La soja es una fiesta en EE.UU., en Brasil, en Uruguay y en Paraguay. Pero no en la Argentina, donde el precio de la oleaginosa está triturado por impuestos, intervenciones cambiarias y un estado de anomia institucional alarmante.
Los analistas de mercado de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) se tomaron el trabajo de graficar la evolución de la soja Rosario, tanto en el disponible como en el contrato Mayo 2021 del Matba Rofex, para compararlo con la posición Marzo 2021 del estadounidense CME Group.
Se puede apreciar claramente que, más allá del descuento generado por el derecho de exportación, la soja argentina venía “copiando” bastante bien la dinámica de su par estadounidense hasta el mes de noviembre de 2020.
Pero a partir del mes de diciembre, con la paralización de los embarques generados por un conflicto sindical múltiple –aceiteros, recibidores de granos, estibadores y patrones fluviales y marítimos–, la demanda de soja se retrajo y los precios locales de la oleaginosa comenzaron a perder posiciones frente al empuje mostrado en el mercado internacional.
El mes de enero pasado no fue menos complicado, porque una serie de bloqueos viales promovidos por transportistas autoconvocados también interrumpieron la dinámica comercial y los embarques programados de soja. Mientras tanto, en el mundo el poroto “volaba” gracias a una demanda inédita por parte de China.
En febrero seguramente llegaría la calma para comenzar a recomponer dos meses de embarques prácticamente perdidos. Pero no. El gobierno obligó a la industria aceitera a implementar un fideicomiso, financiado con aportes del sector agroindustrial, destinado a subsidiar el precio mayorista de los aceites refinados comercializados en el mercado interno. Se trata, supuestamente, de un aporte “voluntario” del sector aceitero argentino, aunque en los hechos es una intervención indirecta del gobierno en el mercado oleaginoso.
Adicionalmente, por si faltaba algo más para potenciar el nerviosismo presente en el sector agroindustrial, el propio presidente Alberto Fernández amenazó públicamente con subir las retenciones e implementar cupos de exportación para productos agroindustriales.
Así el valor nominal de la soja quedó bien “planchadito”, muy lejos de la furia alcista presente en el resto del mundo y en un momento del año en el cual, paradójicamente, deberían registrarse los mayores “premios” de precios en el mercado de la oleaginosa antes del ingreso de la nueva cosecha.
Pero el precio de la soja en dólares que aparece en las “pantallas” es “testimonial”, porque los productores cobran en pesos convertidos al tipo de cambio comprador BNA (también intervenido por el gobierno), lo que implica que el precio “figurativo” actual de 329 u$s/tonelada en realidad es del orden de 220 u$s/tonelada. Es decir: menos de la mitad de lo que reciben los productores del resto de los países del Mercosur en los cuales rige la economía de mercado.
Semejante “planchazo” no es gratis, porque hace que la Argentina no pueda ganar ni siquiera en el único deporte en el cual puede competir, al restringir la posibilidad de que el cultivo de soja pueda consolidarse en las zonas extra pampeanas para promover el desarrollo social de esas regiones del país.