Si alguna vez sintonizaste el programa Heidi, el uso de perros para arrear y proteger hacienda no debe sonarte extraño. Así como Niebla ayudaba a Pedro en la montaña, los perros protectores de ganado colaboran con los productores para proteger a los animales de los depredadores naturales, ya sean pumas, zorros o incluso otros perros.
Jaqueada justamente por los ataques de jaurías de perros salvajes que habían diezmado su rebaño de ovejas, la Estancia Guazú Cué, en Río Grande, provincia de Tierra del Fuego, es uno de los establecimientos que se puso cría este tipo de animales en la región patagónica. Administrado por la familia Cabeza desde 1928, allí mezclan la producción de ovinos Corriedale y bovinos Hereford con la crianza de los perros custodios.
“Los perros son una herramienta excelente para evitar tener que vivir en guerra con los predadores”, afirmó a Bichos de Campo Sebastián Cabeza, ingeniero en Producción Agropecuaria y uno de los administradores de la estancia.
En 2011 la familia decidió traer dos ejemplares desde Chile y probar con esta técnica de cuidado de animales, y luego en 2015 comenzaron a criar sus propios perros. “Nuestro aprendizaje fue un poco de la mano de ver qué hacían los chilenos. Yo creo que uno aprende por trabajos de otros lugares”, contó Cabeza. La curiosidad por esta actividad lo llevó a estar en contacto con otros productores y a armar una red de conocimiento y experiencias compartidas.
El uso de perros protectores es una herramienta que lleva en su haber más de 5000 años de vigencia, el mismo tiempo en que el hombre tardó en domesticarlos. La ciencia fue la que brindó el puntapié para estudiar el comportamiento, su selección y programación a nivel genético. Los patrones de comportamiento pueden ser exacerbados o disminuidos según se necesite.
“Un perro de arreo tiene hipertrofiado el comportamiento de corretear cosas. Vos podes ir haciendo perros con menos instintos de acoso. Llega un momento donde hay una generación que no corre a nadie, porque fuiste eligiendo perros que no corren nada. Se lo dormiste”, explicó el ingeniero.
En los primeros cuatro meses de vida se realiza el proceso de sociabilización primaria con “las presas” o el animal doméstico que se quiere proteger: ovejas, cabras, gallinas o vacas. Los perros nacen y viven entre ovejas durante 16 semanas para desarrollar el instinto protector. Pueden ir rotando en caso de que apliquen un juego “brusco” con la hacienda. Una técnica de adiestramiento de Cabeza es colocar pimienta en las orejas de las ovejas para que los perros no las muerdan en el juego.
A pesar de que la actividad demuestra buenos resultados, hay quienes aún dudan de su efectividad. En los años 90, el INTA Bariloche realizó el primer intento de aplicar perros protectores en las estancias ovinas y recibió el apoyo de un grupo de investigadores de Estados Unidos. Luego de varios estudios, la conclusión que obtuvieron en ese entonces fue que el sistema no serviría en la Patagonia.
Por suerte para la familia Cabezas el diagnostico fue incorrecto y hoy reciben muchos pedidos de perros protectores de distintas partes del país, no sólo para comprar sino también para replicar la cría. Recientemente enviaron animales con destino a Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquén y el sur de Buenos Aires.
“El peligro del proceso de hacer tus perros es que después trabajan sueltos y no lo podes vigilar permanentemente. Le estas confiando todo tu activo animal a un perro, es muy delicado y si no funciona bien podes tener problemas”, remarcó Cabeza. El precio de estos animales en el mercado es muy variado pero esta familia optó por compararlo con el precio del cordero: un perro protector equivale a veinte corderos en el campo.
De las tres razas que crían -Maremmano Abruzzese, Montaña del Pirineo y Mastín del Pirineo- todas son “wild life friendly”, es decir que permiten un manejo amistoso con la fauna porque protegen a la hacienda en el territorio minimizando la caza de predadores. “Cuando te manejás por trampas tenés que matar los predadores tuyos y los del vecino porque se mueven. Con los perros protegés la vida silvestre y mantenés ámbitos productivos ahí dentro”.
El aprendizaje acumulado les permitió llegar a ponerse en contacto con la Fundación Vida Silvestre en 2019, para incorporar perros al Área Protegida de la Península de Valdés, y con la Fundación Flora y Fauna, que trabaja en el Parque Nacional Patagonia en Santa Cruz, con el mismo fin.
La complejidad de los sistemas ganaderos de la región patagónica abre la puerta para que emprendimientos como el de la familia Cabeza siga en ruta hacia la actualización de prácticas tan antiguas como la historia del hombre.