KWS SAAT SE & Co. KGaA, más conocida como KWS, es una de las compañías de semillas más antiguas y emblemáticas del mundo. Su historia comenzó en 1856 en el pequeño pueblo de Klein Wanzleben, en Alemania, cuando Matthias Christian Rabbethge empezó a seleccionar remolacha azucarera con la idea de aumentar su concentración de azúcar. De ese trabajo artesanal nació Klein Wanzlebener Saatzucht, literalmente, la casa de semillas de Klein Wanzleben, de donde provienen las tres letras que hoy identifican a la empresa.
Más de un siglo y medio después, KWS se mantiene bajo control familiar y continúa enfocada en lo que mejor sabe hacer: investigación, mejoramiento genético y producción de semillas para distintos cultivos.

A diferencia de otras multinacionales del agro que fueron absorbidas por grandes grupos químicos, KWS sigue siendo independiente. Su capital cotiza en la Bolsa de Fráncfort, bajo el ticket KWS, pero la familia fundadora Rabbethge conserva la mayoría accionaria a través de una sociedad controlante, lo que le permite mantener decisiones de largo plazo sin depender de fusiones ni fondos de inversión. Esa independencia es parte de su identidad y una de las razones por las que la empresa se define como “orientada a las generaciones, no a los trimestres”.
Hoy KWS desarrolla, produce y comercializa semillas de remolacha azucarera, maíz, cereales, colza, girasol y vegetales. Además de la producción, invierte fuertemente en investigación: cerca del 21% de su facturación anual, unos 349 millones de euros, se destina a innovación genética, biotecnología, edición de genes y ensayos a campo. Su objetivo es claro: ofrecer variedades que rindan más y que puedan enfrentar enfermedades, plagas y condiciones climáticas extremas, una demanda cada vez más urgente en todas las regiones agrícolas del mundo.

Esa búsqueda quedó demostrada en el último ejercicio: KWS obtuvo 584 nuevas aprobaciones de variedades, un récord histórico, y logró que dos tercios de sus ventas provinieran de materiales desarrollados en los últimos años, una muestra de su capacidad para transformar la investigación en resultados comerciales.
La compañía estructura su negocio en cuatro grandes unidades. El segmento de remolacha azucarera (Sugarbeet) sigue siendo el más sólido: en el ejercicio 2024/2025 facturó unos 871,8 millones de euros, con un EBIT de 367 millones. La división de maíz (Corn), en cambio, mostró una pérdida operativa de 70 millones, afectada por la venta de su negocio de maíz y sorgo en Sudamérica al grupo argentino Don Mario (GDM) y por la reducción de su participación en la estadounidense AgReliant Genetics. El área de cereales, que abarca trigo, cebada y centeno, registró ventas por 268,6 millones de euros y una ganancia moderada de 18 millones, mientras que el segmento de vegetales creció un 16% y alcanzó ventas por 143 millones, aunque todavía sin resultados positivos debido a las inversiones en nuevos centros de investigación y redes comerciales.

Los números del último balance reflejan una compañía financieramente más liviana y sólida. Tras la reestructuración de su negocio de maíz, KWS redujo su endeudamiento a niveles mínimos y logró mejorar su flujo de caja, lo que le permite invertir con mayor flexibilidad. En el ejercicio 2024/2025, sus ganancias netas superaron los 230 millones de euros y el margen operativo se mantuvo estable pese al contexto desafiante del agro europeo. La empresa también anunció un aumento del dividendo para sus accionistas, en línea con una política de retornos más generosa, pero sin resignar su tradicional prudencia financiera.
A nivel global, KWS está presente en más de 70 países y tiene operaciones productivas o de investigación en 25 de ellos. Emplea a más de 5.000 personas, de las cuales más de la mitad trabajan en Alemania. En Europa concentra el 70% de sus ingresos, con fuerte presencia en Alemania, Francia y Europa del Este, donde domina el mercado de remolacha y cereales. América del Norte aporta otro 15%, Asia alrededor del 5%, y el resto proviene de América Latina y África.
La decisión de vender el negocio de maíz y sorgo en Sudamérica marcó un cambio estratégico importante. En marzo de 2024, KWS cerró un acuerdo con Grupo Don Mario, que incorporó sus centros de producción en Brasil y Argentina y sumó a unos 700 empleados. En 2025, la compañía avanzó un paso más al acordar la venta de su participación en el negocio de maíz en Norteamérica, que operaba junto a Limagrain a través de AgReliant Genetics, completando así su salida global del maíz fuera de Europa. La movida le permitió concentrar sus recursos en las áreas donde tiene mayor especialización, como la remolacha, los cereales y los vegetales, y liberar capital para nuevas inversiones en innovación.

El área de vegetales se convirtió en una de las apuestas más dinámicas. En junio de 2025, KWS inauguró un nuevo centro de investigación y desarrollo en Andijk (Países Bajos), un complejo de 10.000 metros cuadrados con invernaderos, laboratorios y oficinas donde se trabaja en espinaca, poroto, remolacha roja, acelga, pepino y pimiento. Además, lanzó su primera variedad propia de sandía, Tropikalia, adaptada al mercado brasileño.
En Argentina, KWS mantiene una presencia activa. La filial local, creada en 1997, tiene su sede en Balcarce y plantas de procesamiento en esa ciudad y en Manuel Ocampo, además de centros de mejoramiento genético en Chivilcoy y Jesús María. Durante años fue una de las bases de desarrollo de híbridos regionales, y aunque el negocio de maíz pasó a manos de GDM, la compañía sigue vinculada a proyectos de investigación en cereales, así como a servicios técnicos y actividades institucionales.
De cara al futuro, KWS se fijó metas ambiciosas: espera crecer entre 3% y 5% por año de forma orgánica y alcanzar un margen EBITDA del 19% al 21% hacia 2028. Sus prioridades estratégicas se centran en tres pilares: expandir su liderazgo en cultivos tradicionales, fortalecer negocios de alto valor como los vegetales y acelerar la innovación genética mediante edición de genes y nuevas tecnologías de mejoramiento.
Con más de siglo y medio de historia, KWS es una excepción dentro de un mercado cada vez más concentrado. Mientras gigantes como Bayer, Syngenta o Corteva combinan agroquímicos y biotecnología, la firma alemana se mantiene fiel a su especialización en semillas y a un modelo de gestión que combina tradición familiar y disciplina científica.





