El maní es un cultivo extensivo que se siembra especialmente en Córdoba, pero que en los últimos años se ha extendido hacia otras provincias, como Buenos Aires, La Pampa o San Luis. En un año normal, y como se exporta 90% de la producción, aporta divisas por cerca de 1.000 millones de dólares.
El girasol es un cultivo extensivo que se siembra tradicionalmente en el sur bonaerense y el este de La Pampa, aunque últimamente se ha extendido su área de influencia también el norte del país. En un año normal, y como el 80% de la producción se exporta, aporta divisas por entre 1.500 y 2.000 millones de dólares.
¿Son economías regionales? Uno podría decir que sí, porque tienen características bastante parecidas: ambos cultivos son oleaginosas y por lo tanto tienen un elevado contenido de aceite. Pero el girasol es mucho más productivo a escala industrial y por lo tanto su aceite es una de las preferidas de los argentinos. El principal subproducto del maní, en cambio, suele ser la pasta, de la que aquí se consume poco y nada. Por eso uno de los cultivos tiene mayor impacto en el comercio interno. Al girasol lo miran los gobiernos por su impacto inflacionario.
Esa sola diferencia provoca que el gobierno nacional no considere a ambos cultivos como economías regionales semejantes, y que por lo tanto esta madrugada el decreto que redujo las retenciones a una serie de productos excluyera al girasol (que finalmente impacta en la canasta básica de alimentos) pero incluyera al maní. Por supuesto, uno de los sectores productivos festejó la decisión mientras que el otro se lamentaba.
La Asociación Argentina del Girasol (ASAGIR), en un comunicado, lamentó haber “sido excluido del programa de eliminación de derechos de exportación para las economías regionales”, y recordó -en este dilema existencial- que “el girasol es un cultivo propio de los márgenes de la zona núcleo que muchas veces permite a los productores sostenerse en pie dadas sus condiciones de adaptación a los climas complejos y sensibles a los efectos del cambio climático”.
“Cabe recordar que la industria de procesamiento de girasol agrega valor local y compite en desventaja en el exigente mercado mundial de aceites. Además del grano (que tributa 7%), los productos industrializados del girasol también tienen un castigo impositivo incomprensible; el aceite y los pellets tienen alícuotas que van entre 7% y 5%. Esto va en desmedro de la agregación de valor industrial, e impide la mejora de los precios percibidos por los productores”, se quejó esa entidad, que claramente para el gobierno no ingresa en el club elegido de las economías regionales.
En cambio, desde el sur de Córdoba, la Cámara Argentina del Maní (CAM) expresó su beneplácito por el decreto publicado por el Gobierno nacional. Sucede que “entre los productos beneficiados, la normativa oficial dispuso una retención del 0% para la exportación de sus principales productos blancheado y con piel que son exportados a más de 80 países en el mundo”, según señaló Diego Yabes, presidente de esa entidad.
El empresario recordó que el maní argentino es líder mundial en el mercado exportador, y compite contra orígenes como Estados Unidos o Brasil donde no existen este tipo de impuestos distorsivos y, por el contrario, reciben subsidios y reintegros para poder producir más y crecer. Es por ello que los reintegros a la exportación son importantes para nuestro sector y deberían incrementarse para fomentar el desarrollo para fomentar el desarrollo de todas las economías regionales.
“Nuestro sector es generador de valor agregado en origen, y eso significa empleo arraigado e inversiones, muchas de las cuales son de origen nacional . Además, es una de las economías regionales que más dólares genera. Por eso la eliminación de retenciones es una medida que ayuda a impulsar a una de las cadenas agroindustriales que más exporta en Argentina”, insistió el presidente de la Cámara manisera.
Su discurso perfectamente podría haberse aplicado al girasol.
Peor aún. El poderoso oligopolio manisero está desplazando a los genuinos productores de girasol dada su mayor capacidad de pago de arrendamiento. De esta forma se convierte en una competencia desleal y un motor al alza de los alquileres agrícolas.