En una conferencia de prensa convocada por Microsoft, nos hablaban de los milagros que pueden hacer la Inteligencia Artificial (IA) y los complejos algoritmos desarrollados por esta compañía para ayudar a los científicos de todo el mundo en sus luchas contra el cáncer, la conservación de la biodiversidad o para frenar el cambio climático. Luchas varias que dan las personas, especialmente.
Lo dijo bien el gerente general de Microsoft en Argentina, Diego Bekerman. Luego de definir que las nuevas tecnologías de manejo de datos e Inteligencia Artificial podrán ayudar a la humanidad a “solucionar problemáticas a gran escala”, aclaró que ninguna máquina o programa informático logrará reemplazar al hombre. “La IA viene a amplificar el ingenio del humano”, sentenció el ejecutivo. Fue después de eso que nos presentaron a Ana.
La bióloga Ana Liberoff integra junto a Natalia Pessacg y Silvia Flaherty un equipo que investiga el ecosistema del Valle Inferior del Río Chubut, unas 22.500 hectáreas irrigadas gracias al trabajo de canalización que hace décadas hicieron los inmigrantes galeses que desembarcaron muy cerca de lo que hoy es Puerto Madryn: Ana vive en esa ciudad y forma parte del Centro Nacional Patagónico (CENPAT) que depende del CONICET. A mi me cayó simpática porque durante toda la conferencia de prensa movía ampulosamente su pierna izquierda, no la podía detener. Clic, clac. Estaba muy claro que se hallaba incómoda afuera de su lugar.
La preocupación de Ana por el destino de ese valle regado por las aguas del Río Chubut es también la preocupación por la enorme mayoría de la población de la provincia que se concentra en los alrededores y que también depende de ese curso de agua. Fue eso lo que llevó a Ana hasta las modernas oficinas porteñas de Microsoft. No fue la Inteligencia Artificial. Fue su decisión por investigar sobre la principal fuente de agua potable que tienen sus vecinos en Madryn o en Trelew o en Rawson o en Gaiman, donde un día la mismísima Lady Di tomó el té. Con masitas y torta galesa hechas con aguas del río Chubut.
Ana mueve la pierna, para adelante y para atrás; luce nerviosa por tener que dar explicaciones. Cuenta que el Río Chubut nace cerca de la Cordillera y recorre toda la estepa patagónica. Luego, cerca del mar, se entromete entre las bardas del valle inferior y comienza a ofrecer sus aguas para el riego de alfalfas y de pasturas naturales, de algunas hortalizas y algo menos de frutales. También avisa Ana que es muy veloz la instalación de feedlots en la zona, es decir que ese agua también sirve para saciar la sed de los bovinos. Más adelante, recién más adelante, están las tomas de agua para la población.
Ana dice que lo que más le interesa investigar a ellas y a sus compañeras de trabajo es la calidad del agua que llega hasta sus viviendas, y como impacta la actividad agropecuaria sobre el vital fluido. Cuenta la investigadora que gracias a los antiguos canales de riego, los campos se riegan por inundación y los cultivos toman el agua que necesitan. El resto vuelve al cauce, con sedimentos de todo tipo y restos de las prácticas agropecuarias. A la investigadora del Conicet le preocupa sobre todo eso. Cuenta que en ciertas zonas del río han proliferado poblaciones de algas extrañas debido a los elevados residuos de fertilizantes.
No fue la Inteligencia Artificial, definitivamente, la que ha hecho hasta ahora estos descubrimientos. Ni tampoco esas predicciones que preocupan a Ana han surgido de una computadora. Fueron otros científicos como ella los que comenzaron a advertir que debido al calentamiento global las temperaturas en esa región del país aumentarían un promedio de 1,5 °C, y que esto provocará una disminución de entre 10 y 30% en las precipitaciones sobre la cabecera serrana de la cuenca del Río Chubut. Si todo se confirma, hacia fines de este siglo el río llevará entre un 30% y un 40% menos de agua que en la actualidad, advierte Ana.
Dispuestas a dar batalla contra ese pronóstico que parece irremediable, Ana y sus colegas comenzaron a investigar la utilización del agua en la región y en lo primero que repararon es que no contaban con datos confiables, más allá de los que un técnico conocedor de todo el valle había relevado durante mucho tiempo, pero casi a pata, libreta en mano.
