Recién a partir de hoy, debido a que la Ley 27.368 fue promulgada y publicada en el Boletín Ofcial, el pato ha sido declarado como el deporte nacional. El proyecto había sido aprobado en el Congreso Nacional el 31 de mayo pasado. Ese mismo día se aprobó otra iniciativa del diputado Juan Pablo Tunessi, que declaró a la localidad de Las Heras, en la provincia de Buenos Aires, como la “capital nacional” de pato.
En realidad estas leyes no hacen más que ratificar un decreto de setiembre de 1953 firmado por el ex presidente Juan Domingo Perón.
La Federación Argentina de Pato recuerda en su página web que este deporte “se practica en Argentina desde principios del siglo XVII, tal como lo muestra una crónica de Félix De Azar en la que relata una corrida realizada en Buenos Aires en 1610 con motivos de las fiestas de beatificación de San Ignacio de Loyola”.
Dice el naturalista en aquella crónica de época: “… juntan para esto dos cuadrillas de hombres de a caballo y señalan dos sitios apartados como de una legua (cinco kilómetros aprox.), luego cosen un cuero en el que se ha introducido un pato que deja la cabeza afuera, teniendo el referido cuero do o más manijas o asas, de las que se toman los dos más fuertes de cada cuadrilla en la mitad de la distancia de los puntos asignados y metiendo espuelas tiran fuertemente hasta que el más poderoso se lleva el pato, cayendo su rival al suelo si no lo abandona; el vencedor echa a correr y los del bando contrario lo siguen y lo rodean hasta tomarlo de alguna de las manijas, tiran del mismo modo, quedando al fin vencedora la cuadrilla que llegó con el pato al punto señalado”.
En distintos escritos del siglo XVIII también aparecen varias referencias a estas corridas que, por su peligrosidad y trágicos resultados dieron lugar a que, en primer término las autoridades religiosas y luego las civiles, trataran de ponerle fin en 1796; un auto eclesiástico dice que se excomulgará y excluirá del templo como miembros corrompidos a quienes participen en corridas de pato y se negará sepultura eclesiástica a aquellos que mueran en el tan bárbaro juego del pato; Guillermo Hudson, en su libro “El Ombú”, tiene un capítulo titulado, “Las Invasiones Inglesas y el juego de pato”, donde hace referencia a la peligrosidad que lo caracterizaba.
En 1822 el gobernador de Buenos Aires, General Martín Rodríguez, en decreto refrendado por su ministro de gobierno, don Bernardino Rivadavia, prohíbe en forma absoluta el juego del PATO, aunque no logre impedir su práctica.
Es don Juan Manuel de Rosas, quien durante su gobierno consigue suprimirlo, pero en 1852 se vuelve a tener conocimiento de que se está jugando nuevamente a través de una magnífica descripción hecha por el General José Ignacio Garmendia, en su libro “Cartera de un soldado”.
En esta forma se llegó a 1937 cuando un cultor de nuestras tradiciones don Alberto de Castillo Posse, se dedicó a revivir el antiguo juego transformándolo en el deporte organizado para lo cual redactó el primer reglamento, creó la silla, ideó la pelota de 4 asas y luego de seis que se usa en la actualidad. En 1938, el gobernador de Buenos Aires, don Manuel A. Fresco derogó la prohibición comenzando una nueva etapa.
Es así como en 1941, se funda la Federación Argentina de Pato; asociación integrada por los campos en que se practica este deporte y que tiene por finalidad fomentar, dirigir, y difundir el juego del Pato; organizar los torneos y velar por la aplicación de los reglamentos, a la vez que orientar y promover la crianza del tipo de caballo más apto para este propósito.