De acuerdo a cifras oficiales de la Secretaría de Agricultura, actualmente se siembran en Argentina 508 mil hectáreas de algodón. Esta superficie viene creciendo gradualmente año a año, pero lejos del récord de implantación, que allá por 1996 llegó al millón de hectáreas.
El epicentro productivo de este cultivo se da en las provincias de Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe, que durante la campaña anterior explicaron el 95% del territorio sembrado con algodón.
De ese medio millón de hectáreas que se siembran, un poco menos de la mitad de las semillas están fiscalizadas y provienen de un solo galpón, que pertenece al único semillero que hoy en día distribuye las simientes certificadas y bajo estrictos controles de sanidad.
El semillero es Gensus, está en Chaco (precisamente en Avia Terai) y Federico Pochat, uno de los directivos de la empresa explicó en dialogo con Bichos de Campo estos porcentajes: “De este galpón sale la próxima campaña de algodón, está acá almacenada. Son bolsas de 240 mil semillas que van a dar 240 plantas de algodón. En nuestra planta producimos 4.500 toneladas, unas semillas suficientes para sembrar 200 mil hectáreas, un poco menos de la mitad de lo que se produce”.
Mirá la entrevista completa con Federico Pochat:
Entonces, si casi el 45% de las semillas fiscalizadas de una campaña están en un solo galpón, ¿Qué es una semilla fiscalizada y porque concentra ese alto porcentaje de mercado? La respuesta no sencilla. Una semilla fiscalizada, es, según Pochat: “Es una semilla certificada por el Instituto Nacional de Semillas (INASE), que cumple con todos los controles de calidad y todos los permisos de multiplicación. Esta semilla tiene dos eventos biotecnológicos que son, tolerancia a insectos y a herbicidas. Son licencias de otras compañías, que los únicos que podemos multiplicar somos nosotros”.
“Fiscalizado significa que el INASE fiscaliza cada uno de los lotes que se produce, ya sea a campo o acá en la planta. Por eso cada bolsa tiene una estampilla que lo diferencia de cualquier otra bolsa que no pasó por ese proceso”, añade Federico.
A su vez, el directivo del semillero agrega que esas semillas dan regalías, ya que no son libres. Esas semillas tienen una propiedad intelectual, por ende un dueño. No es de uso libre, y los dueños son los que poseen las licencias. Entonces, bajo este contexto, Pochat elige utilizar una frase que resume mejor el panorama algodonero: “La mitad de la superficie de algodón de Argentina se hace con semilla fiscalizada. La otra mitad tiene otros orígenes. Puede ser de uso propio que se guarda el productor, u otros orígenes”.
Pero el INTA tiene un rol muy importante en este desarrollo, ya que la genética está desarrollada en el organismo, en conjunto con la biotecnología de las compañías multinacionales que agregan sus aportes.
La estación experimental del organismo en Roque Saenz Peña, Chaco, hace muchos años que viene llevando un programa de mejoramiento genético del algodón a través de la selección fenotípica de los cultivares. “Elige las mejores variedades, que estén estabilizadas y se puedan comercializar. Eso tiene la ventaja que son variedades hechas y desarrolladas acá en Argentina, adaptadas a nuestro país. Hay otras que vienen de otros lados. Están seleccionadas para el calor, la temperatura, enfermedades. Entonces son las únicas variedades que toleran estos desafíos”, explica Pochat.
El proceso de conseguir las semillas no es fácil, ya que los lotes donde se multiplican las semillas, deben tener características distintas a los que usan para una cosecha de fibra tradicional. El riguroso proceso, lo cuenta el detalle Pochat: “La semilla de algodón tiene que permanecer más tiempo en la planta. Nosotros no secamos las semillas, sino que la semilla viene seca ya directamente de la planta y entonces tiene que esperar un poco más hasta que quede en condiciones. Ahí se controla la cosecha en rollo o módulo y ahí vemos la calidad de la semilla. Una vez que tenemos el control y vemos que tiene calidad de ser convertida en semilla, se desmota particularmente y no se junta con el algodón comercial”.
Como parte de la explicación, Federico describe el deslintado, que es el proceso en el cual a la semilla se le sacan los restos de fibra que dificultan la aptitud para ser sembrada: “Cuando llega el camión se toma nuevamente el análisis de calidad. Ahí pasa al deslintado, que el más común es el del ácido diluido donde se le sacan los restos de fibra. Ahí se clasifica, se limpia, se le saca cualquier resto vegetal que pueda tener la semilla. Se trata con los productos fitosanitarios que la protegen de insectos y hongos. Luego se embolsa y almacena”.
De esta forma, se realiza el ciclo completo de siembra y cosecha de casi la mitad de las semillas de algodón que una campaña tiene disponible. Eso si, las semillas son certificadas y fiscalizadas. Todo legal, todo en blanco, como la cosecha.