La familia Vasquetto afrontó varias reconversiones productivas a lo largo de los años en su establecimiento “El Mate”.
Lo que fue inicialmente una empresa con un pequeño tambo al sur de Córdoba, en el año 2000 pasó a ser una tradicional firma agrícola enfocada principalmente en el cultivo de soja y maíz. Pero una combinación de malos rindes, precios y decisiones administrativas los dejaron frente a una situación financiera complicada, que los llevó a pensar en dejar toda la actividad.
“En ese momento alquilábamos campo, aparte del campo propio que teníamos. Los problemas nos llevaron a analizar alternativas y por casualidad conocimos a un productor que estaba medito en la ganadería regenerativa. Nos pareció que eso podía encajar en nuestra familia y establecimiento, y terminó siendo el puntapié del proceso en el que nos encontramos hoy”, contó Bruno Vasquetto, que hoy se encuentra al frente de la empresa familiar, que produce carne grass fed certificada de bovinos y ovinos, pollos pastoriles y huevos de gallinas libres de jaula.
Mira el video completo acá:
“Cuando arrancamos lo hicimos en la escuela de Pinheiro Machado de pastoreo racional Voisin. Después fuimos descubriendo este camino de la filosofía regenerativa e hicimos camino al andar”, señaló el cordobés.
Pero el proceso ciertamente no fue color de rosa, y el foco inicial del productor estaba puesto en verdad en solucionar la situación financiera de la empresa.
“Es algo que siempre digo. Para ser sincero, no entré en esto por la parte de la regeneración sino por la parte económica, porque teníamos que darle una vuelta de tuerca a esto. Si seguíamos haciendo lo que estábamos haciendo, seguramente terminábamos fundidos”, dijo Vasquetto.
Y añadió: “Yo recomiendo a los campos que me toca asesorar no esperar a estar con la soga al cuello para dar el paso, porque siempre con un tema financiero es más difícil tomar las decisiones e ir hacia lo desconocido. En nuestro caso, la mejora en esa estabilidad económica vino de pasar de un sistema muy dependiente de insumos a uno basado en tecnologías de proceso, donde tenemos que meterle mucha cabeza a todo el proceso productivo. Eso te permite eficientizar costos que después van al margen bruto”.
-¿Sentís que ahora existe una batería de datos que te facilita la tarea en esto de acercarte a los productores?– le preguntamos.
-En el mate tenemos el respaldo de un proceso que con los años, y con un montón de errores en el camino, ha funcionado. Y la verdad es que la pandemia, aunque no quede bien decirlo, le hizo muy bien a la ganadería regenerativa en cuanto a su difusión y al conocimiento que se compartió. Se popularizó mucho más y ha sido exponencial el interés de los productores de entrar a esto post pandemia.
-Y ahora también se está sumando la pata económica en esto de poder vender productos con valor agregado, bonos de carbono, etc.
-Sí. Para que esto sea viable tenés que poder ganar dinero. No podés pretender tener un sistema sostenible, regenerativo y hermoso si no te deja dinero, porque el productor tiene que vivir de eso. Más allá de lo que se busque en la parte ambiental y social, la pata económica tiene que estar muy bien pensada. Uno tiene que ser rentable a precio de mercado. Yo hago regenerativo, el otro no, pero yo vendiendo al precio del convencional tengo que tener un buen margen bruto. Después lo otro son valores agregados.
-En esto también se ven reflejadas las discusiones que se están dando ahora como la de la Agenda 2030. ¿Cómo ves eso?
-Yo creo que el término que hasta hace unos años estaba vigente, que era el de conservación, ya queda un poco obsoleto, porque tenemos ambientes en Argentina que no nos alcanza con conservarlos porque ya los hicimos pelota con malos manejos y errores. Y El Mate fue parte de esa pérdida de materia orgánica en los suelos, mala infiltración, generación de cárcavas, etcétera. En esos ambientes ya no sirve decir bueno, conservo lo que tengo. Tengo que dar un paso más y ver cómo lo regeneró para que este ambiente sea funcional a futuro.