Quienes hemos pasado los 40 e intentamos seguir haciendo deporte sabemos que todo cuesta el doble y al día siguiente todo duele el doble, incluso músculos y partes del cuerpo que no sabíamos que existían de jóvenes. Por eso, me llamó la atención cuando me enteré que en Tandil hay un agrónomo que con 42 años sigue jugando nada más ni nada menos que el rugby. En plena fiebre mundialista (recordemos que está jugando en Francia la Copa Mundial de Rugby), los invito a escuchar esta historia en la que hablamos de su crianza en el campo, pero también del club, las enseñanzas del deporte y cuando, en un viaje a Sudáfrica con el equipo, hizo bungee jumping desde el Bloukrans Bridge, haciendo una “palomita” al vacío desde 257 metros.
Dice que lleva el rugby en su ADN. Valora el deporte de conjunto, en particular el rugby por el compañerismo, por el equipo, algo que le sirve también en su vida. “Está bueno, además, que es un deporte que pueden jugar todos: alto o bajo, flaco o gordo, rápido o lento.
“Me pusiste en un compromiso, tuve que preguntar en el grupo de whatsapp del club y se armó debate”, me dijo cuando le pregunté por los tres mejores jugadores de rugby del mundo de la historia y por los tres mejores argentinos. Un adelanto: no incluyó a Hugo Porta… tiene sus razones.
Los invito a leer esta historia que pueden también escuchar en el Capítulo 80 de Oli-Nada-Garcas, El podcast de tu vida, en Spotify.
-Contame de tu infancia, ¿Dónde? ¿Cómo estaba conformada tu familia? ¿Qué hacían tus viejos?
-Nací en Tandil en 1981, mi viejo es veterinario, manejaba un campo cerca de Tandil, a 20 kilómetros, y eso me relacionó siempre con el campo, lo acompañaba a la cosecha, a la manga, etc. Mi mamá es profesora de geografía y directora de una escuela. Y tengo dos hermanos, Mercedes y Marcos. También íbamos todos a un campo de la familia de mi mamá y pasábamos tiempo con mis tíos, mis primos y amigos, nos divertíamos mucho.
-Y si cerrás los ojos, ¿Qué cosas te acordás que te hayan quedado grabadas en el alma, en el cuerpo?
-En la casa de mis abuelos paternos, atrás de la casa, había gallinero, tenían patos, perdices, todo tipo de animales que se te ocurran. Mi abuela cocinaba un montón y se me vienen unos ravioles increíbles a la cabeza. También me acuerdo que nos íbamos al campo en diciembre, cuando terminábamos el colegio, y nos tenían que traer a las patadas en marzo el último día antes que empezaran las clases. Y de eso me quedaron esos olores que no se te van, tierra mojada cuando llueve, ir al arroyo a pescar… desde muy chiquitos nos pasábamos horas solos caminando, buscando alguna aventura. Pensá que el campo tiene sierra asique nos metíamos en la sierra, muy divertido.
-Llegó el momento de estudiar y elegiste agronomía, ¿Por qué o para qué?
-Si lo pienso un poco, mi viejo era veterinario, pero siempre le gustó la agronomía, puede ser que eso me haya carcomido la cabeza. También hice un test vocacional que me dio que lo mío era la agronomía, y después, estaba la idealización del campo, de haberla pasado tan bien de chico, de disfrutar tanto, que me llevó a pensar que era lindo laburar ahí donde la había pasado tan bien. Cuando arranqué a trabajar me di cuenta que es otra cosa, pero no hubiese habido forma de estudiar otra carrera, porque me apasiona la agronomía. No me arrepiento.
-¿Tenías un plan B?
-Había, pero era ingeniería nuclear. Pero no prendió. Me tiró más el campo.
