La agricultura sin suelo, ya sea hidroponia o sobre sustrato, ha crecido geométricamente en el país en los últimos años. “Actualmente, hay producciones de este tipo en todas las provincias y, no sólo en áreas tradicionales de producción sino que hay un crecimiento masivo en áreas urbanas”, afirmó Analia Puerta, coordinadora del Proyecto “Tierra Sana”, que lleva adelante el INTA junto a ONUDI (Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial).
El cultivo en sustrato e hidroponía consiste en la producción de vegetales sin la utilización del suelo. Cuando las raíces se desarrollan en el agua se denomina “hidroponía” y, cuando lo hacen en un medio sólido, diferente del suelo, “cultivo en sustrato”, utilizándose gran diversidad de sustratos o mezclas.
Lamentablemente todavía la Argentina no dispone de una medición acabada del tamaño y la ubicación de todos estos emprendimientos. Según datos de 2015, sí se conoce que la superficie mundial de cultivos bajo este sistema de producción alcanza las 40 mil hectáreas, aunque esta cifra debe haber crecido mucho en el último quinquenio.
Holanda era, para entonces, el país con mayor superficie cubierta, con 5 mil hectáreas; seguida por España con 2.500; Bélgica y el Reino Unido con 2 mil; Japón y China con 1.500; Francia con 1.000; Israel con 750; Canadá con 500 y Estados Unidos con 250 hectáreas.
“En la Argentina, el sistema comenzó a implementarse hace más de 20 años en el sector ornamental, y creció considerablemente en los últimos 5 años, extendiéndose a otros sectores como el hortícola, citrícola y hasta para la producción de forraje verde”, subrayó la especialista.
Actualmente, las producciones de mayor relevancia en el sistema hidropónico corresponden a hortalizas de hoja, como lechuga, rúcula y acelga, mientras que en el sistema en sustrato se destaca el cultivo de tomate, frutilla y, en menor medida, el pimiento.
Como sea, producir sin tierra “se ha consolidado como una tecnología de reconocida eficiencia y de masiva implementación en países desarrollados y altamente tecnificados”, definió el INTA. En ese sentido, destacó que “con este sistema el productor se independiza de la calidad del suelo y cuando la producción se realiza bajo cubierta, se pueden modificar las condiciones ambientales, especialmente la temperatura, intensidad de la luz y la humedad del ambiente”.
Según Puerta, que tiene a su cargo diversas iniciativas para el cuidado de los suelos, en la Argentina ahora “hay producciones comerciales y de autoconsumo desde el norte hasta el sur del país, incluso experiencias promisorias para el abastecimiento en la Antártida”
El sistema se impone no solo por el estado de degradación de muchos suelos, y el alto costo de acceder a la tierra, sino porque además “se comprobó que con la hidroponía se incrementa entre un 30 y un 50% la productividad y rentabilidad, debido a la mayor eficiencia en el aprovechamiento de la superficie y de los recursos naturales”, informó Puerta, que también destacó que el sistema “reduce el uso de agroquímicos”.
Además, destacó la coordinadora, “se incrementa el bienestar de los trabajadores, ya que mejora la ergonomía de todas las operaciones, especialmente las de cosecha y se expanden las fronteras de las regiones productivas, posibilitando la producción en zonas no aptas para el cultivo, ya sea por problemas sanitarios o por el alto valor inmobiliario de la superficie”.
Otro de los beneficios que tienen estas técnicas consiste en permitir el acceso a vegetales frescos en situaciones específicas, como en sitios donde el suelo no es apto para la producción, o directamente donde no hay suelo, como en patios, terrazas, rellenos, contribuyendo adicionalmente al fomento de circuitos cortos de producción y comercialización de vegetales.