Uno de los debates librados entre los productores de lana de la Puna es que, generalmente, estas fibras sólo se destinan al trabajo artesanal y no tiene un destino industrial. Eso restringe el mercado y deprime el precio de la materia prima, porque lo relega a una actividad muy particular y muy supeditada al turismo estacional.
Justamente en búsqueda de revertir esa tendencia fue fundada la empresa Tex Andes (Textil de los Andes) allá por el 2006. Su propuesta es revalorizar las fibras naturales producidas en la Argentina (no solo lana de oveja sino también de llama, vicuña y hasta guanaco) pero realizando una producción textil con métodos industriales y con el foco puesto en la calidad del hilado.
Apoyados en varias economías regionales, en la empresa solo se abastecen de lanas de productores y cuentan con la maquinaria necesaria para demostrar que se puede hacer prendas finas y cómodas a partir de la fibra de llamas, guanacos, ovejas, cabras o vicuñas.
Durante la Feria Ganadera y Artesanal de la Puna, celebrada en la localidad catamarqueña de Antofagasta de la Sierra, Bichos de Campo entrevistó a Mariano Botella, el gerente de la planta ubicada en San Fernando del Valle de Catamarca. En esta empresa se abastece de hilos a otros productores, pero a la vez fabrica sus propias prendas finales (en especial ponchos o sueter) que ya han llegado a distintas partes del mundo.
Detrás de Tex Andes hay un conocimiento vasto de los nuevos mercados y los cambios en la demanda. Eso no implica que no hayan tenido que hacer el camino al andar, porque no había antecedentes de un trabajo industrial con fibras naturales, y que encima provengan de producciones locales. Pero, en ese nicho, encontraron la forma de crecer. Hoy compiten por la fibra con las empresas de alta costura que suelen importar la fibra de vicuña, especialmente hacia Italia.
“Cada vez hay más mercado”, asegura Mariano. De hecho lo hay porque ellos mismos buscan innovar en un sector que siempre estuvo asociado a lo artesanal.
Su principal propuesta de valor es hacer prendas e hilados ecológicos, que parten del respeto animal y el apoyo a comunidades regionales, y que, en términos de comodidad, están al nivel de cualquier fibra sintética.
Mirá la entrevista completa con Mariano Botella:
Botella cuenta que el secreto para competir en el segmento industrial está en el grosor de los hilos. En el caso de las fibras de camélidos sudamericanos, en especial la llama, estos procesos evitan que el producto final genere la “picazón” tan característica de los productos artesanales.
“Prácticamente nadie en el mundo hace esa clase de hilado de llama o de oveja tan fino”, asegura el gerente de la empresa. La “magia” sucede en su planta de producción propia, instalada en el Parque Industrial El Pantanillo, donde llevan adelante todo el proceso, desde la preparación de las fibras hasta la elaboración del producto final.
Para llegar a los pulóveres y ponchos de hilado fino, que incluso suelen vender a otras grandes marcas de ropa, necesitan de un primer proceso clave, que es la preparación de las fibras que consiguen gracias a cooperativas de la Puna, que acopian y comercializan la materia prima.
Una vez llegadas a la fábrica, las fibras son lavadas y procesadas con una máquina italiana muy específica, la única en el país que puede hacer de forma automática el descerdado específico de fibras camélidas. Sus rodillos con púas separan las fibras finas y descartan las gruesas, para que la tela final sea de buena calidad y no genere picazón.
Así obtienen su primer producto, que es el hilado manual o industrial, con el que abastecen a otras empresas e incluso a consumidores que eligen tejer con aguja o con telares artesanales. El resto de la producción se destina a fabricar las prendas que luego distribuyen a todo el país y que han vendido incluso en Estados Unidos, Canadá y Dinamarca.
La cuestión es que, recuerda Mariano, el mercado de las fibras naturales “no es tan grande”. De hecho, un reclamo muy escuchado de parte de los productores es que la lana vale poco y es difícil colocarla. En otra época, el mercado de fibras de llama era engrosado por la demanda de Bolivia y Perú, donde se usaba para mezclar con alpaca. Pero hoy ya no se acostumbra.
En la puesta en valor que hacen de la materia prima autóctona también se juega esa chance de, a futuro, poder competir con esas producciones de la región que siempre fueron asociadas a una mayor calidad. “Nosotros no queremos fomentar la alpaca porque no es nuestra, nosotros tenemos llamas”, ratifica Botella, que también destaca la importancia de trabajar constantemente con los productores para asegurar una buena provisión de lana y así fortalecer el sector.