La Fiesta de la Chaya es la celebración popular de la provincia de La Rioja que revive antiguos rituales agrarios del mundo andino para el tiempo del carnaval de febrero.
Es la gran fiesta que coincide con el fin de la época de lluvias y el comienzo de las cosechas, para agradecer a la Pachamama por los frutos que otorga, en una mezcla de esfuerzo humano y milagro de la naturaleza. Por eso siempre son fiestas sagradas, religiosas, ya que la vida sigue siendo un misterio.
Chayar se pronuncia chaiar, de modo que deberíamos escribir “chaia”, y no con ye. Significa, en lengua quichua, mojar o rociar, con agua, que es uno de los ingredientes elementales de la fiesta. El otro elemento es la harina. Un tercero, es la albahaca. Y un cuarto es la chicha o la aloja, es decir, la bebida con alcohol, fermentada.
Agua y harina se echan encima unos participantes a otros.
El agua es símbolo vital de la agricultura y del hombre. Con ella se rocía la tierra y los frutos, y las personas también se rocían con ella, además, para bendecirse. Antes de que se crearan las bombitas de agua se utilizaban huevos de aves llenados con agua para mojarlo todo.
La harina representa a los frutos de la cosecha, pero se usará con la función de igualar a todos en el carnaval, enmascarándolos para igualarlos, porque todos deberán ser iguales, sin jerarquías, y habitar un espacio donde todos se liberen. El tiempo se detiene, no corre, sino que debe renovarse para volver una vez más al tiempo que corre y se gasta. Volver al mundo cíclico del trabajo y del sacrificio, en el que se volverá a vivir la angustia de esperar una nueva cosecha.
Cuando los personajes del carnaval se rocían con harina y agua, además persiguen salirse del orden cotidiano, que agobia con sus normas y leyes, y sumergirse en el caos, donde se percibe una sensación extrema de libertad.
Con la harina no hay novios ni esposas, ni comisarios, ni pobres, ni ricos, Son todos iguales que podrán relacionarse en el amor de amistad, e incluso sexualmente. Pero cuando se acabe el carnaval, a los pocos días, todo deberá volver a su cauce normadamente social. Porque todos nos damos cuenta de que no sería posible un mundo sin normas acordadas para la convivencia.
Así reza una copla:
“Ya se viene el carnaval, / y la Justicia entrará en receso, / ojalá que para marzo, / no marchemos todos presos”.
Se celebra la fertilidad y la abundancia. El rito es la creación de un espacio y tiempo diferente donde los opuestos coinciden: la escasez de la siembra y la abundancia de los frutos; la dureza del trabajo y la diversión; el aislamiento del hombre campesino de aquellos páramos y el encuentro colectivo; las fuerzas humanas que no logran imponerse a las fuerzas avasallantes de la naturaleza y de los dioses.
Originalmente en los carnavales se usaba el almidón de trigo, que les llegaba de Bolivia. No harina, que es más gruesa, porque recordemos que el trigo llegó a La Rioja recién en el siglo XVII.
La albahaca es una hierba aromática que oficia de protectora de los males, y ahuyenta a la persona del diablo del carnaval. En Bolivia se usaba el clavo de olor, traído por los españoles desde Indonesia, como aromatizante para perfumar la harina que se echarían encima.
Pero luego, en La Rioja, pasaron a usar la albahaca, originaria del Medio Oriente y traída por los españoles. Resultaba mejor que el clavo de olor, porque todos los que juegan al carnaval se cuelgan un ramito de albahaca de su oreja, que simbolizará, si lo llevan en su izquierda, que están solteros o solteras, y si en su derecha, casados.
En la Roma imperial se llamaba a la albahaca la hierba de la suerte, pues se decía que traía buena suerte la albahaca silvestre, aunque se decía que soñar con albahaca era presagio de desgracias o mala suerte. Pero hoy sus hojas en forma de corazón son consideradas símbolo de amor. Tal vez por todo esto haya pasado a usarse en los carnavales de América.
El olor de la albahaca perfuma el aire del carnaval. La harina y el agua, y el canto de la copla en las gargantas van abriendo las tranqueras del espíritu al diablo del carnaval, que por otro lado habrá que eludir para que no los atrape para siempre. Por eso también es que se pintan las caras, para eludir al diablo y que no se los lleve con él.
Por eso la albahaca, que suele usarse para ahuyentar a los mosquitos, o a los bichos de las huertas, en este caso se usa para ahuyentar todos los males y al mismo dios momo.
El gran poeta mendocino de toda América, Armando Tejada Gómez, escribió en su monumental “Canto popular de las comidas” el poema “La muerte de la albahaca”, donde refiere la nostalgia del carnaval durante el año, que sugerimos leer completo. Aquí, apenas un fragmento:
“Voy llenando los platos, ausente del sonido, / como mirando atrás, como atrás del pañuelo / y mientras vuelco el frito de pimentón rojo / siento que, de repente, se derrumba el olvido: / una se pasa el año soñado con la albahaca. / Pasa que nunca pasa el año mujeriego. / Una guarda en la oreja algunas picardías, / picaduras de abejas y cuentos de velorio, / siembra albahaca a la orilla de la acequia sonora / hasta que el carnaval suelta todos los toros / y más luego, el Pukllay fusila la tristeza…”
“Suenan lejos las cosas: desde allá del sonido. / Demoradas, eternas, son la cueva del sueño. / Atrás, la noche espera parada en los nogales / y un aroma de albahaca pasa arriba, en el viento.”
Pues con agua, harina y albahaca, tomate fresco y queso mozzarella, y una pizca de levadura se puede hacer una rica pizza de mozzarella con tomate y albahaca fresca, mientras se escucha al Pica Juárez, gran cantautor y músico riojano actual.
La canción que elegimos es De noche y albahaca, del CD Milagro en el sol, de y por Pica Juárez.
Fuente: Sergio Alfredo Chumbita. Profesor de Historia del Ateneo de Estudios e Investigaciones Históricas de Arauco.