Si hay una producción local que no sabe de banderas rojas es la de kiwi. Así lo definen los fruticultores que están detrás de ella, ubicados mayoritariamente en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, que campaña tras campaña ven nuevos lotes cultivados y una rentabilidad que ha sabido mantenerse constante.
Si bien los primeros cultivos comerciales se colocaron en el país a principios de la década de 1990, la implementación del 1 a 1 impidió en muchos casos que se siguiera produciendo. La actividad recobró su impulsó recién a comienzos de este siglo, y dados sus ciclos largos fue en la primera década que comenzó a mostrar competitividad.
Desde 2012, sus principales representantes se nuclean en la Cámara de Productores de Kiwi de Mar del Plata, localidad en donde se obtiene el 80% del stock nacional de esa fruta. Aún así, dentro de ella hay representación de los partidos de General Alvarado, Balcarce, General Madariaga, Mar Chiquita, Necochea, Lobería, San Cayetano, Tres Arroyos General Pueyrredón.
“Debe haber unas 600 a 700 hectáreas plantadas, de las cuales unas 350 hectáreas se encuentran en la plenitud de su producción, algo que se alcanza al quinto o sexto año dependiendo del manejo que se haga. Hay plantaciones que producen un 20% porque tienen 3 años, otras que producen un 70% porque tienen 4 años. Es un mix. Los rendimientos promedios rondan los 25 mil kilos por hectárea, con picos de 45 mil kilos”, dijo a Bichos de Campo Ricardo Nejamkin, productor y socio fundador de esa Cámara.
Aquellas variaciones en el rendimiento dependen de distintos factores como el clima, el manejo tecnológico, la época del año, la fertilización, el riego, entre otros. Pero en términos generales, este cultivo requiere de un suelo permeable, profundo, y de temperaturas que no lleguen a extremos ni en verano ni en invierno.
“Todo eso lo conseguimos por el efecto moderador del mar, porque eso se produce en esas localidades del sudeste bonaerense. Nuestra calidad siempre es muy buena, y alcanzamos los parámetros más altos, que son el nivel de material seca y los grados brix al momento de cosecha”, afirmó Nejamkin.
La cosecha de kiwi se realiza en mayo, y aquello que no se destina al mercado interno (que de acuerdo con la campaña puede ser entre un 30% y un 40% de la producción) se puede conservar en cámaras hasta diciembre o enero.
“Esta campaña fue mejor que la anterior en cuanto a tamaños, pero hay que decir que la producción es bastante estable. Un lote que da 25 mil kilos, cuando anda muy bien da 28 mil y cuando anda muy mal da 22 mil. El que da 40 mil kilos, cuando anda muy bien da 45 mil y cuando anda mal da 35 mil. No hay grandes dispersiones en eso”, explicó.
Nejamkin también dijo que la producción “en general es rentable, por eso mismo se multiplica. Nosotros tenemos una demanda permanente del mercado interno, que incluso no llegamos a satisfacer. Y la decisión de exportar o no tiene que ver con las variables económicas que se manejan acá”, explicó el productor.
A nivel comercial, Argentina compite con los productores del hemisferio sur. En el primer lugar se encuentra Nueva Zelanda, donde se adaptó originalmente esa fruta (por eso se llama kiwi, aunque sea originaria de China). Aquel país tiene de 12 mil a 14 mil hectáreas implantadas, seguido por Chile con unas 10 mil.
De todos modos, el principal productor mundial es Italia, aunque su producción a contraestación impide una competencia directa con la oferta local. De hecho, Argentina exporta kiwis a ese país, al igual que a España, Francia y Gran Bretaña. Y también los importa en gran cantidad.
Pero aún frente a estos números, los productores locales confían en que la calidad de la fruta argentina puede posicionarlos mejor a nivel mundial.
“Tenemos una calidad superior a la de Chile, que ellos no van a alcanzar nunca. Y nosotros podemos desplazarlos de los mejores mercados. No así con Nueva Zelanda, que tiene su mercado de élite. Pero con que lleguemos a estar segundos sería más que suficiente. Para eso tenemos que tener volumen. Muchas veces los clientes grandes nos piden cantidades que no podemos enfrentar. Pero para la actividad será mejor que haya mayor superficie, porque una mayor escala genera mejoras en todo sentido”, afirmó Nejamkin.
-La Cámara está habituada a recibir consultas de potenciales productores interesados en avanzar dentro de esta actividad. ¿A qué atribuye ese creciente interés?- le preguntamos.
-Mi opinión personal es que productores, dueños de campos, ven repetitivamente, año tras año, el éxito de las producciones existentes, y asumen que es una actividad consolidada de la que merecen ser partícipes. Yo traje el primer kiwi en el año 1989. Me miraban con cara de locos. Ahora, después de años y años, cada vez hay más kiwi, de mayor calidad, que se vende. Y los productores crecen, aparecen vecinos con tractores nuevos, máquinas nuevas. Es por esa percepción. A veces más, a veces menos, pero el kiwi siempre es rentable, y no tiene crisis.
-¿En qué debe invertir alguien que quiere apostar a esto?
-Este es un cultivo intensivo que requiere mano de obra intensiva e inversiones intensivas. Para obtener altos rendimientos, vos tenés que invertir de todo. No hay límite en lo que vos podés mejorar tu productividad. El problema está en que esa inversión que hagas para mejorar la productividad sea una rentable. Si yo pongo una persona parada al lado de la planta todo el día abanicándola, seguro me va a dar más fruta, pero me va a costar más de lo que gano. Entonces es un equilibrio. La tecnología acá ha avanzado mucho. En general, los lotes altamente productivos tienen riego localizado desde el arranque.
A continuación, detalló: “Hay mucho avance en protecciones, en manejo biológico, en genética, en polinización, fertilización, en muchas cosas”.
-¿Y los precios de qué dependen?
-Los precios dependen mucho de los calibres o tamaños. En el Kiwi tenemos 10 calibres. Cambian los precios radicalmente por calibre. El productor, como siempre, tiene que ver la escala que tiene. No va a recibir el mismo precio el que carga un camión entero que el que carga una camioneta. Podés pensar que un cajón de calibre medio vale 2.000 pesos el kilo.
-Finalmente, ¿qué consejo le daría a alguien que quiere sumarse a producir kiwi?
-El consejo básico y sustancial es que hay que poner mucha plata arriba, porque la inversión es alta. Por lo tanto, el campo tiene que ser el que corresponde. No puede ser cualquier lote. No tiene sentido hacer kiwi en un lote que no reúna las condiciones óptimas, porque vale menos el lote que lo que se invierte. Y después, hacer la superficie que se pueda manejar de manera óptima. En vez de hacer 10 hectáreas más o menos, hagamos 7 bien. Conceptualmente, ese es el mensaje que pasamos. La Cámara tiene entre sus objetivos evitar que se hagan mal las cosas, porque deteriora a la actividad en términos generales. Manda un mal mensaje. Y creemos haberlo logrado, porque cada vez hay más producción y productores.