Recién ahora aparece Microsoft en esta historia. Mal financiados por el propio sistema oficial de ciencia y técnica, Ana y sus compañeras fueron a dar con la posibilidad de que la compañía fundada por Bill Gates se convierta en otro de sus mecenas. Y es que, según comenta el director de Filantropía de MIcrosoft, Jorge Cella, la compañía donará 50 millones de dólares en los próximos cinco años entre proyectos innovadores para ayudar a mejorar la conservación de especies, a mitigar el cambio climático, a modernizar la agricultura y el uso del agua.
La pasión de Ana también se observa en eso, además de en el movimiento nervioso de su pierna: para seguir adelante con sus proyectos, la investigadora busca financiamiento hasta debajo de las piedras. De Microsoft logró ayuda para construir el primer mapa satelital del valle inferior del Río Chubu, nada más y nada menos. Lo hizo con ayuda de otra becaria del Conicet.
Si yo les transcribo aquí un párrafo de la gacetilla de prensa de Microsoft seguro que ustedes se perderán, como me pasó a mi: “La ingeniera Alexandra Trujillo es ingeniera electrónica, becaria doctoral en el CENPAT, experta en Machine Learning/Deep Learning y se encargó de escribir una arquitectura nueva de modelo de deeplearning para clasificar usos y coberturas a partir de imágenes satelitales. El modelo lo bautizaron SatNet (por Satélite + Network) y se encuentra en proceso de registro académico. La aplicación de herramientas de inteligencia artificial vuelve al proyecto único en la Patagonia”, afirma.
La pucha. Como sea, todos esas cosas raraspermitieron que haya un primer mapa satelital que identifica en qué se utiliza cada uno de esos lotes regados del valle inferior del Río Chubut. Eso es lo que importa. Las investigadoras, que dicen que lo compartirán con quien quiera utilizarlo (salvo la princesa Diana, ya tristemente fallecida en un sospechoso accidente), lo utilizarán para conocer como se utiliza la cotizada agua en esa región productiva patagónica. Con esa información y la magia de la IA, podrían formular incluso escenarios predictivos respecto de lo que sucederá a futuro con el río, finalmente el único motivo de su preocupación.
La excusa es perfecta para contar que Microsoft tiene abierta la convocatoria para su programa “AI for Earth” (para la tierra) , que tiene abierta su convocatoria a nuevos grupos de investigadores hasta el 6 de enero de 2020. En el caso de Ana y sus compinches, no hubo dinero en ayuda sino el aporte de los accesos necesarios a los complejos programas de Microsoft para el manejo de algoritmos y esos yeites parecidos. También acceso a la nube donde almacenar todos la información que se requirió para hacer un mapa satelital sobre un valle que tiene el tamaño de la ciudad de Buenos Aires.
El milagro definitivamente no es la Inteligencia Artificial. El milagro es que hasta aquí no haya habido un mapeo preciso de uno de los valles irrigados más australes en todo el mundo, cuando esa tecnología es tan frecuente en zonas muchos más productivas de la pampa húmeda. La reparación de esta injusticia se realiza ahora con imágenes que se bajan de un satélite europeo que pasa sobre el lugar cada quince días. La tecnología para procesarlas la puso Microsoft. Pero la pasión la pusieron Ana y sus amigas investigadoras.
“Uno de los objetivos de este mapa es contar con tendencias de cambio de uso de suelo combinadas a cambio climático. Los efectos de éste sumados a la transformación en la cobertura del suelo pueden afectar la cantidad y calidad del agua del río”, nos explica la gacetilla de la compañía tecnológica global.
Quizás Ana y su movediza pierna, con la ayuda de Microsoft, puedan evitarlo.
Tengo entendido que la xylella fastidiosa es una bacteria muy difícil de erradicar y que afecta no solo al olivo sino también a otros frutales.
Me pregunto si ya habrán experimentado con el ozono que es un gran destructor de virus y bacterias. Creo que el inta esta en condiciones de llevar adelante la experimentación y por lo que se hay gente que lo esta experimentando en distintos lugares con éxito, pero en otros cultivos. Gracias por la atención