Ricardo Fernández Cháves trabaja como empleado en una empresa de control de plagas de barcos cerealeros. Un día empezó a mirar con más detenimiento a las aves que lo rodeaban y descubrió un mundo que lo fascinó. Hoy se dedica a registrar especies y a guiar gratuitamente a personas interesadas en observar pájaros en el partido de Saavedra, provincia de Buenos Aires.
–¿En una zona que se asocia exclusivamente a la producción agropecuaria cómo es observar aves?
-Cuando empecé, era “el loco”. Ahora que puedo demostrar lo que veo con fotos, valoran lo que hago.
-¿Qué es lo que más se ve?
-Las aves se reparten en los distintos ambientes del partido y he registrado 181 especies. La mayor cantidad las encontré en la laguna del Club de Pesca de Saavedra porque brinda distintos tipos de alimentos, como peces, caracoles, insectos, ranas, sapos, víboras de agua, y aves para las rapaces. Se ven flamencos y diversas playeras.
–¿Y en los campos productivos?
-En campos agrícolas o de pastos naturales se ven ñandús, loicas, pechos colorados, lechuzón de campo, mistos. En su mayoría comen en las banquinas de los caminos donde hay distintas especies de pastos naturales que dan semillas a estas aves. Los cauquenes llegan en invierno, por lo general a algún rastrojo cerca de charcos o espejos de agua, y no hacen daño.
–¿Se sorprende la gente de sus grupos?
-Mucho. No pueden creer todo lo que hay. Yo mismo me sorprendo.
-¿En qué sentido?
-Yo antes creía que sabía mucho y ahora llego a la conclusión que no sabía nada, que estaba ciego. Jamás pensé que podía haber tanta cantidad de especies a nuestro alrededor. Especies que ahora veo todos los fines de semana, antes no las conocía.
–¿Alguna sorpresa en especial?
-Muchas. Una de ellas fue encontrar por primera vez en Argentina a la especie tangará escarlata, es el primer registro del país.
-¿De dónde es?
-Anida en Canadá, Estados Unidos y en inverno se va a Centroamérica.
-¿Cómo fue que la vio?
-Además de mi pasión, tuve suerte porque el color del pajarito era rojo, algo que me llamo la atención. Si hubiera sido una hembra, que es amarilla, la hubiera ignorado, pensando que era un jilguero o misto. Además resultó ser un macho juvenil que suele desorientarse y ser una especie que come insectos, que en la laguna abundan en cantidad y variedad.
-¿Cómo empezó a hacer de guía en la zona?
-Siento que no me puedo guardar todo esto que veo, por eso llevo muchas exposiciones de cuadros con fotos de aves, doy charlas y organizo avistajes sin cobrar un solo peso. Me alcanza con que se despierte el interés de una persona.
–Habría que empezar a valorar la naturaleza desde la escuela…
-Si de chicos nos enseñaron a conocer las plantas, las flores y la naturaleza que nos rodea todo sería distinto. Pero no es así y encima en muchos casos los nombres que nos enseñaron son erróneos, debido a que somos descendientes de migrantes. Así, mal llamamos avestruz al ñandú; avutarda al cauquén; perdiz al inambú, o nutria al coipo.
-¿Cómo se hace para “mirar”?
-Yo estoy pendiente de todas las aves que se puedan ver o cruzar delante de mí, por eso pude ver al tangará (foto), sólo por eso. Se podía haber posado en el patio de la mayoría de los argentinos sin que nadie lo hubiese notado porque la fauna parece ser algo que en general las personas no ven, no aprecian, y por lo tanto no disfrutan.