-Bueno, hablemos de tu otra pasión, el rugby. ¿Cuándo empezaste a jugar? Porque uno de pibito hace varios deportes, vos te quedaste con el rugby…
-Si de chico jugás a todo. Hice fútbol, un pasaje bastante sin pena ni gloria; jugué al tenis, tampoco anduve muy bien que digamos. Y a los 4 años ya arranqué a jugar al rugby en Los Cardos. El club donde había jugado mi papá, también mi tío. Mirá, mi abuelo materno nunca jugó al rugby, pero la cancha del club tiene el nombre de mi abuelo, Ricardo Usandizaga, o sea que es una familia totalmente vinculada con el deporte e identificada con el club. Son esas cosas que vienen casi en el ADN. De hecho, mis hijos hoy de 4 y 7 años juegan al rugby. Y me encantaría que sigan jugando.
-Cuando te fuiste a estudiar a Balcarce seguías jugando y tuviste que hacer unas cuantas peripecias para cumplir con los entrenamientos…
-Cuando me fui a estudiar me quedaba un año de juveniles todavía y después primera, y entrenábamos martes y jueves a la tarde en Tandil y yo estaba en INTA Balcarce (N de la R: 100 km de distancia). Asique siempre me venía a dedo. He sido muy responsable, no faltaba jamás a un entrenamiento. Si esa misma noche algún entrenador se volvía para Mar del Plata me volvía con él y si no, al otro día, a las 6 de la mañana otra vez a hacer dedo para volverme a la facultad. Arrancaba la cursaba a las 8.30. Fueron miles de viajes, miles de anécdotas. Si alguno de los que me llevó está escuchando sepa que se lo agradezco un montón.
-¿Alguna anécdota?
-Ufff… miles, una vez se hicieron como las nueve de la noche, ya habíamos perdido el entrenamiento, estábamos con otro compañero y pasó un rastrojero de esos con caja de madera imagínate el viaje lo que fue. Y otra paró un auto y el conductor, un pistero, con guantes de corredor que nos pregunta “¿Les gusta la velocidad? Agarrensé porque esto va a fondo”… Era un Volkswagen 1500. Hermoso… La verdad, es un orgullo para mí haber hecho ese esfuerzo.
-¿Y de qué jugabas? ¿Fuiste cambiando a medida que pasaron los años?
-Jaja… Me dicen “Poli”, por polifuncional. Fui cambiando mucho. Mi posición natural era de ala, de ocho, siempre de tercera línea. En algún momento terminé jugando de wing, lo que no implica que haya sido rápido, y con el paso de tiempo terminé jugando mucho de medio scrum. Si tengo que analizar mi carrera deportiva, te diría que lo que yo creo que hice más aportes al equipo fue jugando en ese puesto. La primera vez que jugué fue en una gira a Mendoza y a Chile en 2005, tenía 24 años, y llegando a Mendoza el entrenador armó el equipo y no teníamos medio scrum. Ahí me propusieron jugar en ese puesto y casi no dejé hasta hoy.
-Te hago una pregunta de basquetbolista que no sabe mucho de rugby: ¿La función principal del medio scrum cuál es?
-La función principal es manejar a los forwards, que son los gordos del equipo, los que están ahí empujando. Hacen el scrum, el line, y manejás los tiempos del partido y hacés el nexo con los rapiditos y habilidosos que son los que se encargan de definir y hacer diferencia. Es un puesto trascendental.
-¿Es el puesto de Porta o Pichot?
-Porta era apertura, Pichot era medio scrum.
-¿Y tu mejor habilidad?
-Vos me habías mandado unas preguntas: “¿Sos fuerte? ¿Sos rápido? ¿Sos inteligente?” ¡Y la verdad que no me identifico con casi ninguna! (se ríe). Por eso lo de “Poli”. De todos modos, hay una transformación al igual que en la vida. Cuando era chico era un arrebatado, un estado físico impresionante, me golpeaba, me sentía re fuerte, pero con el correr del tiempo fui perdiendo algo de estado físico y velocidad y me fui volviendo más inteligente y empecé a jugar distinto. Usando más la cabeza. Si tuviera que decir, creo que aprendí a jugar al rugby a los 26 años más o menos, cuando logré entender mejor el deporte. Antes suplía todo con actitud, correr, golpearme, eso fue cambiando y empecé a encontrar espacios y si en vez de chocarme todo iba a los espacios era mejor.
