Para contextualizar esta entrevista a Honoria Ramos, integrante de la familia y comunidad Ramos de Antofalla, es necesario contextualizar de donde ella viene, donde ellos producen desde hace varios siglos.
Antofalla queda en el departamento Antofagasta de la Sierra, en el noroeste de Catamarca, en plena región puneña. Está situada al pie del volcán Antofalla, que se encuentra activo, y junto al Salar de Antofalla, un enorme desierto de sal de 500 kilómetros cuadrados ubicado a 3.900 metros de altura sobre el nivel del mar. El pueblito queda un poco más abajo, pero no mucho más.
El nombre Antofalla proviene del idioma kunza y significa “pueblo donde muere el sol”. Es una comunidad pequeña y tranquila, y se organiza con un régimen especial, gobernada por un cacique y un consejo de ancianos.
De allí viene Honoria con su hermanas y todos sus productos, que son muchos y diversos. La primera lectura que debemos hacer es que la comunidad de Antofalla, en una tierra de volcanes y salinas, a la que se llega luego de trepar a más de 4.100 metros de altitud, donde muere el sor y todavía mandan los caciques, es de una riqueza productiva extraordinaria… en medio de esas condiciones.
Mirá la entrevista con Honoria Ramos:
Es muy difícil producir alimentos en Antofalla. Y es muy difícil no solo por la altitud y el paisaje circundante, sino además por las extremas condiciones climáticas de la zona, que tiene temperaturas invernales que pueden llegar a 20 grados bajo cero en invierno. Tanto frío hace, es tan hostil, que las escuelas abren desde la primavera y hasta mayo.
La comunidad de Antofalla, de donde provienen las Hermanas Ramos, está integrada apenas por entre 45 a 50 personas. La cifra fluctúa porque son varios los chicos que se van a estudiar la escuela secundaria, de la que ellos carecen.
Y sin embargo, Honoria Ramos cuenta:
“En el pueblito tenemos un puesto a donde sembramos habas y hoy traemos la menta, los yuyo, la copa copa”.
Y nos muestra que también logran hacer crecer el maíz, de la variedad Capia. Y las habas que también se cosechan entre febrero y marzo. La papa andina, con múltiples y coloridas variedades, aparece un poco más tarde, cerca de mayo. La menta surge silvestre en las vegas, donde hay hilos de agua. A la copa copa, otro yuyo digestivo de la zona, deben trepar para ir a recolectarla. Y lo mismo para la espinilla, que se usa para casos de “azúcar baja”.
Y así… Son ricos y diversos. Lógicamente también tienen algunos animales domésticos, como las llamas y las ovejas. Y la sal, tan cercana que aporta a la economía de la comunidad.
“En el Salar de Antofalla tenemos, El más grande del mundo. De ahí cosechamos la sal”.
Tomamos entonces una manzana muy pequeña del puesto que la familia Ramos ha montado en la última edición de la Feria de la Puna. “También tenemos manzanos. Eso sí es resguardado. Tenemos manzana de la agria y tenemos esta que es más dulce”, nos cuenta Honoria. Y se entusiasma: “También tenemos viñas chiquitas y luego tenemos duraznos”.
Con la lana de sus animales tiene ocupaciones para los largos meses de invierno. “Tenemos todo lo hilado acá, el hilo, la alfombra, tenemos guantes, bolsos, todo”.
Honoria habla como si no necesitaran nada más de lo que ya tienen.
-¿Pero qué necesitan? Ustedes son productores. ¿Qué les hace falta del gobierno? Pero no por pedir nomás sino para pensar en el futuro.
-Ahora la mayoría estamos haciendo hincapié en el agua, porque el agua está en muy, muy mal estado. Eso estamos pidiendo.
-¿Es poca o mala?
–Es mala, digamos la que es para consumo, Tiene mucho bicho y viene muy oscura y por eso estamos pidiendo.
-¿Con que tendrá que ver eso?
-Y ahora más cuando llueve viene por todas Las Vegas y así llega muy amarilla al pueblo.
-Habría que potabilizarla…
-Sí, ya hicieron un proyecto ahí para potabilizar y ver como van a hacer con el agua, que ahora se trae de otro lugar.
Cuenta la enciclopedia que en la capilla de Antofalla hay una inscripción que reza: “Hay algunos que leen libros para encontrar a Dios, la belleza de lo creado es un gran libro”.