Déjenme presentarles a Valeria Trápaga (48), nacida y criada en Carmen de Areco, en la provincia de Buenos Aires. Cuenta que su relación con la yerba mate comenzó de muy pequeña cuando su papá, médico pediatra y descendiente de correntinos, pretendía convencerla de que “era mejor tomar mate cocido con leche, que una rica chocolatada”, cuando ella lo vivió como una “tortura”.
Valeria aún lleva en sus ojos la imagen de los vecinos de su pueblo mateando a las puertas de sus casas para ver quién pasaba y así comunicarse “de puertas afuera” (ahora los ojos están igual de expectantes, pero frente a alguna pantalla móvil. Sin embargo hoy, Valeria aún apuesta a comunicarse, escribiendo y publicando un libro de papel, acerca del mate, claro).
No sabía aún, Valeria, que la yerba mate iba llegar a ser la pasión de su vida. La misma comenzó cuando un día su mamá le ofreció el primer mate, cebado con amor. Recuerda que se veía un tanto ridícula viajando en el tren desde “Carmen” a Buenos Aires con dos bidones de agua, que llevaba exclusivamente para tomar sus mates, porque el agua de la Capital era distinta. Y ella necesitaba reencontrarse a diario con los afectos de su pago, sobre todo luego de una jornada en la que, en vez de ir saludando a todo el mundo -como en su pueblo-, la muchedumbre de la gran ciudad la abrumaba como a un tractor, al que lo acosan las gaviotas.
Yupanqui decía que el hombre es paisaje que anda, como una parte del paisaje, y lo más maravilloso es que en nosotros puede caber todo el universo. Por eso Valeria, se llevaba todo el paisaje adentro, en su corazón: su familia, sus amistades y toda su Carmen de Areco. Y apretando fuerte su mate entre sus manos, ella podía sentir todo su pago, rumiándolo en soledad o compartiéndolo en amistad.
Valeria estudió Administración Hotelera, Organización de eventos y luego se especializó en Hotelería rural y turismo de bajo impacto ambiental. Esto le permitió andar su país y compartir el ritual del mate con los dueños de los campos, con las cocineras y con los peones, que la recibían y la despedían con un mate. Fue notando que el mate unía e igualaba a todos, sucedía incluso con sus compañeros de trabajo al juntarse para planificar, aportando el calor de la amistad.
Cuando, luego, Valeria estudiaba para Sommelier de vinos decidió comenzar a investigar sobre el análisis sensorial de la yerba mate y presentó sus conclusiones en un examen de la Asociación Internacional de Sommelier (AIS). Los directivos notaron su vocación para catar la bebida nacional que toman 9 de cada 10 argentinos y transmitir los saberes del mate y de la yerba mate. Tanto que le pidieron que creara la cátedra de Yerba Mate para la carrera de la Escuela Argentina de Sommelier (EAS). Así lo hizo: dictó la cátedra durante seis años y hoy es la primera y única sommelier de nuestro país especializada en cata de yerba mate, llevando ya 17 años de investigación y compartiendo sus saberes con la gente.
Trabajó 13 años para la empresa yerbatera “Las Marías”. Allí en Gobernador Virasoro, Corrientes, pudo aprender que en un simple paquete de yerba mate molida hay mucho esfuerzo humano, mucha sabiduría y ciencia, y también mucha tecnología. No sólo en manos de profesionales sino de aquel anciano arandú (sabio, en guaraní) que, sentado junto a un secadero de yerba, una vez le dijo que con sólo escuchar el crujir de la yerba al calor del fuego podía darse cuenta de si todo estaba funcionando bien y si la yerba se estaba secando de manera óptima. Luego, lo vio en los tareferos o cosecheros de los yerbales, quienes sabían muy bien cuándo cortar las hojas.
Hoy Valeria propone desmitificar que el polvo de la yerba mate es malo, porque es un elemento fundamental para que el mate salga espumoso. Enseña que el mate se llena en sus tres cuartas partes, se tapa y se agita boca abajo. Que el agua no debe pasar de los 85 grados centígrados porque si no, el agua perderá su oxígeno y la yerba no se podrá manifestar en todo su esplendor de aromas y sabores. La buena yerba debe estar equilibrada. Su color debe ser verde seco con tonalidades hacia el amarillento, sin hojas negras ni amarronadas. Debe oler a hierba seca con leves dejos tostados y no a madera o a humedad o a rancio.
Valeria acaba de presentar su libro “El Mate en cuerpo y alma”, de Ediciones Lariviére, con fotografías de la prestigiosa Ángela Copello. Lo hizo el pasado 28 de Noviembre de 2020 en la matera del parque criollo del Museo Güiraldes, en San Antonio de Areco, ciudad donde hoy vive. El mejor lugar para cerrar el mes de la Tradición que culmina, el 30, con el Día Nacional del Mate. Mario Massaccesi fue generosamente a oficiar de presentador y participó el Intendente y la prensa de todo el país. Es un libro de madurez de Valeria donde vuelca sus 17 años de investigación y docencia sobre la yerba mate, con la solvencia y la calidez afectiva que la caracteriza.
El Mate en cuerpo y alma comienza narrando el origen de la planta a manos de los guaraníes y la historia de su consumo y producción, luego en manos de los jesuitas y más tarde, de los inmigrantes europeos. Aborda las propiedades de la yerba mate, el arte de su elaboración, los pasos para la preparación de un buen mate, el proceso de cata y los datos necesarios para reconocer una yerba mate de calidad. La relación afectiva con el mate, maridajes, recetas y cócteles preparados con yerba mate. Un libro completo para ahondar en la intimidad de esta bebida que los argentinos hemos convertido en un mágico ritual cotidiano.
Valeria ha creado, hace dos años, su propia empresa para dedicarse a desarrollar su apasionada tarea de comunicar toda su enorme sabiduría acerca de la infusión que más bebemos y nos identifica a los argentinos, a través de charlas, cursos, talleres y asesoramiento a empresas. Los invito a seguirla por Instagram.
Como a Valeria le tiran sus raíces correntinas nos quiso dejar un chamamé, pero escrito y compuesto por el genial rosarino, Jorge Fandermole, a orillas del Paraná, que se ganó la admiración de todos los chamameceros: “Oración del remanso”, cantado por Mónica Abraham.