Desde hace varios años el ingeniero agrónomo Marcelo Arriola viene trabajando en el sistema de chacras de la Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid), en la provincia de Buenos Aires, donde ensayó múltiples variantes al esquema agrícola convencional frente a la degradación que están registrando muchos suelos del territorio. El éxito de la experiencia, derivado en parte por el desarrollo de nuevos modelos, ha llevado a la organización a delinear una segunda edición de del sistema que comenzará pronto.
“Lo que aprendimos es que mucho de lo que pasa debajo de nuestro suelo es parte de lo que le hacemos al mismo. Nosotros podemos modificar el bioma del suelo de acuerdo a nuestra rotación de cultivos, a los tiempos de ocupación y a la diversidad. Eso es importante porque muchas veces anualizamos los resultados de la agricultura con un margen bruto anual y nos olvidamos que hicimos algo en el suelo”, dijo Arriola a Bichos de Campo.
En ese sentido, el agrónomo agregó que “pudimos aprender también que a medida que aumentábamos los tiempos de ocupación y diversificamos, alimentábamos mas ‘bichitos’ y ellos ‘juegan’ para nosotros, porque terminan reagregando el suelo. Eso es sumamente importante en esta idea de romper con esos ‘genes’ que todavía nos quedan de los sistemas convencionales”.
Mirá la nota completa acá:
Otro de los aprendizajes que continuará desarrollándose en el marco de la segunda edición del sistema de chacras será el trabajo con las malezas y la disminución en la aplicación de herbicidas.
“Nos dejó contentos el saber que podemos bajar la cantidad de unidades toxicológicas y la cantidad de aplicaciones cuando le ponemos un poco de ‘cabeza’. Pudimos bajar un 50% de unidades toxicológicas y un 34% las aplicaciones, aunque nos quedó el sabor amargo de que no sabíamos (en la primera edición del programa) usar el rolo, pero hoy ya sabemos usarlo; sabemos además algunas alelopatías de algunos cultivos de servicio que pueden trabajar fuertemente sobre algunas malezas”, explicó el Arriola.
Uno de los ensayos tuvo precisamente que ver con la puesta a prueba de cultivos de servicio (o de cobertura) que compitan por sombra, agua y luz con las malezas, evitando que ellas expresen todo su potencial.
“Si ese cultivo de servicio lo nutro y le doy la posibilidad de rolarlo para cambiarle la fisonomía, puedo generar un gran colchón homogéneo que haga que las malezas se compliquen en salir. Las malezas que son chicas van a nacer, pero como tienen un colchón grande, se quedarán sin energía y se terminan muriendo”, indicó el especialista.
Y remarcó finalmente que “las malezas son oportunistas: si hacemos siempre lo mismo y aplicamos los mismos productos, ejercemos una presión de selección muy grande sobre esa maleza y decimos después que la maleza rompió resistencia. En realidad nosotros nos tenemos que hacer cargo del problema, nosotros seleccionamos a esas malezas resistentes”.