Esta entrevista a Luciano Arata, un productor promedio de Lobos, que hace algo de agricultura y algo de ganadería, que tiene un poco de campo propio pero además debe sembrar en campos alquilados para tener escala, que además tiene maquinaria con la que presta servicios a terceros, y que en definitiva se la pasa laburando para sobrevivir, creemos que es una buena síntesis de los sentimientos que tienen actualmente la mayor parte de los productores argentinos, que están terminando una campaña con números muy ajustados -y pérdidas en muchos casos-, frente al desinterés eterno de la clase política ante estas circunstancias.
Recomendamos escuchar con atención a Luciano, que se desarropó de poses para decirnos realmente lo que piensa:
Arata, como dijimos, es nacido y criado en la zona de Lobos, a unos 120 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. “Soy productor. Hago un poco de todo. Hago ganadería, agricultura y soy contratista rural, porque presto servicios con un parque de maquinaria que tengo”, se presenta. Su campo propio es chico. La mayor parte de su producción la realiza bajo arrendamientos.
Le preguntamos como se siente en esta campaña donde “está todo muy justito”.
“Yo te diría que ni siquiera justito está. La soja hoy estamos trabajando a pérdida en campo alquilado”, nos replica.
La rebaja temporal de retenciones al poroto (que antes dejaba 33% de su valor a manos del Estado y ahora le descuentan 26%, pero solo hasta el 30 de junio porque Milei anunció que volverán a subir) no parece haber servido para cambiar esta ecuación. “No cambió nada. No cambió nada porque aún con con con la baja temporal de las retenciones, los stock mundiales están muy firmes y el precio de la soja no se mueve. Está todo muy volátil, muy raro. Y así es muy difícil planificar o tratar de hacer una proyección. No te digo a largo plazo, a seis meses…”
-¿Tenés idea que vas a hacer con el trigo?- le preguntamos. Es la próxima decisión a tomar: se debería empezar a sembrar en pocas semanas.
-No, eh, Digamos, cuando sos un productor chico, chico barra mediano, y vivís de esto exclusivamente, no hay muchas opciones. Tenés que vivir, tenés que mantener la gente.
-Esto es algo que no se entiende muchas veces en las ciudades. Uno no puede parar la bicicleta y bajarse.
-No. Y si así pudiera, si uno pudiese elegir el momento óptimo para vender la producción… La palabra especulación no es una mala palabra. Uno se pasa todo el año trabajando, rezando para que llueva o deje de llover, para que haya buenos precios, y cuando llega el momento de la comercialización… Hay que esperar un buen momento, porque si no todo el trabajo previo no sirve de nada.
-Por eso te debe enojar un poquito cuando los economistas en Buenos Aires dicen que liquides rápido.
-Me enoja mucho, pero no solamente de los economistas sino de los funcionarios públicos.
-Los funcionarios deberían ser los primeros en recomendarle a los productores que se paren sobre su cosecha para defender su precio.
-Exactamente. Que sean inteligentes. Ser un buen productor no es solamente saber sembrar, saber controlar malezas, insectos. También es saber comercializar. Hay que ser inteligentes. Es verdad que a veces a los productores nos gusta más la parte productiva que la parte comercial o financiera, Pero es cuando llega el momento de decir “listo, logré el objetivo que es llegar a la cosecha en tiempo y forma”. Ahí hay que ser muy inteligente y hay que ser muy profesionales.
Luciano hace una pausa y va tomando valor para expresar su pensamiento vivo y desembarazarse de “algo que me enoja mucho de los de los funcionarios actuales y pasados”.
Arranca: “Estamos en un país soja-dependiente. Desgraciadamente dependemos mucho del agro porque es fuente genuina de ingreso de dólares, y bla bla bla bla. Pero me falta. Me llama la atención el desconocimiento que hay de los funcionarios sobre la ruralidad, sobre la vida productiva, sobre la vida en el interior del país, sobre las consecuencias de una buena o mala cosecha en Armstrong o en Las Flores o en Lobos. Donde se te ocurra. No conocen la incidencia de una buena cosecha, no en los actores principales, sino en el pueblo. En la vida”.
-¿Se nota mucho cuando hay una mala cosecha?
-Exactamente, exactamente. A eso voy. Se nota en el gomero, en el señor que tiene un almacén, en el que nos provee de todos los insumos para poder trabajar, en el que me vende el gasoil. Es una cadena. Es como que no la valoramos. Los argentinos tiene un desconocimiento, que a mí me asusta y me preocupa, sobre la importancia de la vida de la agricultura, de la ganadería, del desarrollo del interior.
Arata define que, en este contexto de apatía, “es muy difícil tentar a nuestros empleados o a la gente para que se quede. O sea, suena muy lindo decir el arraigo en la tierra, en el interior, la creación de mano de obra en los lugares donde se produce eso, todo eso queda muy bien delante del micrófono. Pero la gente necesita de un mínimo de infraestructura y servicios para quedarse en el campo”.
Y enumera las deudas pendientes de la política para llevar salud, educación, salarios dignos, caminos e internet a las zonas rurales. “Hay zonas no muy lejanas a 100 o 200 kilómetros de Buenos Aires que ni siquiera luz tienen todavía”, apunta.
“Entonces es muy difícil pensar en proyectos a largo plazo cuando ni siquiera le podés ofrecer a tus empleados las mínimas condiciones que tiene el resto de la población en las zonas urbanas”, concluye.
A Luciano lo entrevistamos durante una recorrida por la planta de la empresa Biofilm en esa localidad de lobos, próxima a inaugurarse para producir insumos biológicos tras una inversión de 10 millones de dólares. Por eso le marcamos la contradicción entre este tipo de inversiones, que siempre aparecen en el agro, con su diagnóstico de la situación.
“Evidentemente la rueda funciona, pero está funcionando cada vez con menos gente. La rueda va a seguir produciendo, pero mucha gente va seguramente a quedar en el camino y otros seguirán”, reconoce.
Y de inmediato se ilusiona con la posibilidad de llegar a ver un giro en este sendero, que tiene mucho de claudicación. “Yo me imagino el vaso medio lleno. Pucha, lo que sería de este país con un proyecto a largo plazo, un proyecto de largo plazo que trascienda el período de cuatro años de un gobierno. O sea, un común acuerdo. ¿Cómo nos imaginamos este país, el país del interior del país, de acá a 50 años? Pongámonos de acuerdo en cuatro, cinco o diez líneas de trabajo y seamos coherentes en el tiempo y respetemos ese acuerdo y sigamos este camino”.
Pero eso no sucede, pasan los años y Luciano se impacienta: “Yo veo que nuestros gobernantes están muy desesperado no en el largo plazo sino en las próximas elecciones. Y para ganar elecciones hacen falta políticas de corto plazo. Lo que buscan es el aplauso inmediato. En ese sentido yo los veo muy egoístas. Nadie quiere pensar en cosas que a lo mejor los aplausos los a cosechar otro gobierno. Y eso es no ser un estadista. Esa es la diferencia”.
Casi implora este productor llegando hacia el final de la entrevista: “Los países que han salido adelante han crecido porque dijeron el camino es este. Y estamos de acuerdo. Bueno, sea quien sea el responsable de gobernar, seamos serios, seamos coherentes e inteligentes, porque en definitiva todos queremos lo mismo”.
Escala pagando altos arriendos no sirve. Es preferible actuar como prestador de servicios
Prestar servicios también tiene su historia, porque muchas veces no hacés a tiempo los trabajos propios para cumplir con compromisos afuera
Y más de una vez no cobras los servicios que prestaste
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