Cuando su madre le enseñó a sus pocos ocho años algunas de las milenarias técnicas del hilado, Anita Gutiérrez no comprendió del todo que detrás de eso se escondía la cultura misma de la puna catamarqueña. Fueron los años los que la pusieron frente a ese conocimiento y tradición, y los que la llevaron a manejar con soltura las fibras de oveja, llama y la tan preciada vicuña.
Mientras hacemos la entrevista con Bichos de Campo, Anita no deja de hilar las fibras de vicuña que, junto a su comunidad, obtuvieron del último chaku realizado en Laguna Blanca, una de las zonas de la puna de Catamarca, donde proliferan las poblaciones de vicuñas. Ellos, organizados en una cooperativa de productores, realizan ese encierre y la esquila controlada. Luego Anita y otras artesanas multiplican con su arte el valor de esa fibra.
“El chaku es el momento de captura o encierre de vicuñas, que se extiende desde agosto y hasta diciembre. En esos meses, cuando se secan las vegas, los animales se juntan en torno al pasto y el agua que queda. Ahí armamos los alambrados con los portones, y sin hacerles daño se les saca la lana y se las libera”, contó la catamarqueña.
La cooperativa de productores de Laguna Blanca nuclea a más de ochenta socios vinculados a distintas actividades productivas y tiene su sede y centro de ventas en aquella localidad ubicada a 180 kilómetros desde la ruta 40 y la ciudad de Belén. Ella, en particular, trabaja con el producto del chaku, la tradicional actividad de encierre de vicuñas. Pero además su socios se dedican al hilado de la lana de llama y oveja, que son especies domesticadas.
Los chaku no se pueden hacer todos los años ni en épocas de preñez. El encierre organizado deriva en la recolección de algunos kilos de la fibra, que luego debe ser procesada por las artesanas. Se estima que un módulo de chaku –aquella cooperativa realiza 8 distintos por año- puede derivar en la captura de entre 400 y 500 vicuñas, de las que se extra medio kilo de fibra por cada una.
Mirá la nota completa a Anita Gutiérrez:
“Es la fibra más fina del mundo, que está muy cotizada por su textura y porque es un animal silvestre. Nosotros le llamamos el ‘oro caminante’. Por la caza furtiva la vicuña estuvo en peligro de extinción, y para que la gente se pudiera beneficiar de ella empezamos a hacer las capturas, trabajando la lana sanamente”, relató Gutiérrez, a quien cruzamos en la reciente Feria de la Puna en Antofagasta de la Sierra.
Si bien la cooperativa es dueña de la fibra que se obtiene de los encierres, una parte menor (entre 10 y 20%) del volumen obtenido es destinada al área de Ambiente del gobierno de Catamarca, al igual que sucede en otras provincias del norte como Jujuy. Con esa fibra, las autoridades realizan la distribución a otras hilanderas de la provincia y así además costean parte de los gastos que demanda la estrategia de protección de dicha especie.
“Esa fibra se distribuye entre los artesanos. Luego del chaku, el trabajo consiste en hacer el hilado, el torcido y su posterior uso en el telar rústico y manual. Un poncho puede llevar cinco meses y medio a seis meses. Lleva su trabajo pero tiene su valor también”, señaló la artesana. En la feria de la Puna, algunas de esas cotizadas piezas llegaban a valer más de 4 millones de pesos.
-¿Les ha servido organizarse en la cooperativa para hacer este trabajo?- le preguntamos a Anita.
-Sí, nos ha servido mucho porque esto nos dio beneficios, y los jóvenes se han empezado a incluir en la cooperativa también. Sirve para no perder nuestra cultura y tradición- enfatizó.
-¿Se va mucha fibra sin que pase por sus manos artesanas? ¿Se vende mucha materia prima?
-Eso es lo que queremos, que la lana no se vaya a otro lado, que no se venda al extranjero, que quede siempre en el pueblo, en la provincia, en el departamento. Queremos que el trabajo lo podamos hacer y que siempre sea natural.
-Arrancaste de muy chica a hilar… ¿Hacerlo todavía te gusta?
-Sí, me encanta tejer, es mi pasión porque es nuestra vida, nuestra cultura. La juventud siempre aprende de la madre, la abuela o de algún otro pariente. Buscamos que no se pierda.