Hace un tiempo Roberto Fermín Bertossi, abogado especializado en cooperativismo, había escrito una nota de opinión que envió a Bichos de Campo diciendo que la única solución para la icónica empresa láctea Sancor era comenzar a trabajar como “empresa recuperada”, retomando su carácter histórico dentro de la economía social. Era octubre de 2023, había fracasado el fideicomiso milagroso que pretendía salvar la láctea con dinero público, y comenzaba el violento bloqueo e interferencias del sindicato Atilra que terminó empeorando la actividad productiva dentro de la cooperativa.
Han pasado muchos meses desde entonces y todo se ha agravado. Bertossi, que es hijo de chacareros y cuya familia siempre estuvo ligada a Sancor, reconoce que ahora -con los últimos sucesos- asistimos al descalabro final para la cooperativa.
Este es su nota de opinión:
La mayor cuenca lechera argentina, apenada y desencantada asiste al descalabro final (?) de la que fuera ícono lácteo argentino. Hablamos de la primera cooperativa rural en términos relativos por su índole y gravitación cuando llegó a recibir y procesar diariamente varios millones de litros de leche en sus plantas industriales distribuidas en todo el país.
Ahora mismo casi la mitad de sus empleados recibieron sendas cartas documentos o comunicaciones por despidos con el texto siguiente: “Por razones de fuerza mayor ajenas a la voluntad de la compañía, que son de público conocimiento, prescindimos de sus servicios a partir del día de la fecha (Art. 247 LCT) Indemnizaciones, liquidación final y certificados de trabajo -CFR Art. 247- a su disposición en términos de ley. Conste”.
¿El principio del fin? SanCor empezó a despedir empleados alegando “razones de fuerza mayor”
Verdaderamente todo un disparate cuando, disponiendo legalmente de recursos jurídicos cooperativos como la permanente facultad para incrementar internamente su capital (oportuna y genuinamente), la emisión de obligaciones negociables, asociarse con personas de otro carácter jurídico y/o de conformar cooperativas de exportación; ahora la bancarrota de la enorme confianza propia e inherente a “la marca” SanCor Cul. tanto para sus asociados aportantes de toda su leche, como para sus acreedores; en parte substantiva explica este “in extremis” sobre todo lo concerniente a una harto debilitada búsqueda de inversores, anuncios de venta total o parcial, etc. y nada menos que de la otrora insigne cooperativa rural lácteo; explicación genérica pero legalmente imposible, ya que no es salida ni cooperativa ni jurídica ni sustentable al menos en términos del único derecho cooperativo argentino, disponible y vigente.
Conforme la propia naturaleza cooperativa, son inadmisibles inversores nacionales o internacionales imbuidos naturalmente de todo mercantilismo; verdadero antónimo del espíritu cooperativo del No intermediario, del No lucro.
Ergo, si los propios asociados, únicos propietarios de SanCor, no confiarían en su cooperativa al negarse a recapitalizarla de su propio bolsillo, ¿por qué habrían de hacerlo ajenos a la misma y sin espíritu cooperativo?
Así entonces, Sancor Cul ya no podría superar su prolongadísima crisis, y mal que nos pese, se fortalecería la hipótesis legal de formalizar su propia quiebra cuando adicionalmente, según nuestro derecho cooperativo vigente, no existe ninguna posibilidad legal de transformar a Sancor en sociedad comercial ni asociación civil, como tampoco la de vender parcial ni totalmente la misma a terceros, (arts. 6, 24 y cc., Decreto-ley 20.337/73 – Cooperativas)
Así pues, y como oportunamente señalamos, el descalabro de Sancor es mucho mayor y peor que superar en términos y categoría cooperativa tan tremenda crisis patrimonial, dirigencial, asociativa, productiva, económica, financiera y sindical, ello cuando flagrantemente se habría desguazado a una empresa solidaria dejándola en las ascuas del tiro del final.
La cooperativa Sancor se fue desmembrando y derrumbando por pésimas administraciones, burocracias, actos notoriamente extraños a su objeto estatutario y al cooperativismo en sí mismo; mediatizaciones participativas, falta de garantías suficientes y canales cooperativos seguros en su politizada aupada vinculación con Venezuela, etcétera. Todo ello sin perjuicio de flagrantes y reiteradas omisiones e incumplimientos de los deberes de funcionarios públicos por parte del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, (INAES), como de presuntas corrupciones y enriquecimientos ilícitos de consejeros, gerentes, síndicos, auditores, asesores, sindicalistas, etcétera; quiénes debieran de ser investigados en caso de declaración judicial de bancarrota, cuando serían citados aquellos que en los últimos decenios conformaron sus consejos de administración, sus sindicaturas, sus auditorías, comisión de valores, etcétera.
¿Acaso también quedarían involucrados los directivos de la Mutual Sancor, los de Sancor seguros, de Sancor salud, con origen en la misma ciudad santafesina de Sunchales e idéntica denominación social, a la postre, progenie alcanzable por una extensión de la quiebra en un eventual proceso concursal definitivo de la cooperativa láctea matriz?
A todo esto, nos provoca toda suspicacia e indignación que el INAES no declarara irregulares e ineficaces, a los efectos administrativos, los actos de SanCor Cul. (balances, informes de síndicos, de auditores, del Banco Central, de Afip, de Anses, etc.) que con frecuencia legal, administrativa y periódicamente le fueran sometidos en los últimos 25 años, en tanto fueran contrarios a la ley, el estatuto, reglamento, etcétera.
Tal eventual declaración de irregularidad, precautoriamente pudo importar el requerimiento de prudentes y atinadas medidas legalmente previstas, esto es, solicitar entonces, oportunamente, la intervención judicial de la Cooperativa, sin perjuicio de analizar e impulsar en su caso, la recuperación de la empresa Sancor por su propio personal.
Finalmente, habría culpa y dolo en la caducidad de SanCor Cul., cuando habiendo podido salvarse, fortalecerse y expandirse; por acción y omisión calificadas e inaceptables, la misma atravesaría la mayor decrepitud dado un aparentemente insalvable estado vegetativo.