El sector frutícola argentino tiene un problema estructural: en materia de rendimientos genera un 20% menos de fruta que el resto de los países del hemisferio sur, pues está metido en un círculo vicioso de baja inversión, baja calidad y por consiguiente bajo retorno económico. Esto a su vez provoca la desaparición de productores y el abandono de fincas y chacras en diversas regiones. Bichos de Campo habló con Miguel Ángel Giacinti, consultor en comercio internacional especializado en mercados frutihortícolas, para saber si es posible corregir el rumbo.
“La Argentina tiene un déficit de consumo de frutas y vegetales que supera el 50%. No se consumen los 400 gramos indicados por día sino 129. Incluso la Asociación de Nutricionistas, en base a la realidad económica de Argentina, recomienza consumir 700 gramos por día: 300 de fruta y 400 de vegetales”, explicó Giacinti.
Ahora bien, si se mira la última encuesta de factores de riesgo en el país, realizada por el INDEC en 2018, el 20% de lo que se gasta en salud pública –es decir 10 mil millones de dólares por año- está originado en este déficit de consumo saludable de frutas y verduras. Se gasta mucho atendiendo enfermedades que podrían haberse prevenido con una buena alimentación de las poblaciones.
“Si resuelvo el problema de la fruticultura en Argentina voy a ahorrar 10 mil millones de dólares por año, frente a un país con déficit que cobra más dinero para saldar ese déficit”, aseguró el especialistra, uniendo las dos puntas de un mismo problema.
Mirá la entrevista completa con Miguel Ángel Giacinti:
En este sentido, parece incorrecto enfocar el problema de la fruticultura como uno relacionado únicamente a las economías regionales, cuando involucra también a las erogaciones del Estado en salud. Si se tiene en cuenta que un mayor consumo de frutas y verduras es fundamental para la salud humana, el problema ya no es únicamente menester de la dirigencia pública sino también de la privada. Y no es un problema de índole solo económico y productivo, sino también social y de salud.
Giacinti también brindó otras conclusiones que se desprendieron de un estudio realizado junto a los colegas Alfredo Palmieri y Jorge Thefs, y presentado en el Congreso de Economía Agraria, y que indican que el bajo consumo de fruta en el país se debe a dos razones: a que la baja calidad del producto no aumenta el interés del consumidor, y a que el 40% de los argentinos cree que consumir solo dos porciones por día es suficiente.
“Hay dos factores: el problema de la calidad y la ignorancia del impacto de consumir poco. Si uno pensara en resolver el problema estructural debería estar pensando en un sistema que le dé prioridad a la sostenibilidad de la fruticultura en base a calidad. Si yo genero producción de baja calidad el consumidor no me la va a comprar”, afirmó el consultor.
Un ejemplo de esto es el de la manzana y la banana. Por cada kilo de manzana que sale del sistema, porque el productor no obtiene rentabilidad, ingresa al mercado interno un kilo de banana proveniente de otros países. Según indicó Giacinti, en 20 años se perdieron 100 millones de kilos de manzana del Valle en el mercado interno, pero ingresaron 100 millones de kilos de banana de importación.
Frente a esto la mala calidad de la fruta, que desalienta el consumo y por ende los problemas de salud, también afecta a los índices de importación y produce pérdidas en las arcas del Estado.
¿Hay solución? Los trabajos de Giacinti indican que si y que no son a largo plazo como muchos creen. “No hablamos de cambiar la estructura varietal del Valle que te lleva diez años. Estamos hablando del concepto de calidad que es anual y sí tenés rédito en el corto plazo”, explicó.
-¿Hubo reacción luego de tus estudios?
-Estamos haciendo un cambio de paradigma y eso siempre trae resistencias. Están los que no quieren admitir que no son inteligentes para administrar y resolver, y por eso terminan cobrando más impuestos; y está el que se enfoca en si eso le va a dar rédito o no en el corto plazo. En el sector privado hay dos elementos: quienes creen que mantener la estructura es a través de subsidios, y se pierde de vista que el objetivo es mejorar la calidad para bajar el déficit. Y también están aquellos que se sienten cómodos porque su status quo les permite tener un resultado dentro de este desequilibrio disfuncional. Acá hay una complicidad entre la dirigencia de sector privado y sector publico.