“Me encanta la cocina, pero la siento como una alquimia. Disfruto abrir la heladera y crear con lo que haya. Lo mismo me pasa con la madera, me gusta trabajarla desde chico y para mí es una terapia”. Pisando los 70 años, esta es una de las facetas seguramente menos conocidas de Rodolfo Gil, un apasionado por el suelo que trabajó décadas (y aún lo hace) en pos de estudiar la mejor manera de producir granos cuidando el sustrato.
En el último capítulo de El podcast de tu vida (el número 106) hablamos del camino desandado desde su nacimiento en Olivos en 1954, algunos años de su infancia viviendo en la isla Martín García. “Ahí empecé a querer la naturaleza y estar en contacto con ella”, cuenta.
También fue un hito en su vida la docencia, que aún hoy continúa, de distintas maneras, haciendo extensión, compartiendo conocimiento. Su primera clase la dio con apenas 17 años. Cuando hubo que empezar a desandar el camino universitario, su amor por los autos lo acercó a la ingeniería mecánica, pero el amor por la naturaleza pudo más y se cambió a ingeniería agronómica.
Es Magister en Ciencias del Suelo, ha desarrollado una vasta carrera dentro del INTA. Es director académico del Programa Chacras, un convenio entre INTA y Aapresid que por estos días, justamente, cumplió 15 años de vida y 400.000 hectáreas en actividad, con más de 150 productores y asesores en la red. Sus temáticas son la siembra directa, la eficiencia en el uso del agua y la conservación de suelo.
Tiene tres hijas y es viudo. Entre sus pasiones más allá del campo están, lo dicho, la cocina y la carpintería, quizás la arquitectura haya sido su materia pendiente. En deportes, ha hecho atletismo y tenis, pero hoy en día conserva uno que hizo, y mucho, de joven, el remo. “A mis 70 pirulos tengo un kayak que bajo al lago que tengo cerca de casa y remo un rato”, dice.
“En la vida hay dos momentos importantes: los de incertidumbre, cuando uno avanza sobre aquellas cosas que ´vos sabes que no sabés´, pero que están ahí. Y los de ceguera, que son las cosas que vos ´no sabías, que no sabías´. Y eso es lo apasionante, hacer camino”, dice en algún momento de la charla. Pasen y lean…
-Naciste en Olivos, viviste en la isla Martín García. ¿Qué te acordás de aquella infancia? ¿De qué laburaban tus viejos?
-Provengo de una familia de inmigrantes. Mi madre es argentina, pero hija de españoles inmigrantes y mi padre es argentino, pero hijo de padre español y madre argentina. Me cultivé y formé, mis primeros días, que fueron muy felices, fueron en ese contexto. Mi padre era marino. Vivíamos con mis abuelos. Tengo tres hermanas. Soy el único varón. Familia numerosa, todos en la misma casa, que logró hacer mi abuelo cuando vino de España con un crédito del Banco Hipotecario, en San Isidro. Mis abuelos paternos son del sur de la provincia de Buenos Aires, de un pueblito que se llama Médanos. Mis abuelos maternos eran comerciantes, venían de la industria del zapato en España. Mi abuelo por parte de padre era médico, recibido en Galicia. Se instaló en Médanos, pero no pudo validar su título en Argentina y se dedicó al periodismo. Fundó el primer diario de Médanos. Que fue el precursor de La Nueva Provincia en Bahía Blanca. Y fundó también un teatro.
-De esa infancia, ese contacto con la naturaleza en la isla Martín García, ¿Qué te acordás?
-Me marcó mucho. La infancia que tuve apenas tenía cinco años, empecé la primaria a los seis ahí, y eso me marcó muchísimo. Primero por la libertad que tenía allí, la isla es muy bonita. Es un patrimonio histórico y un fenómeno geográfico porque no es una isla por arrastre de los sedimentos, sino que es una isla rocosa. Yo viví mis mejores días iniciales de mi vida. Nos volvimos en el 62. Justo en la época que llevaban a Frondizi para ahí.
