En su insistente carrera para tratar de abandonar el glifosato, que es uno de los herbicidas más utilizados en todo el mundo agrícola, la Unión Europea (UE) parece estar dispuesta a poner en juego bastante dinero. Por un lado, investigando sustitutos de origen biológico que puedan reemplazar al más famoso de los agroquímicos. Por el otro, otorgando importantes ayudas económicas a los productores que, cual alcohólico arrepentido, se animen a dar el paso de “dejar el glifosato”.
Hace unas horas, en rigor, la Comisión Europea aprobó un régimen de ayudas implementado por Francia, y que costaría un total de 215 millones de euros, “destinado a paliar las consecuencias económicas vinculadas al cese del uso de glifosato por parte de las explotaciones agrícolas”. Como sucedería aquí, la excusa es “el contexto de la guerra que Rusia lidera contra Ucrania”, según se informó oficialmente. Pero lo cierto es que el bloque avanza hacia una prohibición del producto. Y esto deja heridas que es mucho más fácil sanar con dinero contante y sonante.
Este régimen fue aprobado en el Marco Temporal de Crisis de ayudas estatales adoptado por la Comisión en el marco del conflicto bélico, pero parece tener poco que ver con la guerra y estar más vinculado con una nueva revisión en Europa de la patente para vender el popular herbicida.
Hace un mes, el 5 de diciembre, la misma CE que ahora otorgaría esta ayuda de 2.500 euros a los productores que dejen de utilizar el agroquímico, había emitido el Reglamento de Ejecución 2022/2364. Esa norma amplió por un año, hasta el 15 de diciembre de 2023, la aprobación del glifosato como sustancia activa de productos fitosanitarios utilizados en el viejo continente. El año adicional de vida se concedió debido al retraso del informe de evaluación de riesgos del glifosato por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas, que no estaría antes de julio próximo..
Ahora, dentro de las medidas para paliar los impactos de la guerra en Ucrania, la Comisión Europea dispuso que “bajo este régimen, la ayuda (a los agricultores que debieron dejar de utilizar el herbicida) tendrá la forma de un crédito fiscal por un importe de 2.500 euros anuales por beneficiario”. La idea es que sea pagadero (o cobrable) también antes de fines de 2023.
Pero no es poniendo 2.500 euros por barba que la UE espera acallar los ecos de una inminente prohibición del glifosato. En el polo de innovación biotecnológica de Europa (MAAVi Innovation Center de Kimitec), unconsorcio de 25 empresas, universidades y centros de investigación público-privados de diferentes países de Europa han recibido una financiación de 7 millones y medio de euros para el desarrollo de un bioherbicida natural obtenido a partir de dos plantas, la Carinata y la Camelina. El objetivo de esta investigación es encontrar el futuro sustituto del herbicida químico.
El glifosato enfrenta cuestionamientos y amenazas de prohibición desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “probablemente cancerígeno para los seres humanos” en 2015. La Unión Europea, a la par, viene liderando el tránsito hacia una agricultura más sostenible. La Comisión Europea lanzó en 2019 su estrategia “De la Granja a la Mesa” que persigue la transición hacia un modelo de producción de alimentos que impacte neutral o positivamente en el medio ambiente mediante la búsqueda de alternativas naturales que sustituyan a los productos de síntesis química empleados en la agricultura.
De allí el nacimiento del llamado proyecto CARINA, donde se utilizarán las moléculas y compuestos naturales de éstas dos plantas para desarrollar un bioherbicida eficaz para sustituir al glifosato, sin bajar el rendimiento de los cultivos. Esto permitiría poder avanzar en los planes europeos de reducción de químicos en el campo de la agricultura.
La carinata y la camelina pueden crecer con éxito en casi toda Europa y en el norte de África. Los aceites y residuos extraídos de estas plantas pueden transformarse en productos innovadores de base biológica, como bioherbicidas o bioplásticos, entre otros. Este proyecto se basa en la investigación de nuevos usos sobre estos cultivos oleaginosos que son especiales gracias a su capacidad de proporcionar múltiples materias primas de bajo impacto medioambiental.
En octubre de 2026, año de finalización del proyecto, en Europa se habrán establecido 9 observatorios, 5 laboratorios vivientes y 9 laboratorios de innovación política para promover, probar, desarrollar y demostrar las actividades y los resultados del proyecto CARINA enfocado al desarrollo de los nuevos sistemas agrícolas sostenibles y diversificados.