La voz a veces imperceptible, entrecortada, casi como un susurro. Pero la postura decidida, con ganas de contar sus cosas incluso desafiando el mandato de su marido, quien se muestra molesto con la presencia de la cámara de Bichos de Campo en la Fiesta de la Puna de Antofagasta de la Sierra. La veterana mujer decide hablar para exponer los problemas de la región y sus habitantes.
Somos extraños aquí, pero de todos modos Isabel Saba accede a responder nuestras preguntas.
Ella nació cerca de allí, en la zona del río Trapiche, uno de los que permite que en esta región de la puna de Catamarca se pueda hacer algo de ganadería, con la cría de llamas y ovejas. Luego se traslado a Los Nacimientos, donde pudo educar -y lo dice con orgullo- a su hijo. Ella, en cambio, no ha sido hija reconocida por su padre, y entonces la responsabilidad de heredarle el oficio de pastora y artesana fue de su madre. Sucedió hace mucho mucho tiempo.
¿Cómo es el oficio de pastora? Bueno, Isabel nos dice que había que cuidar a la hacienda “día y noche”. Pero también relata que eso era antes, “porque ya no tenemos, porque no podemos criar. No se puede hacer nada por la edad y por todo. Ya se ha acabado la hacienda”.
En realidad, Saba y su esposo sí tienen todavía algunas llamas y las han llevado a concursar a la feria, pero ya no disponen ni de tantos animales ni de tanta juventud como para seguir pastoreando a campo abierto, como antes. Ahora su planteo es de muy pequeña escala, acaso con los animales que sirven únicamente para atender el propio sustento familiar.
“Ella es la que nos mantiene. Antes, cuando no teníamos trabajo, no teníamos nada, ella era la vida nuestra”, les agradece Isabel a la llama.
-¿Y qué aprovechaban de sus llamas?
-Todo. La carne, la lana. Para hacer las telas. Medias, guantes, chalina, frazadas, todo eso.
Es difícil entrevistas a Doña Saba. A veces sus frases parecen inconexas, aunque dicen grandes verdades. Hay que saber escucharla.
Cuando le preguntamos qué necesitan los ganaderos de la Puna, ella respondió sin dudar que “el agua es lo principal, que si no regamos las vegas no tenemos agua para dar a los animales ni para nosotros. No podemos poner una planta, nada, porque todo se seca”.
También se queja de la falta de caminos. Y de la competencia de las protegidas vicuñas por los recursos, el pasto y el agua. Y de los ataques a sus rebaños del “león”, que es como aquí le dicen al puma .
También reprocha las palabras vacías de los políticos de turno: “Prometen hacer, pero no lo hacen”.
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