El mal clima que caracterizó el ciclo agrícola 2017/2018 provocó que la cosecha de granos se ubicará de nuevo por debajo de las 100 millones de toneladas, algo que no sucedía desde hace cinco años. Según un informe de la Fundación Mediterránea, la produccción final se ubicaría en torno a las 97 millones de toneladas, casi 30 millones menos que el año pasado.
Volvimos, después de cinco campañas, sin quererlo al “cachichién”. Primero fue la sequía la que jugó mal en el momento clave de desarrollo de los cultivos, y más tarde el temporal y los excesos de lluvias terminaron por impactar duramente. La soja fue por lejos el cultivo más afectado.
El trabajo de los economistas del IERAL Juan Manuel Garzón y Nicolás Torre, recorre las últimas estimaciones de organismos públicos y privados. Allí se da cuenta que la producción de soja se ubicará en un rango de 35 a 37 millones de toneladas, con una caída de 18 millones (con datos del Ministerio de Agroindustria) y de 21 millones de toneladas (con números de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires), respecto del ciclo 2016/2017. En un caso retrocede 33% y en el otro 37%.
En el caso del maíz, la producción podría estar en 31 a 33 millones de toneladas según las Bolsas de Cereales (Buenos Aires, Rosario) o en 40 a 42 millones según el Minagro. “En cualquiera de los casos se dispondrá de entre 6 y 8 millones de toneladas menos de este cereal, con un ajuste de entre 15% y 18%”, dijeron los analistas.
Si se suman el resto de los otros granos producidos en el país, “la producción se ubicaría en torno a las 97 millones de toneladas, casi 30 millones menos que el año pasado, y muy lejos de lo que sería una producción tendencial de acuerdo a área sembrada y productividades medias”, indicó el trabajo.
En ese sentido, se calcula que si el clima no hubiera sido lo esquivo que fue, la cosecha debería haber se ubicado entre 127 y 130 millones de toneladas.
“La caída de este año es claramente infrecuente por su magnitud y sólo compara con la del ciclo 2008/2009, donde se perdieron 35 millones de toneladas”, dicen Garzón y Torre. En aquel momento, como fruto de una fuerte sequía, la cosecha se redujo a 61.538.000 toneladas, cuando se venían produciendo normalmente unos 95 millones.
De acuerdo con el trabajo de la Fundación Mediterránea, las exportaciones sentirán el impacto de este mal año agrícola. “Los efectos se sentirán con mayor crudeza en el segundo semestre. Por caso, según estimaciones propias en base a precios FOB actuales y futuros, las exportaciones del complejo sojero (grano, aceite, harina y biodiesel) podrían ubicarse en US$ 15.000 millones este año, retrocediendo un 10% (medidas en valor) respecto de 2017”.
La situación podría haber sido bastante peor, pero hubo dos efectos que amortiguaron la caída de producción: la suba de los precios internacionales y la existencia de un stock elevado de soja de la anterior campaña.
Cordobeses de cabo a rabo, los economistas del IERAL reparan que “otro complejo que luce amenazado en sus envíos al exterior es el manisero. El ajuste en la producción del maní será importante (Agroindustria lo estima en un 25%) y a diferencia del caso anterior, no hay por ahora ‘buffers’ para atenuar el impacto de la caída; las exportaciones de este complejo podrían aproximarse a US$ 680 millones, con un retroceso del 23% respecto de 2017”.
En la cadena del maíz, según este informe los envíos se mantendrían en niveles casi similares a los de 2017 (medidos en valor), a pesar de la caída de producción. En este caso las ventas externas podrían ubicarse en US$ 3.800 millones. Los volúmenes exportados podrían bajar 10% pero los mayores precios de venta estarían casi compensando todo ese ajuste.
Si a los embarques de granos se le suman los de carnes y lácteos, principales productos que envía Argentina al mundo, con 50% de las colocaciones totales del país, “se estima que las exportaciones se estarían aproximando a US$ 26.800 millones en el 2018, con un ajuste de US$ 1.550 millones (5,4%) respecto al año 2017”.