-¿Y cómo siguió después? Vos estabas entre la ingeniería industrial y la agronómica
-Después de eso mi historia fue en Buenos Aires, estudié en un colegio comercial en San Isidro. En ese momento mis padres no sabían si iba a hacer una carrera y por eso son perito mercantil, más allá de que no me gusta la contabilidad. Me recibí a los 17 años. El mismo día que me recibí yo quería seguir ingeniería, yo sentía que tenía que hacer una carrera universitaria, yo tenía que ser ingeniero, médico, abogado, o doctor en ciencias económicas, aquello de “M´hijo el doctor”. Y me gustaban mucho los autos. Yo fui de la época dorada del Torino, año 67, Nürburgring año 69. El trueno naranja, “La Liebre”, coches emblemáticos, mi dormitorio estaba forrado de posters de corredores. Yo quería ser Berta… quería ser Oreste Berta (N de la R: emblemático desarrollistas y constructor de motores de autos de competición que en 1968 fundó Oreste Berta S.A.). Por eso pensé en ser ingeniero mecánico.
-¿Y qué pasó en el camino?
-Ahí voy… yo tenía 15-16 años. Tenía un tío geólogo. Hermano de mi padre. Que me hizo conocer el sur argentino. Algo que me fascinó y me abrió la cabeza. Era otro mundo. Y de alguna manera me empezó a poner en contacto con esa naturaleza tan bella. Encima me decía: “la carrera del futuro es la agronomía”. Estamos hablando de la década del 70.
-Bueno, vaya si la pegó…
-Si, claro que sí (se ríe). En Argentina somos y seremos un país productor de alimentos, fibras y energías. La gente no lo sabe, pero estamos en uno de los 3-4 mejores lugares del planeta en cuanto a suelos productivos.
-¿Y entonces? ¿Cómo fue la decisión? Porque vos querías ser Berta…
-Yo había hecho perito mercantil, entonces en la parte de matemática, física, química, geometría, no estaba preparado. En ese momento había que hacer un ingreso con esas materias. Para mí fue muy difícil. Sufrí mucho pero el orgullo fue grande cuando logré entrar. Pero me metí dentro de esas materias y empecé a sentir que no me veía mi vida a través sólo de los números y los fierros. Vos pensá que en ese momento yo remaba en el delta, estaba en contacto con la naturaleza. Y empezó a agarrar una cierta angustia, porque ¿Cómo les decía a mis padres que me quería cambiar de carrera? Mi padre me dijo, “sos muy joven, tenés toda la vida por delante, vamos a ver de qué se trata agronomía”. Y así fue, nos subimos al auto y fuimos.
-También fuiste un docente precoz…
-Si, eso fue antes. El día que me recibí fui a la directora y, con 17 años le dije que necesitaba trabajar, ganarme unos pesos para poder estudiar y si tenía un puesto de celador. La cuestión es que un día faltó una profesora de matemáticas. Yo ya venía entrenado y le dije de dar la clase. Le di clase a chicos de 4to año. Casi tenían la misma edad que yo los alumnos. Eso fue el comienzo de algo que nunca más dejé de ser: docente. Yo fui muy crítico de la enseñanza que tuve, me costaba estudiar de memoria. Por eso fue por lo que practicaba dar las clases de otra manera, más amena, con ejemplos. Si en física les tenía que explicar de electricidad, les hacía traer una plancha y les explicaba cómo funcionaba. Esa manera traté de usarla hasta estos días, para que el conocimiento llegue al ser humano, hay que sentir placer por eso. interés por adquirir ese conocimiento. Si no, el 80% del tiempo que le dedica a la educación es poco eficiente. Por eso la mejor manera es aprender produciendo, que es la mejor manera de aprender. Haciendo las cosas.
-En algún momento tuviste una experiencia en el exterior. Contame cómo te marcó en lo personal ese viaje.
-Tuve la dicha gracias a la profesión de visitar varios países, pero lo más rico fueron el relacionamiento con la gente, lo que aprendí con la gente y lo que compartí con ellos. Siempre digo que los lugares pueden ser más lindos o más feos, pero son hermosos cuando se comparten. Lo más lindo puede ser el paisaje, pero es mucho más lindo cuando están las personas. Lo que más rescato de los viajes son los aprendizajes, compartir otras culturas, salir de tu cultura.
-Te llevo de nuevo a esos comienzos en agronomía. ¿Qué te motivaba o qué querías ser cuando empezaste la carrera? ¿Y qué te sorprendió de la profesión que terminaste ejerciendo?
