Sara María Rodríguez llegó a vivir al valle de Traslasierra, Córdoba, con sus dos hijos, a fines de 2016. En 2019 comenzó a hacerse su casa, en Yacanto abajo, en medio del desértico monte cordobés. Pudo habitarla recién en marzo de este año. Se declara “yuyera” por naturaleza y cosechera de las plantas medicinales que crecen en ese monte nativo. Aceptó la visita de Bichos de Campo para contarnos sobre su oficio.
Sará nació en Monte Grande, provincia de Buenos Aires y se crió en la zona rural, donde se fabricaban ladrillos. Reconoce sus raíces camperas en su bisabuela de Corrientes, que fue encargada de un campo y hoy con 89 años, aún cría sus animales y es muy consumidora de yuyos medicinales. De chiquita, a ella su madre le daba tecitos de yuyos para la gripe o para el empacho. Todo ese bagaje cultural, tradiciones transmitidas de padres a hijos, marcó finalmente su destino: “Yo necesitaba volver a la naturaleza y decidí venirme a Córdoba”, dice.
“Desde mis 14 años hasta los 21 me desconecté de las plantas nativas y no anduve bien de salud corporal ni espiritual, porque hoy reconozco que somos un todo. Después me volví a conectar con ellas y recuperé mi salud y mi armonía. Comprendí que las plantas nos ayudan a mantenernos sanos y cuando no lo estamos, nos sanan. Si tenemos la costumbre de aprovechar los beneficios de las plantas, ellas nos cuidan y nos previenen de la enfermedad”, asegura Sara.
Mirá la entrevista:
Sara sigue con su historia: “Apenas llegué a Yacanto me fui a vender comida vegetariana a la feria de acá, y a comienzos del año 2017 conocí a Ramón Bringas, del cual todos dicen en esta zona que fue el último gran yuyero. Un ser muy especial que conocía y sabía del monte, caminaba por las sierras junto a su mamá Hortensia, que era yuyera. Él transmitía su amor a las plantas, casi sin palabras, pero hace poco, transmutó a otra vida. Murió como cosechero del monte”.
De Ramón aprendió Sara los primeros secretos del oficio, “Empezamos a ir al monte con una amiga y él decidió acompañarnos para enseñarnos a reconocer cada yuyo por su nombre y cómo cosecharlos, a cortar ciertas ramas y ciertas no”.
Sara aprendió de Ramón los nombres, por ejemplo, del suico, cola de caballo, yerba del paño, yerba de pollo, cerraja, malvavisco, malva de monte, altamisa, carqueja, carquejilla, marcela, peperina, poleo, jarilla, salvia lora, doradillo, contra yerba, romerillo y palo amarillo.
“Ramón me transmitió las ganas de vivir de los yuyos del monte. Al punto que decidí crear mi propio emprendimiento con el nombre Yuyos del monte”, dice. “Luego conocí a Ana Domínguez, yuyera y herborista, quien también me inició en la recolección de las plantas medicinales y el sahumo que se realiza en el valle de Traslasierra. Es mi maestra y guía permanente, porque además ella me va recetando qué infusiones de plantas debo beber para cuidar mi salud. Me reconozco su discípula y para mí es un honor, que ella me recomiende”, explica, como yuyera.
Sara nos detalló cómo trabaja: “Suelo ir al monte a recolectar yuyos. Llevo una bolsa para cada yuyo, porque cada uno tiene sus aromas y no deben mezclarse. Por ejemplo, la peperina no se debe mezclar con el doradillo. En cantidad, puedo cosechar para una dieta que requiera un total de 200 gramos de carqueja y que en volumen ocupa una bolsa grande. En una salida de todo un día puedo llegar a recolectar los yuyos para una o dos personas, que me pueden haber encargado. Cuando regreso a casa, las seco en ramas, sobre mantas o colgadas en bolsas, siempre a la sombra, porque el sol las puede quemar y quitarles las propiedades, los torna amarillentos”.
“Después corto los yuyos, los pico y fracciono en bolsas listas para vender. Además hago mezclas para sahumar, porque yo misma, sahúmo mi hogar como lo hace mi bisabuela en Corrientes, y siento que recupero -y continúo- mis raíces ancestrales. También cultivo incayuyo, que acá no hay en el monte. Traigo manzanilla de Buenos Aires. Y tengo en proyecto viajar y cultivar en otros lugares, lo que no crece acá, para traerlo y venderlo en San Javier.”
Le preguntamos cómo comercializa sus yuyos: “Vendo plantas medicinales recolectadas en las sierras, picadas y empaquetadas. Para infusiones, decocciones o baños de vapor. Mezclas para sahumar, lo que se llama Sahumos. Carbones naturales y bombas de sahumos. Ungüentos medicinales. Agua de flores. Pronto venderé también yerba mate compuesta, con yuyos”.
-¿Y a quienes le vendes?
-Me compran médicas que curan con yuyos medicinales, la gente del lugar o turistas, en mi puesto Yuyos del monte, en la EcoFeria de San Javier los miércoles. Allí soy la única que no vende yuyos secos. Me recomiendan porque soy `la cosechera`. Si no, te venden una ruda amarilla -cuando la ruda es verde- y no tiene ninguna propiedad. Y eso sucede porque no fue bien cortada. Hay que saber cuándo cortar los yuyos para preservar el monte nativo.
Sara nos cuenta que en la provincia de Córdoba ha quedado sólo el 3% del monte nativo original y celebra que ya haya viveros que se dedican a reproducir las plantas nativas. “Además –dice- tenemos una ley que obliga a cosechar las plantas nativas lejos de la contaminación de las calles. Y se cuida la conservación de las mismas. Por eso no cosechamos las plantas de raíz, sino que las cosechamos cuando la luna está creciente, que es cuando toda la medicina de la planta está subiendo por el tallo hacia las hojas. Cortamos sólo ciertas ramas y de cierta manera, no todo”.
Y prosigue: “Ýo amo tomar mate con yuyos, como la mayoría de los cordobeses. Hoy somos muchos los que acá reproducimos plantas nativas en nuestras casas, y hay una organización que sube a caballo a las sierras en Los Molles, llevando una planta que retiene el agua en sus raíces. Se llama tabaquillo y esta ONG trabaja para que esa planta se reproduzca”.
Culmina la yuyera contándonos que “también he aprendido a hacer cestería y me hago tiempo para dedicarme. Crío a mis hijos en un lugar bellísimo y sano. Subo a las sierras, miro el arroyo, camino”.
“¿Qué más puedo pedir para ser feliz?”m se despide Sara.