-¿Y tuviste alguna lesión jodida?
-Jodida que no me haya podido recuperar no. Pero sí tengo varias cirugías: rodilla, tres de hombro, uno me quedó bastante golpeado, pero nada que me impida seguir jugando o hacer mi vida. Tengo amigos que la han pasado peor y otros que la han pasado mejor. Nada que no te pueda pasar haciendo otro deporte. A veces uno piensa que el rugby es un deporte que terminas todo roto, pero mirá el fútbol, se fracturan, se rompen ligamentos cruzados, etc. Es como cualquier otro deporte de contacto, las articulaciones sufren, los huesos sufren.
-¿Cómo hacés para seguir jugando a un deporte, como vos decís, exigente desde lo físico, de contacto, aún después de los 40s? ¿Cuál es tu fórmula?
-Creo que el cuerpo tiene memoria. El último año que entrené fuerte y me preparé fue 2019. Ahora voy al gimnasio esporádicamente, entreno 1 o 2 veces por semana, con rachas en las que a veces falto, pero el cuerpo se acuerda. Cuando entrenás un poco estás. Y, además, de más grande, tratás de golpearte menos. Este verano nos costó hacer la pre temporada porque cada vez que jugábamos terminábamos todos medio rotos, pero finalmente lo logramos.
-¿Qué te gusta del rugby como deporte?
-Creo que está bueno que es un deporte que permite que todos juguemos. El gordo, el alto, el bajo, el rápido, el lento, el más inteligente o el menos, y además, tiene categorías. El último año que jugué en primera fue 2019. Ahora hace cuatro años que estoy en intermedia y pre-intermedia, que juegan los viejos como yo y chicos que están recién arrancando. Entonces se permiten ciertas licencias.
-Te pregunto por los viajes, las giras. Estuviste en Sudáfrica, una de las mecas del rugby.
-Fue una gira increíble. Fue justo en el final de mi carrera casi, en 2016, mis últimos tres años de rugby profesional. Y tuve la suerte de poder hacerla con mi hermano, que se había ido a estudiar a buenos aires y justo se había vuelto a Tandil. Fue un lindo final. El club justo cumplía 50 años, fueron muchos dirigentes que habían sido entrenadores míos y yo estaba jugando en con sus hijos. Fue una gira muy divertida. Jugamos partidos, fuimos a hacer un safari, hice bungee jumping.
-¡Guau! ¿Dónde?
-En un puente que es el más alto del mundo, el Bloukrans Bridge, tiene 257 metros de altura. Mirás para abajo y se te arrugan las patas. Fue una experiencia intensa. Primero que pagás y el recibo dice que no hay reembolso. O sea, no te podés arrepentir si llegás arriba. O sí, pero no te devuelven la guita. Vas caminando por una pasarela por abajo del puente, unos 250 metros, ponele, y vas subiendo hasta llegar al centro del arco del puente, en una plataforma y cuando llegás ahí te meten música al palo, no sé si para aturdirte o envalentonarte, y la primera sensación es cuando te atan de los pies, te ponen en una especie de trampolín y vos decís “¿Qué estoy haciendo acá? ¿Por qué se me ocurrió esta idea?”. Y te dicen 1, 2, 3 ¡jump! Y medio que te empujan para que saltes, y saltás de palomita a vacío. Tu cabeza empieza a bajar, que es lo más pesado y ahí adrenalina total, y quedás rebotando cabeza abajo, y no es muy divertido porque creés que te vas a caer y listo. Es una experiencia para llevar la adrenalina al máximo y ver si tu corazón está preparado.
