Miguel Terraza (64) nació en el paraje El Divisadero, a 6 kilómetros de Cafayate y a 1850 metros de altitud, desde donde puede contemplar los Valles Calchaquíes. Recuerda que cuando tenía 12 años, ya ayudaba a su abuelo a hacer vino para el consumo familiar, y supone que de ahí será que hoy le vienen las ganas de hacer vinos bien artesanales.
Su padre era jornalero de la prestigiosa bodega de Don Arnaldo Etchart y cuando Miguel llegó a ser mayor de edad, comenzó a ser trabajador “golondrina”, ayudando a su padre en el trabajo de las viñas. “Él era un experto en conducir las plantas, hacer los injertos y desbrotes, y yo lo ayudaba en las podas y en el riego. Los hijos de Don Arnaldo, Arnaldito, Pablo y Marcos, eran chiquitos y jugaban entre las vides. Mi padre siempre me decía que nuestro lugar donde vivíamos, El Divisadero, era una zona ideal para hacer vino”, cuenta Miguel.
Miguel se casó con Patricia Suárez y tuvo dos hijos, Daniel y María Fernanda, por lo que tuvo que bajar a vivir al valle, a la ciudad de Cafayate, para que estos fueran a la escuela. Es el día de hoy, que debe alternar su vida entre ambos lugares. “Tengo mi casita en ambos lados”, dice.
Cuando cumplió 19 años ingresó a trabajar de modo efectivo en la bodega Etchart, pero ya con la clara intención de aprender todas las etapas y oficios que conlleva producir una viña y llegar a hacer vino de modo profesional, porque con su abuelo había aprendido a hacer un vino casero, muy rústico. “El enólogo de Etchart en aquel tiempo era Jorge Riccitelli, y en 1990 compró la bodega el Grupo Pernod Ricard. Aprendí a cuidar el vino, el cual debe mantenerse en un lugar muy higiénico, por ejemplo, para que luego pueda mantener su calidad por más tiempo”, recuerda. Miguel sigue trabajando en la bodega, donde ya lleva 43 años, y actualmente se desempeña en el área de fraccionamiento.
Para llegar a su casa desde Cafayate hay que dirigirse hacia el río Colorado y hacer 5 kilómetros. Sobre la mano izquierda, antes de llegar al río, hay un letrero que indica “Red de Turismo Campesino”. Se dobla hacia la izquierda y luego de recorrer 900 metros ya se ha arribado a la viña. Cuando crece el río en verano, sólo se cruza de a pie por una pasarela.
Miguel nos cuenta de sus comienzos: “Mi abuelo tenía su viñedo familiar en los años ’70, pero luego murió y todo se perdió. En 1998 decidí recuperar esa tradición familiar y comencé con los primeros plantines de malbec y luego, de torrontés, separados a un metro y medio de distancia, y en hileras dispuestas de norte a sur, para aprovechar la luz del sol. En 2004 elaboré mi propio vino y le puse como marca el nombre de mi padre, ‘Solín Terraza’. Él falleció en 2008, de modo que alcanzó a verlo y degustarlo. Produzco 2000 litros de vino malbec por año y 1000 de torrontés. Hace 6 años, planté syrah y cabernet sauvignon, y ya estoy por hacer vino. De éstos pretendo elaborar una bordalesa de cada cepa, es decir, 215 litros, que es su capacidad”.
Continúa: “Entre mi casa y mi terreno tengo menos de 1 hectárea. Hice una bodeguita familiar. Con el tiempo empecé a comprar uva criolla negra a mis vecinos, con la que elaboro mistela. Mucha gente cree que es un vino, pero no. Es un licor, ya que la uva no fermenta como el vino, sino que a un 80% de jugo de uva se le agrega 20% de alcohol vínico. El alcohol impide que fermente y se haga vino. Elaboro unos 1000 litros por año”.
Señala con orgullo, Miguel: “Mis vinos son orgánicos por naturaleza, porque en la montaña no hay contaminación alguna. El agua es dulce y nos baja del cerro Las Mesadas o, como otros lo llaman, Chorro Blanco. En cambio a Angastaco el agua le llega un poco salada. El viñedo está rodeado de cerros y cardones”.