-Hay una línea bien marcada, lo que sí, la carrera de agronomía, pero todas las carreras, es muy vasta. Poli temática. Si uno sigue agronomía el destino te puede llevar a dedicarte a miles de cosas, incluso a cosas que no están relacionadas directamente con la producción. Seguramente, uno de mis primeros trabajos fue el INTA, que me marcó qué línea fortalecer. Entré como becario y esa etapa me permitió definir qué me gustaba ser y hacer como agrónomo, y qué me generaba placer. Y tuvo que ver con el suelo. El suelo después me llevó a romper una cultura ancestral, porque la labranza en la producción de alimentos la humanidad lo lleve en su cultura. La agricultura se hizo los últimos 10.000 años con labranza. Y yo empecé a ver, a leer, que se podía producir sin labrar. Era algo revolucionario. Un cambio de mentalidad. Y eso a mí me invitó a meterme en eso tan disruptivo. Y me generó pasión. Porque era algo muy diferente a lo que había estudiado. Entré con mucho desconocimiento. En la vida hay dos momentos importantes: uno los de incertidumbre, cuando uno avanza sobre aquellas cosas que “vos sabes que no sabés”, pero que están. Y te ponés a indagar, investigar, probar y va saliendo. Pero el otro momento, en ese andar, aparecen los espacios de ceguera, que son las cosas que vos “no sabías, que no sabías”. Y eso es lo apasionante, hacer camino. Es como subir al Aconcagua. Lo apasionante no es llegar a la cima, lo apasionante es subirlo.
-Llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida, y la primera pregunta tiene que ver con si tenés algo, alguna actividad, con la que te resetees, cambies la bocha, despejes tu cabeza…
-Lo aprendí con la vida. Vivo en un lugar que disfruto mucho. Tengo una frase de Disney, “si lo sueñas puedes realizarlo”. Y yo dije, voy a vivir en un lugar que me sienta placenteramente todo el año. Hoy aprendí a ser disciplinado, aprendí a dedicarle tiempo a mi vida, a decirle a algunas cosas que no para poder disfrutar de otras cosas. Es mentira que la gente no tiene tiempo. El día tiene 24 horas, podés dormir 7-8, trabajás 8 o 10. Todavía te quedan 6. No me digas que de esas seis no podés dedicarle una a tu vida. Entonces hoy cierro la tapa de la computadora y camino 6-9 kilómetros, tengo dos perros hermosos, salgo con ellos, con mi señora, y a disfrutar de mi vida esperando el día después.
-Hablemos de deportes, porque te ha gustado mucho el remo, incluso lo seguís practicando cuando podés, hiciste atletismo de chico, ¿Qué es el deporte en tu vida?
-Empecé a los 16 años en la secundaria. Nunca me dediqué a competir. Siempre amateur. Siempre también deportes bastante solitarios, salvo el tenis que tenés que jugar de a dos. Hice atletismo en la adolescencia y entrando en la facultad empecé con el remo, soy socio de un club en el Tigre. Y me apasionó ese deporte por el ambiente en el que uno se mueve, la camaradería, la libertad que te da. Y te puedo asegurar que me pasaba horas y horas remando arriba del bote. Dos o tres veces por semana. Le dediqué mucho tiempo con mucho placer. No era sólo lo deportivo, era disfrutar de los árboles y la vegetación del Delta, la combinación de colores, los cambios de estación, los olores. Algo maravilloso. Hoy tengo mi kayak y cada tanto, en una laguna enfrente de casa, despunto el vicio. Lo mismo andar en bicicleta. Por día tengo que hacer 6-9 km caminando, 20-30 en bicicleta o remar.
-También te gusta la carpintería o restaurador…
-Si, armar o restaurar. Desde muy jovencito. Mi primer mueble creo lo hice a los 16 años. Después a mi madre le hacía mesas, bauleras, el juego de dormitorio de mi casa. Me gusta mucho porque es terapia mental. Primero que es arte, diseño, pensar cómo lo vas a hacer. Anticiparte a cómo va a ser. Por eso me encanta la arquitectura también. Exige que pongas creatividad. Hay que hacer un plano y cómo vas a hacerlo. Y cómo vas a vivir la casa, la tenés que hacer en función de cómo vas a vivir la casa. El sentido de una casa más que cognitivo es emocional. Si hay algo que me gusta de estos oficios, la carpintería, la arquitectura, es eso. También de la agronomía.
-Te gustan los autos y las carreras, me hablabas de mas pibe. ¿Te siguen gustando?
