Antes, cada vez que había un paro agropecuario o cualquier otra discusión, la propaladora de medios kirchenistas llamaban automáticamente al “ruralista k” Íder Peretti, ex presidente de la Sociedad Rural de Morteros y adlátere de Guillermo Moreno, para descalificar la protesta de la Mesa de Enlace. Peretti, que llegó a escalar hasta presidente de la CGE y manejó cifras millonarias en ROE para maíz y trigo, ya no sirve demasiado para esa fajina, pues en 2016 debió prácticamente huir hacia su provincia. En ese abrupto final, tuvo tiempo de gastar 1 millón de dólares en efectivo para comprarse un campito.
Ha aparecido en el firmamento, sin embargo, un nuevo “ruralista k” que también es bastante funcional a una visible estrategia comunicacional que apunta a desacreditar a los dirigentes agropecuarios cada vez que inician un reclamo hacia la nueva gestión nacional de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, tengan la razón o no la tengan.
Este hombre se llama Pedro Humberto Salas y es el presidente de la Sociedad Rural de Córdoba desde mediados de 2018. Es dirigente rural, aunque solo estaría ligado a la producción agropecuaria porque -según repitió él mismo ante varias fuentes- la familia tenía algún interés ganadero en la vecina provincia de Catamarca, donde nació y vivió hasta que se fue a estudiar derecho a Córdoba.
Así que en realidad este ruralista K es un abogado recibido en Córdoba, de 57 años, que tiene un empleo fijo en Osdepym (la obra social ligada históricamente a la CAME), y que en la AFIP figura además como monotributista dedicado a brindar servicios jurídicos. El agro no aparece en su currícula ni como actividad secundaria. Bichos de Campo tampoco pudo encontrar su nombre ligado a alguna sociedad dedicada al rubro productivo.
Salas dirige actualmente la sociedad rural de la capital cordobesa, una entidad tradicional que se ha convertido ahora casi en una cáscara vacía: prácticamente no tiene productores asociados y mucho menos despliega una actividad gremial. Salvo que Salas, desde allí, se ha venido pronunciando en contra de sus supuestos pares y a favor de las decisiones del gobierno peronista cada vez que hizo falta.
- En junio de 2020, cuando se intentaba expropiar Vicentin, criticó a quienes se oponían y defendían a la empresa repitiendo un argumento bien kirchnerista: “Es como salir a aplaudir al que estafó a los productores”, según afirmó.
- En octubre se pronunció a favor de Dolores Etchevehere en la disputa judicial con su familia, entre ellos el ex ministro del macrismo Luis Miguel, y que terminó con el grotesco de un conato de reforma agraria apoyado por Juan Grabois. Dijo que la mujer que apoyó el Proyecto Artigas era “tan dueña como sus hermanos”, a los que calificó como “los locos de la guerra que la quieren fumigar”.
- En noviembre pasado, declaró también en contra de la opinión mayoritaria en el agro respecto del aporte solidario impulsado por Máximo Kirchner, que finalmente se aprobó. “El impuesto a las grandes fortunas es atinado”, indicó.
- Y ahora, ante el cierre reciente de las exportaciones de maíz, el nuevo ruralista K afirmó que su entidad no adhería a la protesta y explicó: “No vamos a apoyar a ningún boicot que vaya a restringir la cadena alimenticia ni vaya a provocar a los argentinos desabastecimiento de alimentos en la góndola“.
La reproducción de este tipo de declaraciones siempre estuvo garantizada por una red de medios cercana al oficialismo. Incluso el diario porteño Página/12 llegó a entrevistarlo hace pocos meses y lo presentó como “el abogado es uno de los principales referentes agrarios de una de las provincias que más aporta en términos de agroindustria y comercio exterior”.
La verdad es que Salas no puede mostrar demasiada ligazón con las actividades productivas y más bien sí queda clara en las redes sociales su cercanía con la política. Y con la política kirchnerista, sobre todo.
