La Patagonia rebelde, novela de Osvaldo Bayer sobre la matanza de peones rurales de Santa Cruz, solo porque se levantaron en huelga en 1921 pidiendo mejoras de trabajo, es la histórica más conocida de su tipo, pero no la única. El periodista Pedro Solans publicó también en 2007 un libro conmovedor sobre otra masacre de trabajadores del campo, que se llama “Crímenes en sangre” y que fue reeditado recientemente y presentado en la Feria del Libro.
El libro cuenta la historia de la masacre de Napalpí, sucedida en el Chaco en 1924. El programa Colonia Agropecuario habló con su autor:
-¿De qué trata el libro que hiciste y cuándo empezaste a hacerlo?
-Bueno, este libro es el resultado de una investigación que empecé en el año 2007, que me llevó un par de meses, a fines de ese año salió la primera edición, y es una investigación sobre una masacre que sucedió en 1924 en un extremo de nuestro país, en Chaco. Las situaciones eran parecidas a las que describe Bayer en la Patagonia Rebelde, objetivamente, en las dos regiones. Ahora se están cumpliendo 100 años de aquella masacre en Napalpí. Se produjo el 19 de julio de 1924 y también lo mismo, eran trabajadores rurales. Si los de la Patagonia eran inmigrantes, los del Chaco eran tobas, mocovíes, algunos correntinos, algunos santiagueños, pero la mayor parte eran aborígenes, eran personas de los pueblos originarios a los que querían tener como mano de obra esclava.
-¿Qué sucedia allí?
-Se da una situación que es muy parecida a la que se da siempre: Nos hacen creer que tenemos la posibilidad de ser potencia a través del extractivismo o, en este caso, de la producción agropecuaria. En ese caso, en esos años, la industria textil era muy poderosa en el mundo y la manejaban, obviamente, los ingleses. Y en esos primeros años del siglo XX, los grandes proveedores de algodón, que eran la India y Estados Unidos, habían caído por diferentes motivos. En el caso de Estados Unidos, por la Guerra de la Secesión, y en el caso de la India, porque sus cosechas habían sido destruidas por una plaga que recién ayer se denominó Picudo. Entonces ellos se iban a buscar alternativas y encontraron esta región muy propicia. Tanto toda la zona de Paraguay, Argentina, parte de Brasil, parte de Bolivia. Y, bueno, trabajaron denodadamente y en pocos años pudieron llevarse el algodón de Argentina, o de toda esta parte. ¿Pero cuál es el problema? El problema es que la distancia, el transporte, no lo hacían viable, no tenían precios competitivos. Y la única forma que podían tener precios competitivos del algodón de esta zona era tener la mano de obra la más barata posible, que significaba esclavitud. Y esclavitud era sinónimo de los pueblos originarios que ya habían tenido la desgracia de sufrir la campaña del norte.
-¿Como la campaña del desierto, pero hacia el norte?
-Esa campaña lo que realmente buscaba era que la frontera agrícola se extendiese cada vez más al norte para tener más tierras para ser explotadas agropecuariamente. Y así fue. Y de esa campaña que terminó en 1909 o 1911, se obligó a los aborígenes a someterles a una vida sedentaria y a que sirvan como mano de obra barata a cambio de la comida y de lo básico.
-Me imagino las famosas fichas que se canjeaban por alimentos…
-Exactamente. Y bueno, así se produjeron las primeras reducciones y una de las grandes reducciones fue la de Napalpí.
-¿Y dónde queda Napalpí?
-Napalpí es un paraje que queda entre las ciudades de Quitilipi y Machagai, a unos 140 kilómetros de Resistencia, la capital del Chaco. En ese paraje hoy está la famosa colonia de aborígenes Chaco. En ese momento se llamaba reducción, porque era la palabra que se usaba en ese momento, que era precisamente reducir al aborigen a una vida sedentaria, para que no vivan dispersos en el monte, se les pueda quitar las tierras y a su vez usar su mano de obra como parte de la esclavitud.
-En ese momento Chaco ni siquiera era una provincia sino un territorio nacional.
-Era el territorio nacional Chaco. El interventor del territorio nacional en esos momentos, Fernando Centeno, que era un político santafesino muy genuflexo, muy proclive a hacer grandes negocios, es constantemente asediado por los colonos chaqueños, que después serían los que forman la sociedad rural, a que por favor ponga orden en la provincia y que dé un escarmiento a los aborígenes que no querían cosechar, que no querían trabajar en el obraje, y que sobre todo cierre la provincia para que no se escapen a otras provincias a trabajar en la zafra, en el caso de Salta, Tucumán, Santiago del Estero. El otro problema es lo que todos conocemos, la psicosis del peligro, la psicosis de la violencia, la psicosis del robo, del saqueo, del no poder estar, de que las sociedades tenían que defender a sus pueblos porque llegaban los malones y saqueaban y robaban mujeres.
-¿Había malones?
-Nunca hubo un malón. Pero eso justificaba la violencia.
-¿Y cómo fue la masacre, el día de la masacre?
-Bueno, se generó tanta psicosis que primero se trabajó sobre la opinión pública de la Sociedad de Machagai, de Quitilipi, a los jóvenes y a los hombres de los pueblos se los armó, el ejército les proveyó armas para defender a la población y se envió desde Resistencia unos convoy con entre 80 y 120 policías armados con la ayuda de la aviación civil, que era el Aeroclub Chaco, que tenía dos aviones biplanos,. Entonces se hizo una estrategia horrorosa, vil. Los trabajadores rurales aborígenes se habían declarado en huelga, no querían salir a cosechar ni a trabajar porque no le habían dado ni la comida, ni le habían dado nada de lo prometido. Entonces con estas astucias y estrategias que son propias de la gente más desagradable, empezaron a tirarles desde los aviones caramelos, alcohol, porque al aborígenes les gustaba mucho la bebida alcohólica, y cuando se juntaron todos en el descampado del centro de la comunidad, le entraron a bombardear desde arriba y entró la infantería y los ha masacrado de una forma… Yo creo que la palabra “genocidio” no describiría realmente lo que pasó ahí, porque fue una orgía de sangre, y se llegó a practicar tiro al blanco con criaturas, se descuartizaba a las mujeres, se empalaban las cabezas de los caciques.
-¿Cuántos muertos se cree que hubo ese día?
-Era una población de unos 700 a 1000 familias y se cree que han muerto alrededor de 500, y todos los que se escaparon vivieron un absoluto y rígido silencio y olvido. Ellos sabían que para sobrevivir tenían que olvidar, negar que hayan vivido en Napalpí, que hayan estado en Napalpí. Por suerte o por no sé qué de la naturaleza o del universo, se puede decir que yo logré que una de ellas, la última sobreviviente que quedara viva, después de un largo trabajo de compromiso, de confiabilidad, de todas esas cosas que esta gente maravillosamente cree y nos enseña, accedió a darme un testimonio de lo que realmente fue y así surgió este libro. Está basado exclusivamente en el testimonio de ella, circuncrito en historia y en todo lo que sucedió.