En esos días en que pareciera que el mundo permanece callado, cuando ya no pudiera haber existido más silencio en cada hora, me llegó tu mensaje. Tan simplemente abrazador que no contuve la lágrima. Hay silencio que acompaña, hay silencio que se disfruta, hay silencio que sana, hay silencio que hace cosquillas y están los otros silencios, los que despiden, los que echan candados, los que aturden, los que nos hacen invisibles, los que terminamos silenciosamente callando.
Pero lo maravilloso de tu mensaje fue su mágica manera de convertir en papel picado a este silencio asfixiante. Un puñado de papel picado qué me hizo emocionar para inmediatamente reír. Un puñado de papel picado como este puñado de harina común que reservo en un bowl. Será 1 kilo. Agrego sal, unos 30 gramos, y 150 gramos de queso rallado. Mezclo y esperando tu respuesta preparo el fermento.
No sé si está bien esperar. A veces creo que he esperado mucho de personas que no tuvieron algo para ofrecer. Así es el camino. Se da, no se escatima en arar el corazón. Se recibe, se germina la huella o se queda la semilla expuesta al sol sin más que silencio.
Pero a pesar de no saberlo, espero a que mi fermento comience a hacer como burbujas en este cuenco. Este cuenco que, con su tibieza, casi siempre me termina de emparchar el corazón y de arriar el alma. La vida es un poco como estos 50 gramos de levadura fresca desgranados con alguna desilusión, que mezclo con una cucharadita de azúcar y un poco de agua calentita.
La vida es también espacio para leudar lo que sea que deba ser, más allá de nuestras ganas o a pesar de nuestros latidos.
Parece que tu mensaje me ha cambiado el ánimo. Lo festejo aunque nunca lo vayas a saber. Un simple mensaje acompaña más que una tropilla de promesas.
En el bowl en donde tengo esa lluvia de queso, incorporo 80 gramos de manteca o grasa y la deshago como deshago aquel silencio… Agrego el fermento y uno. Convierto todos estos ingredientes en un bollo tierno. Un bollo que va a leudar con paciencia hasta que la masa intente treparse por los bordes del recipiente. En este momento la saco y la golpeo un poco sobre la mesa. Un poco, no más, cómo me ha golpeado a veces la realidad para mostrarme que el surco no es el que creía.
Estiro la masa de unos 2 centímetros y con una copita de licor corto estos scones de queso que huelen a un día feliz aunque también nunca lo sospeches.
Horno fuerte 15 minutos y a mi me ha parecido una eternidad convertirte en un segundo de silencio. Una receta para el alma callado y un corazón en silencio. Jorja
Hola! Las recetas son muy buenas y lo que escribis muy lindo. Sólo te pediría que si podés pongas al final la lista de ingredientes en las cantidades correspondientes porque así se hace difícil de seguir!
Gracias!