Ninguno de los tres principales candidatos argentinos a presidente tiene en sus planes quitar los derechos de exportación y eso implica que el país seguirá permaneciendo –más allá de las apariencias republicanas– en un régimen feudal.
En el ámbito del Mercosur, los productores que residen en las repúblicas de Brasil, Uruguay y Paraguay reciben el precio real de los granos, mientras que en el territorio conocido como la Argentina los siervos deben ofrecer parte de su cosecha al Poder Ejecutivo (derechos de exportación) y otro tanto al Banco Central (retenciones cambiarias) para poder disponer del remanente de su trabajo.
Cuando observamos, en las diferentes propuestas concretas de los tres candidatos –Massa, Bullrich y Milei– que los derechos de exportación o las retenciones cambiarias son indispensables para el Estado o alguno de sus socios, entonces debemos saber que el territorio argentino, más allá de cualquier cuestión retórica, seguirá gobernado por señores feudales.
Mauricio Macri aceptó en los primeros años de su mandato dejar de cobrar el canon en cereales a los siervos de la gleba y la cantidad de “moneda” maíz que acuñó con esa acción creció de manera gigantesca. Luego fue “deglutido” por el sistema señorial y volvió a aplicar el régimen de exacción feudal.
Ese logro se mantiene hasta la actualidad gracias a la ayuda de la considerable alza experimentada por los precios de los granos en el mercado internacional. Pero ese “anabólico” externo se está licuando y pronto desaparecerá con el establecimiento de una fase ENSO “El Niño” en Sudamérica y la consolidación de Brasil como el nuevo “centro de gravedad” agrícola a escala global.
Desde las repúblicas que lindan con el territorio feudal argentino se preguntan de manera recurrente porqué no hacemos algo para acuñar más “monedas” (soja, maíz, trigo, etcétera) y poder así “aumentarnos el salario” como país. La respuesta a esa pregunta es que esto no es una nación, sino un territorio gobernado por señores, quienes solamente están preocupados por mantener el orden vigente sin preocuparse por la suerte de los vasallos, quienes, en la última instancia, son un recurso más por explotar.
La gran fortaleza del régimen vigente en el territorio argentino es que –tal como sucedía en el Medioevo– la mayor parte de los siervos han sido convencidos de que no existe otra manera de hacer las cosas y son, por tal motivo, los mayores “guardianes” del orden que garantiza su expoliación para sostener los privilegios de la nobleza.
Por supuesto: cuando el nivel de extracción es tan alevoso y desproporcionado, los siervos sufren, aumenta el malestar y algunos señores comienzan a preocuparse por la sostenibilidad del régimen feudal. Lo conveniente entonces es que aparezca algo que brinde esperanzas a los vasallos para que no se rebelen.
Mientras los siervos se mantengan entretenidos con tales ilusiones, la nobleza podrá ganar tiempo para poder seguir despojando a sus súbditos, quienes, lejos de advertir tal situación, estarán ocupados en buscar argumentos para solicitar al señor de turno que es el vasallo vecino –y no él– quien debería aportar más para poder sostener el régimen.
La cuestión, entonces, en las próximas elecciones presidenciales, es primero reconocernos –más allá de la situación particular de cada uno– como siervos y, en segunda instancia, preguntarnos: ¿cuál de los candidatos está promoviendo terminar con el régimen feudal para implementar un sistema republicano?