-Si, claro. La noticia más linda es la de Colapinto. Vos pensá que nací en la época de gloria de Fangio, la década del 50. Imaginate. Le continuó Froilán González y después Reutemann. Pero no soy un fanático de las carreas, disfruto de los autos. Hoy me atrae mucho también los autos clásicos, bien conservados. Mi primer auto fue un Fiat 600, que hice una travesía hasta la cordillera, en Mendoza. Fue fantástico. El auto que tengo hoy debe tener ya 14 años.
-¿Qué auto clásico te gusta?
-Por ejemplo, el primer auto que tuvo mi padre, una estanciera. Yo tenía 7 años. Y el Torino es emblemático.
-¿Cómo te llevás con la cocina? ¿Tenes algún plato que digas, con esto me luzco?
-Me encanta la cocina. Pero la cocina para mí es una alquimia. Me gusta abrir la heladera, ver qué hay y ver qué puedo inventar, crear. Para mí es una terapia también. Es muy divertido. En casa generalmente cocino yo, y no porque a mi señora no le guste cocinar, sino porque yo lo disfruto mucho. Para mí es un ritual. Y después compartirlo con mi señora y los fines de semana con mis tres hijas y mis nietos. También hago asados, pero el asado se hace solo…. No tiene ciencia. Tengo ollas de barro, me encanta hacer locro, guisos de lenteja, cocinar al horno. No me considero un cocinero sino, más bien, un alquimista. La cocina es creatividad, sentimientos, sabores, más que recetas.
-Cuando mirás una serie, una película o elegís un libro, ¿Por dónde vas? ¿Qué te gusta?
-Películas, no soy para nada cinéfilo. Salvo las que tiene que ver con hechos reales. O las que no me hagan pensar. Que me ponga a verlas y me entretengan. Como “Gladiador”. Libros lo mismo. No soy de leer novelas. Obviamente no me voy a sentar en un sillón cómodo a leer de agronomía, para eso tengo el escritorio. Sí leo sobre hechos históricos. Hoy estoy leyendo de Yuval Harari, “De animales a Dioses”, “Homo Deus”, “Nexus” o “21 lecciones para el siglo XXI”. Los recomiendo. También me impactó mucho “Armas, gérmenes y acero” de Jared Diamond (Pulitzer 1998), que se plantea una gran pregunta: ¿por qué Europa conquistó América y no al revés? Otros libros interesantes en mi vida, “La metamorfosis”, de Kafka, o “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, que es el día de hoy que lo leés y decís, estamos pasando por eso.
-Si pudieses subirte al Delorean, el auto de Volver al futuro, ¿A qué momento de la historia de la humanidad irías o a qué momento de tu vida irías?
-Para atrás no volvería. Porque la historia está escrita. Vos me planteás de subirme a un auto que dominaría el tiempo. Entonces yo te pregunto a vos, ¿Vos creés que el hombre va a dominar el tiempo?
-No, creo que no… es demasiado metafísico, poco terrenal…
-Yo sí me subiría a ese auto para ir al futuro lejano. Pero para corroborar un interrogante que tengo: Si el hombre dominara el tiempo, mi hipótesis es que acá, hoy, deberíamos tener los hombres del futuro. Si no están los hombres del futuro, ¿Qué pasó? Dos respuestas. Que el hombre no va a dominar el tiempo o que la humanidad se exterminó. Lo domina, pero se termina la humanidad. Entonces, me gustaría ir al futuro lejano para ver qué pasa…
-Bueno… una tercera respuesta posible, siguiendo la lógica, es que capaz nadie quiera venir para atrás… que todos se quieran rajar para el futuro… jajaj.
-Es cierto, esa es la tercera.
-Como cierre, te propongo que elijas un tema musical para que quede sonando.
-Te voy a mencionar dos, pero te voy a elegir uno. Uno es lo que yo sentí cuando me fui a otros países y siempre me venía la imagen de la Argentina. Cada vez que la escucho se me hace un nudo en la garganta. De Argentino Luna, “Mire qué lindo mi país, paisano”. Pero el tema que me gustaría que pases es de Joan Manuel Serrat, quien escuché mucho durante mi adolescencia, “Hoy puede ser un gran día”. Y una frase en la canción, la letra no tiene desperdicio, invito a que la lean la letra: “Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad, hoy puede ser un gran día, date la oportunidad”. Una canción bellísima, un himno a la vida.