En la presente campaña las partidas de soja provenientes de la zona núcleo pampeana registraron por noveno año consecutivo un nivel proteico inferior al mínimo óptimo del 38% requerido por la industria aceitera. ¿Eso representa un problema? Según el ex director nacional de Agricultura, Ignacio Garciarena, la respuesta es “no”.
“Cuando pudimos, intentamos ir al fondo de la causa, pero la respuesta fue que nadie está dispuesto a pagar mayor precio por más contenido de proteína, por lo tanto el mensaje a través del precio no llega al productor”, indicó el empresario agropecuario y ex funcionario a través de su cuenta de Twitter en referencia a un artículo sobre el tema publicado por Bichos de Campo.
Es cierto, es un diagnóstico acertado.
Cuando pudimos, intentamos ir al fondo de la causa, pero la respuesta fue, nadie está dispuesto a pagar mayor precio por más contenido de proteína, por lo tanto el mensaje a través del precio no llega al productor (sigue) https://t.co/KPp0Mb3dMs— Ignacio Garciarena (@GarciarenaIg) May 30, 2021
El tener proteico de la soja depende fundamentalmente de tres factores: la latitud de siembra (cuánto más lejos del Ecuador, menor suele ser el nivel de proteína), la nutrición y la genética.
“Si le preguntamos a las empresas semilleras, ningún productor demanda varietales que produzcan soja con más contenido proteico. Las estrategias de fertilización tampoco contemplan nutrir a la planta buscando aumentar la proteína en el grano. Los pocos productores que fertilizan el cultivo de soja, más vale lo hacen con un criterio de reposición de nutrientes”, explicó Garciarena.
“¿Por qué quien cultiva soja no siembra varietales de alta proteína o bien no fertiliza buscando ese objetivo? Muy fácil: porque no se lo pagan. El mensaje debería venir por el fino hilo del telégrafo llamado precio”, añadió.
De hecho, la normas de calidad de comercialización de soja, que contemplan factores como granos quebrados o verdes, materias extrañas y chamico, no especifica ningún parámetro relativo al tenor proteico del poroto.
“Mientras el mensaje sea más producto sin importar la calidad, pues la tendencia no cambiará. Ahora, ¿por qué los industriales y no pagan un diferencial? Según manifiestan los compradores, es porque no lo necesitan: mezclando soja del sur con porotos de otra latitudes, solucionan el problema. Aunque siempre se quejarán de esto, los industriales no están dispuestos a pagar más por sojas con más proteína”, detalló Garciarena.
En 2020, por ejemplo, se importaron 5,31 millones de toneladas de poroto de soja, la mayor parte proveniente de Paraguay, que se emplea para elaborar harina de soja con destino de exportación.
“Entonces, ¿es un problema la caída de proteína en las sojas argentinas? Por lo visto, no. Mientras los que la consumen no avisen a través del precio que venimos bien, así seguiremos, cada uno haciendo su negocio. En el caso del productor, el mensaje que recibe es producir más (volumen)”, concluyó.