-Llegamos a una pregunta complicada, difícil, ¿Cuál es tu Top-3 de los mejores jugadores de rugby del mundo?
-(Se ríe, hace caras, piensa)… Voy a poner a Jonah Lomu (ex jugador de Nueva Zelanda, falleció en 2015), Dan Carter (Nueva Zelanda) y Martin Johnson (Inglaterra).
-Bien… y ¿de los argentinos? ¿Cuáles han sido para vos los mejores jugadores de rugby de la historia argentina?
-A Hugo Porta no lo vi jugar y no te puedo decir, por eso lo dejo afuera. Te digo: Felipe Contepomi, Agustín Pichot y Pablo Mattera. Pero esta pregunta es muy injusta, porque el rugby es un deporte que ha evolucionado tanto que me parece que los pibes que juegan ahora son unos fenómenos comparado con los de antes, pero antes hubo un Lomu que cambió la historia del rugby, el formato del jugador, un animal físico. Hoy para mí los jugadores de rugby son todos súper atletas. Igual, hay un volver, pasamos de robots físicos a algunos como Demian McKenzie, que es un neocelandés flaquito, de 1,75, que no das dos mangos y la rompe. Entonces te replanteás, ¿Ché es tan importante que sean gigantes?
-¿Qué te gusta del rugby?
-Todo. Los amigos, ese contacto fraterno que generás después de haber compartido con un tipo una cancha, vos sabés que no podés fallar porque está tu amigo al lado. El rugby te da el convencimiento de que el laburo en equipo es clave, que sacrificarte por el que está al lado, dar lo mejor de vos, es lo mejor para el equipo. Muchas veces perdés pero te vas satisfecho porque dejaste todo.
-¿Y te sirvió algo del rugby para tu vida personal y para el laburo?
-Si, soy comprometido con lo que hago. Es algo que me dio el deporte. Creo que todos los deportes de conjunto te dan algo de esto.
-¿Qué hacés cuando llegás a tu casa después de un día complicado de laburo? ¿Cómo te reseteás?
-Me miro un partido de rugby sin pausas, adelanto las partes aburridas y los penales y miro juego. Todo juego, como se pasan la pelota. Eso me cambia el día.
-¿Algún país o ciudad que te guste y recomendarías?
-Nueva Zelanda. Fuimos con amigos al mundial en 2011 y me pareció excelente.
-¿Algún lugar que te gustaría conocer?
-Australia, no conozco, pero me gustaría.
-¿Tu cultivo preferido?
-El maíz. Primero por la cantidad de cosas que se pueden hacer con maíz. Y después por los cambios que ha tenido en su manejo, cómo se ha hecho más plástico. Me volvió loco.
-Cuando decidís mirar alguna serie o películas, ¿Qué te gusta mirar?
-Aventura con un poco de ciencia ficción y si son post apocalípticas mejor. De reseteo de la humanidad. Cómo las comunidades se desarrollan de nuevo a partir de la nada.
-¿Si pudieses tener algún superpoder cuál elegirías?
-Qué difícil che… Me gustaría dominar el clima. El de los X-Men que domina el clima.
-Si tuvieses la máquina del tiempo, ¿Qué te dirías a vos mismo a los 18 años?
-Me diría que estudie más, nunca te canses de aprender, sé más inquieto, no te conformes con el status quo.
-Podés viajar en el tiempo a algún momento en la historia de la humanidad, sea un momento histórico o algún momento de tu vida…
-Me intriga la historia antigua bastante. Me gustaría ver los inicios de la agricultura hace miles de años en la Mesopotamia, cómo domesticaron el trigo. Algo por ahí. Y otro momento al que volvería es sin dudas con mi familia al momento que conocí a mi mujer, el nacimiento de los chicos, los primeros años de ellos, que empezás a interactuar con ellos, es impagable.
-¿Algún tema musical para cerrar la charla?
-“Sweet Child O’ Mine”, de Guns And Roses.