También cuenta de sus vinos que “son artesanales, sin filtrar, por lo que quedan con algo de borra, muy poquita. Los desborro por desnivel. Lo coloco a 2 metros de altura, en tachos de acero inoxidable y la borra sedimenta en el fondo. Extraigo el vino con una manguera desde la parte superior y lo traspaso a otro tacho de más abajo. Lo repito 5 a 6 veces hasta que queda casi sin borra. En los tanques, el vino permanece 4 meses. Luego, lo paso a las bordalesas o barricas de roble americano, donde lo estaciono unos 5 a 6 meses como mínimo. Si lo guardo más tiempo, mejora su calidad y se torna más rico”.
Y aclara: “Los tintos fermentan con las cáscaras del grano -o la piel de las uvas- porque necesitan dar el color de las uvas. Los blancos fermentan sin la cáscara porque no necesitan tomar color, como el torrontés, que cuanto más joven se lo toma, es más rico, porque si no, pierde los aromas. En total, de los 3 vinos, envaso unas 2600 botellas por año”.
Cuenta que la ayuda del Estado les cambió la vida: “Fue gracias a la Secretaría de Desarrollo Social, la de Medio Ambiente y la Secretaría de Agricultura Familiar. El Ingeniero Ramiro Ragno nos propuso crear una cooperativa que llamamos “Red de Turismo Campesino”. Así lo hicimos y la integran unas 50 familias de 12 comunidades ubicadas en parajes que unos de otros distan entre 20 y 50 kilómetros, desde Cafayate hasta Santa Rosa, y hasta casi llegar a Angastaco. La oficina principal está en San Carlos y en ella se venden mis vinos”.
“Nos organizamos para brindar, unos, servicio de hospedaje, otros, cabalgatas, otros, venta de artesanías en lana, o arcilla, o quesos. Yo, como elaborador artesanal de vino casero y otros que se van sumando. Nos ayudaron con infraestructura, por ejemplo, a mí, con los tanques de acero inoxidable, una moledora y despalilladora, que nunca hubiese podido comprar”, amplía.
Su primo, Enrique Terraza, vive a unos 100 metros más abajo de su casa. Tiene 70 años, pero no pierde las ganas de trabajar. Con su señora y sus hijos armó un hospedaje con servicio de comidas, como empanadas, tamales, humitas, carbonada, cabrito al horno, quesillo con dulce de cayote y demás. “Cuando me ausento de mi bodega, él me atiende a las visitas que llegan. Tenemos turismo todo el año, pero más en verano. Nos visitan europeos, de América del Norte y pasaron 3 italianos a los que les encantó nuestro malbec”, señala Miguel, sonriente.
Miguel culmina: “Nuestro malbec obtuvo el premio Medalla de Oro 2010 en San Juan, Medalla de Plata 2018 en Lavalle, Mendoza, y Racimo de Oro 2019 en Lavalle, Mendoza. Mi hijo trabaja en una bodega y mi hija se dedica a gestionar trámites administrativos para varias bodegas. Él me ha dado un nieto, y ella, una nieta. Ansío que ellos continúen con este hermoso proyecto familiar, al que yo este año me dedicaré de lleno, luego de jubilarme. Mi señora es ama de casa, me ayuda con las vides y se ocupa de que todo esté lindo para recibir gente”.
“Unos turistas cordobeses muy macanudos, nos colocaron internet. Gracias a ellos pude atender a Bichos de Campo para que me hicieran esta nota. Estoy con ganas de comprar un filtro de placas, para no desborrar más el vino por desnivel. Poco a poco iremos mejorando”.
Miguel Terraza nos quiso dedicar la zamba “El Anacleto del viento”, del salteño Litín Ovejero, por Los Changos.
https://www.youtube.com/watch?v=aylelH7QooQ
Felicidades Un ejemplo de meritocracia, que opina el imbécil de presidente que tiene la Argrntina.
mi agradecimiento a BICHOS DE CAMPO, por la nota que le hicieron a la gente de El Divisadero-Cafayate-Salta, por esos emprendimientos de ‘Red de Turismo Campesino’, y por los desarrollos cooperativos.
Felicitaciones Miguel, hermosa actividad familiar la q has logrado. Te conoci como compañero de trabajo en Etchart, hace muchos años y nunca imagine esta otra faceta tuya. Nuevamente felicitaciones y Exitos y un futuro venturoso p vos y flia.
Abrazo