Raúl Fernández es de aquellos hombres que no pierden casi nunca la calma, se le nota a la legua. Con 60 años a cuestas, su abuelo y su padre fueron viñateros como él, en esta Mendoza que está viviendo una nueva vendimia que no le paga bien a los productores. Ni en plata ni en respeto les paga bien. Raúl no pierde nunca la calma pero sus ojos vidriosos transmiten que no la está pasando bien.
-¿Por qué ya no se puede vivir bien de la viticultura? Antes, en otras épocas, un viñatero de 5 hectáreas podía vivir dignamente y educaba a sus hijos…- le preguntó Bichos de Campo a Raúl, quien todavía conserva 4,5 hectáreas de viñedos que trabaja con su familia, debió alquilar otras tierras que no pudo sostener, y se las rebusca con otras cosas.
-Porque no da. A pesar de que los precios a lo mejor eran iguales antes que ahora, hay mucho más gasto. Las presiones impositivas son distintas y como empleadores se está mucho más limitado (en referencia a los altos costos laborales). Hay mucha más presión estatal. Antiguamente, y hablo de mis padres y de mis abuelos, era otra cosa. Siempre hubo problemas en la vitivinicultura, es una historia muy lastimada esta, y en realidad ha habido muy pocos años que se haya vivido bien de la viña. Pero hoy por hoy no alcanza. Cosechando bien no alcanza.
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Según el pequeño productor de la zona de San Carlos, en pleno Valle de Uco, “con la mayor presión fiscal, no hay capacidad de ahorro. Y lo que queda como excedente, hay que dárselo al fisco”.
-¿Y antes uno podía dedicar ese excedente a otra cosa?
-El progreso existía antes. En tiempos de mis padres y mis abuelos, unos cuarenta años atrás…
Como todos los productores de vides en esta provincia, la cosecha 2020 será para Fernández un nuevo fiasco: entregará su uva a la bodega que se la quiera recibir y que recién le dirá cuánto cobrará en junio o julio, cuando el vino ya esté elaborado. Seguramente sea un precio que no llegue a cubrir sus costos, como ya sucedió en los últimos tres o cuatro años. Luego de eso, puede suceder que Raúl termine cobrando sus uvas en cómodas cuotas que no reconocerán ni la inflación ni otros factores de la macroeconomía.
Mientras tanto, la principal excusa que escuchará Raúl de los compradores es que sobra vino pues han caído fuerte las ventas, sobre todo luego del desplome del consumo interno de vino.
“Es cierto que ha bajado el consumo, no solo acá sino en todo el mundo, aparentemente sobra uva. Y es que las costumbres del consumo van variando y ya la juventud prefiere bebidas más rendidoras”, reconoce el pequeño productor mendocino. Pero también remarca que “hay poca inversión a nivel propaganda para crear un consumo. Salvo algunas bodegas, nadie hace una publicidad seria, como por ejemplo hace la cerveza u otras bebidas. A lo mejor su negocio no es que le importa vender al nivel interno. En realidad no sé”.
En este mismo sentido, Raúl se lamenta de que ” hay muchas instituciones que no nos han rendido los frutos que todos esperábamos. Se arrancó bien con la Coviar (Corporación Vitivinícola Argentina), pero después se diluyó y hoy por hoy es nula, mientras el productor sigue en su camino de sobrevivir”.
-Siento que ya mi actividad tiende a desaparecer- nos dice Raúl.
-¿Pero es la actividad la que va a desaparecer o es usted, como pequeño productor?- le retrucamos.
-Eso sin ninguna duda. El camino va a la concentración absoluta, la mecanización, y en un futuro el pequeño productor no va a tener lugar por una cuestión de escala económica y de costos.
Fernández considera que, en realidad, el mundo avanza hacia una especialización por zonas, en la que cada país producirá una cosa y la diversidad será una quimera. “Mendoza, como economía regional, no interesa. Los gobiernos globales están apuntando a que se haga minería, que se haga petróleo, y que los pequeños productores, que se yo, hagan una huerta y vivan artesanalmente. Esa es la visión a mediano plazo”, sospecha.
-Yo creo que no intereso a los gobierno. No intereso.