En la esquina de Libertad y Tucumán, con el imponente edificio del colegio Presidente Roca de fondo, una olla de aluminio sostenida por unos caños cocina pochoclos al calor del sol del mediodía. Los transeúntes, muchos de ellos vestidos de oficina -un “outfit” muy común en el microcentro porteño-, agarran algunos al pasar. Los más curiosos, o los que tienen unos minutos más de tiempo, se detienen y, entrecerrando los ojos por el reflejo, preguntan qué es esa gran estructura metálica.
“Es una cocina solar. Probá, estos pochoclos los hicimos recién”, responde Néstor, que es el encargado de que, durante la jornada, la mayor cantidad de gente conozca esa iniciativa.
Es el momento de mayor irradiación solar, tal vez de la semana más calurosa de la primavera, y pareciera que esa olla tiene una hornalla encendida debajo. Pero no. Es ciencia y es energía renovable, y es ingenio que puede aplicarse en casa.

El día acompañó a la iniciativa, que desde ya se hubiera visto frustrada si en Capital Federal ese jueves amanecía nublado fruto del “smog” que no se disipa con facilidad o del clima cambiante de esta época del año. Aliviado por haber cumplido la tarea que le encomendaron desde la subsecretaría de ambiente de CABA, Néstor Prieto explicó a Bichos de Campo de qué se trata esa cocina solar y por qué la promueven en pleno microcentro porteño.
La estructura es muy sencilla y, de hecho, incentivan a que los vecinos que tengan patio o terraza la construyan ellos mismos. “Es chapa con cinta aluminizada que hace un efecto lupa con el sol y concentra los rayos para cocinar”, señaló el técnico que, para poder trabajar tranquilo, no se saca los lentes de sol.

Minutos antes, había cocinado ya varias tandas de pochoclos para los adolescentes que salían de los colegios de la zona, pero podría haber optado por cualquier otro “manjar”, pues, si el día acompaña, a la cocina solar potencia no le falta. “En el verano la temperatura puede superar los 600 grados y puede hasta perforar la olla”, explicó el técnico.
Desde la subsecretaría que integra, ya son varias las iniciativas de ese tipo que promueven para demostrar que, además de los tradicionales paneles solares y termotanques, que suelen ser costosos y difíciles de aplicar en la gran ciudad, hay muchos otros “electrodomésticos” -que no son eléctricos pero si domésticos- que prescinden de las energías convencionales y son también muy efectivos.
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“En el Ecoparque, por ejemplo, tenemos un biodigestor para hacer biogás a partir de los desechos animales”, señaló Prieto, en referencia a que su cartera promueve otros proyectos para que intentan impulsar el cuidado del medioambiente y hacer más “verde” la Capital Federal.
Igualmente, sería raro que la “ciudad de la furia”, donde los tiempos apremian y la rutina es vertiginosa, se llene de antenas parabólicas que cocinan sin temporizador ni regulador de temperatura. Al menos, es una forma de insistir en que, además de reciclar y separar residuos, el ciudadano de a pie puede ser eficiente en el uso de la energía.