Dentro de la CAME, según fuentes de la propia entidad, Salas responde a sectores de la oposición y utiliza la chapa de la Sociedad Rural de Córdoba para escalar posiciones en la interna de la organización. Pero muy lejos está todavía de poder sentarse en la mesa directiva que conforman unas 90 organizaciones. Es que allí todo el mundo sabe, según las fuentes, que ostenta es “un sello de goma”. Eso sí, la asignan a este pseudo ruralista tener buenos vínculos con La Cámpora.
¿Es la Sociedad Rural de Córdoba un sello de goma? No podría decirse eso, porque algo hace, aunque casi no presta servicios a los productores agropecuarios de su zona de influencia.
Su predio ubicado en la zona de Malagueño, en las afueras de Córdoba Capital camino a Carlos Paz y vecino al tristemente famoso centro clandestino de detenciones La Perla, más bien se ha convertido en una suerte de club hípico abierto a la comunidad. Allí por ejemplo se ofrecen clases de equitación para niños y adultos. Y hasta se brinda un curso de facilitador en técnicas de aprendizaje y sanación con asistencia de caballos. Pero sin exposiciones ganaderas, ni remates, los corrales sobran. Están semivacíos.
Hay algunos novillos, muy pocos, que sirven para llevar a cabo una experiencia de alimentación con forrajes producidos mediante hidroponía (sin suelo, solo con agua) en un pequeño cluster montado en el lugar. La experiencia es llevada adelante por Víctor Moncada, uno de los pocos socios que le quedan a la rural cordobesa y miembro de la cooperativa Churqui Cañada, propietario de un vivero comercial que utiliza esta misma técnica en la localidad de Cerro Colorado.
Moncada es el padre de la actual vicepresidente de la entidad, María Victoria Moncada, que también es abogada y no tiene actividad agropecuaria conocida. Más bien, todo lo contrario, ha venido trabajando en varios organismos públicos (el último es el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos) e integra la conducción de la Asociación Mutual de Amas de Casa de la provincia de Córdoba.
La secretaria de la Sociedad Rural de Córdoba, en tanto, se llama María Silvina Castellano. También trabaja en relación de dependencia en el Ministerio de Salud.
No son estos directivos los que inauguraron la inusual costumbre de esta sociedad rural de apoyar a los gobiernos de signo kirchnerista. Ya en el gobierno de Cristina y durante el conflicto con el campo, el ex presidente de la entidad, un arquitecto llamado Eduardo Alfredo Ballester, actualmente jubilado con 70 años, había comenzado a tomar posiciones antagónicas con el resto de las sociedades rurales de la provincia, agrupadas en Cartez, la confederación cordobesa de CRA. Ballester, de todos modos, no logró el brillo que llegó a tener Íder Peretti, que llegó incluso a abrazarse con Cristina en el velorio de Néstor Kirchner en 2010.
Pero tanto tiraron entonces de la soga que al final se rompió: el resto de las rurales cordobesas pidió la expulsión de este entidad díscola. Por eso a partir de 2011, Ballester recaló con este sello en la CAME, donde en ese momento se estaba formando una coalición de economías regionales que hoy es muy potente y siempre mantiene una buena articulación con los sucesivos gobiernos.
Hubo un intento de volver a las fuentes en la presidencia de quien sucedió a Ballester, el militar retirado Carlos Domínguez Linares, fundador de centros tradicionalistas de Córdoba y experimentado jugador de pato. Este productor intentó reinsertar a la rural dentro de Cartez y las negociaciones estuvieron muy avanzadas. Pero al final el grueso de la comisión directiva que lo acompañaba no aceptó y Linares se quedó con las ganas. “Yo no tengo las mismas posiciones”, aclara el ex militar, que ahora se mantiene al margen de esa rural pensando en ayudar a los productores desde otro lado.
Entre los que le rechazaron regresar al nido agropecuario estaba Salas. Tiene derecho a pensar distinto a todos los demás. Tiene derecho a expresar una posición propia. Pero todos los demás tenemos derecho a saber desde dónde habla.
Ruralista que no distingue un novillo de una palangana? Otro parasito K que no sirve ni para hacer sombra!
Totalmente de acuerdo pero esto logró que me dé cuenta que aún no he perdido mi capacidad de asombro.