córdoba, y nunca más me olvidé de ellas”.
Cuando Sergio tuvo que decidir su profesión, descubrió que había una carrera en Bariloche sobre la actividad que a él le apasionó desde chico: la cría de peces. En la Universidad del Comahue se recibió a los tres años como “técnico en piscicultura”. Su primer trabajo fue en una pesquera, en el Lago Buenos Aires, en Los Antiguos, Santa Cruz. Luego regresó a asesorar a otros emprendimientos en su provincia natal.
Sergio se puso a explicarnos cómo llegó a tener su propio emprendimiento, en Córdoba. Resulta que a fines de la década del `60 el gobierno provincial otorgó en concesión a la “Asociación de Pescadores Aficionados (APA) La Viña” un terreno al lado del Dique Nivelador del río Los Sauces, que atraviesa el valle de Traslasierra.
El presidente del club de pesca era don Clemente Suau, quien falleció el año pasado, al que Sergio reconoce como su padre en la profesión. En la charla con Bichos de Campo, acaba de darse cuenta de que curiosamente su mentor se llamó igual que el lugar donde Sergio, en su infancia, pescó su primera trucha.
Mirá la entrevista con Sergio Salas:
Viendo las condiciones del imponente lugar ubicado al pie del dique, a don Suau se le ocurrió crear una estación de piscicultura para criar y sembrar truchas. Recibió la habilitación, la construyó “a pulmón” y dirigió el emprendimiento de donde salieron las truchas para toda la provincia y todo el norte argentino durante muchos años, tanto para consumo como para siembra de alevinos. Pasaron los años y en la década de 1990 la provincia autorizó al club de pesca a dar sub-concesiones a particulares para que realizaran explotaciones comerciales en piscicultura.
Sergio comenzó a asesorar a varios de esos concesionarios hasta que en octubre del año 2006 consiguió la habilitación pertinente para fundar ahí mismo su propio emprendimiento de piscicultura al que llamó “Truchas Boca del Río”. Aprovechó unas instalaciones que se encontraban muy deterioradas, como las piletas y la sala de incubación. Fue construyendo la sala de faena, el depósito de alimentos, renovó el sistema de cañerías y el canal para abastecer de agua a todo el criadero, con un sistema de tratamiento de las mismas, y mucho más.
Arrancó con un lotecito de peces importados a prueba de ensayo y error hasta lograr desarrollar una trucha “con acento cordobés”, refiriéndose a que logró una selección muy particular, una genética propia.
Si fuera un ganadero, haría el ciclo completo, pues produce truchas “desde el huevo hasta el producto final, envasado”, detalla. Sostiene que le preocupa más la calidad que la cantidad y por eso remarca que su criadero es artesanal.
Sergio ha ido seleccionando truchas que se adaptaran al clima de Traslasierras. Son las que quedan como reproductoras. Con este trabajo de selección, ha venido ganando tiempo de crecimiento hasta la madurez comercial. De todos modos, lleva más de un año todo el proceso.
En medio, las va alimentando por tamaño y por edades. Explica que como la trucha es carnívora, se la alimenta con proteínas de origen animal, en un mix de harina de pescado de alta calidad, aceite de pescado y cereales.
Sergio faena los peces a partir de los 400 gramos. Requieren una atención permanente porque su explotación es intensiva, es decir, con una alta densidad de animales por metro cuadrado.
El piscicultor, que hoy posee el mayor establecimiento productor de truchas de su provincia, en circunstancias normales logra unos 8000 kilos anuales, con unas 28.000 truchas faenadas por temporada. Sin embargo, él lo rotula de “microemprendimento regional” porque lo manejan sólo entre dos personas. Desde su página de Facebook ofrece además su servicio de asistencia técnica.
Desde allí abastecen a todos los negocios gastronómicos de la región, que es eminentemente turística. Por eso, cada temporada los supera la demanda. Además, varias universidades realizan sus prácticas en el criadero y Salas colabora en investigaciones científicas con la Universidad de Río Cuarto. Con ese grupo de estudios obtuvieron en 2014 el primer premio en un congreso internacional de veterinaria.
Al exclusivo lugar también concurren agrupaciones de pescadores para conocer la cría artificial de truchas en cautiverio y recibe muchas visitas de alumnos de colegios. Es que el establecimiento está abierto todo el día, todos los días del año, con entrada libre y gratuita.
La acuicultura tiene mucho potencial, según Sergio, y dice que su mayor traccionamiento es llevado a adelante por los emprendedores privados, ya que a nivel gubernamental -pese a la existencia de una ley de promoción- recién se están dando los primeros pasos. A modo de ejemplo, Sergio señala con beneplácito que varios criaderos de peces de aguas cálidas que se han instalado en Formosa y en Misiones, sobre todo para criar el pacú.
Sergio reconoce que pudo concretar aquel sueño que se inició cuando pescaba mojarritas en la infancia gracias a la valiosa y permanente ayuda de su esposa y de sus hijos. Confesó: “Mi viejo murió cuando yo tenía doce años. He concretado este sueño, fruto de la vocación que él sembró en mi corazón, pero además siento a esta obra como un homenaje a su memoria”.