Un grupo de productores autoconvocados logró instalar esta semana en los principales diarios del país la noticia de que el próximo 23 de abril habría un tractorazo agropecuarios sobre las calles de Buenos Aires. Esa amenaza provocó una áspera reacción del gobierno. El secretario de Comercio, Roberto Feletti, denunció a “los que quieren comprarse más departamentos en Miami, más 4×4 y salen a la ruta a exhibir el lujo que tienen”.
El cruce generó el clima ideal para quienes sueñan con una reedición del fuerte conflicto de 2008 entre el sector agropecuario y el gobierno kirchnerista. Pero la verdad es que esa marcha todavía está en veremos, por ahora provocó poco entusiasmo entre los productores y difícilmente consiga el aval de la Mesa de Enlace, un bloque al que todos dicen respetar pero que luego, a la hora de la verdad, es permanentemente desautorizado por estos mismos grupos de autoconvocados.
La noticia real es que todavía no está decidido hacer una marcha sobre Buenos Aires (es una propuesta surgida de algunas asambleas de productores) y mucho menos que esté acordada la fecha, al menos por todo el arco agropecuario. La triste realidad es que este episodio vuelve a mostrar el alto grado de atomización que reina entre los productores, pero también marca la dificultad que tienen las entidades gremiales históricas para conducir en medio de esta diáspora.
Los grupos de autoconvocados son tantos y están tan divididos que a esta altura bien podrían ser denominados como los “autodesperdigados”. Ellos critican y se asombran de las internas y rencillas que existen entre los integrantes del Frente de Todos (kirchneristas, massistas, albertistas y tantos otros), pero la verdad es que no tienen nada que envidiarle.
Pedían fecha? pic.twitter.com/RPvy8fhh1Y
— Autoconvocados del campo (@autoconvDelCamp) March 26, 2022
Los autoconvocados son una figura nacida, como en tantos otros sectores gremiales y sociales, de la crisis de las instituciones tradicionales de la Argentina, que comenzó en 2001 y todavía está lejos de resolverse. Muchos de ellos estuvieron al frente de los piquetes que se armaron durante el conflicto de 2008, y que interactuaban de modo constante con los dirigentes de la Mesa de Enlace. En aquel momento, fueron una pieza clave de la resistencia al kirchnerismo.
Luego de aquel conflicto hubo un intento de organización a través de la Red Nacional de Productores Autoconvocados, que duró algunos años y luego implosionó con la migración de muchos de sus integrantes. Este es uno de los tantos grupos que ahora intentan terciar en la agenda, aunque ha quedado visiblemente debilitado. Uno de sus coordinadores actuales es el santafesino Gabriel Vénica.
El 23 de abril, desde Córdoba y desde todo el país, #AlláVamos. pic.twitter.com/8a2S5naBO3
— CampoMasCiudad (@CampoMasCiudad) March 25, 2022
A la diáspora entre los autoconvocados cooperó activamente la politización que se produjo con la llegada de Cambiemos al poder, pues al agro le costó mucho pasar de “opositor” a “aliado” de un gobierno. De esos entretelones nació Campo más Ciudad, que agrupa a otro buen número de productores y tiene como principales promotores a dos “lilitos” que son matrimonio: Lucho Bugallo y Lucila Lehmann, ex diputada nacional de la Coalición Cívica, entre otros. Como se ve en el posteo de arriba, este grupo claramente está de acuerdo con la fecha del 23 de abril para la marcha a Buenos Aires.
Aunque fue funcionario del macrismo, el pampeano Carlos “Caico” Montoya es uno de los líderes de otra facción de autoconvocados, junto a Pedro Zavala, de Carlos Casares; el cordobés Hugo Biga y Armando Zavala, de la histórica carpa de Salto. En este caso, ellos se escindieron de la Red para formar la Asociación Argentina de Productores Autoconvocados (AAPA), a la que incluso pretenden formalizar legalmente como “la quinta entidad” de la Mesa de Enlace.
Esta semana, el propio Montoya sorprendió al difundir en las redes sociales un video donde descalificaba la convocatoria de Campo más Ciudad y otros grupos al tractorazo sobre Buenos Aires.
La propuesta de una marcha a Buenos Aires, en realidad, surgió de algunas asambleas realizadas por diferentes grupos inorgánicos en distintos puntos del país, y que por ahora han venido recogiendo poco nivel de participación de los productores, más allá del visible malhumor que reina en el sector.
Entre estos grupos hay uno que bien podríamos bautizar como “los inquietos”, pues son dirigentes que impulsan una protesta más activa del agro y que ya han mostrado capacidad de organización con la multitudinaria marcha de San Nicolás realizada el 9 de julio de 2021. Esa fue la última gran demostración de fuerza del agro. Algunos de los autoconvocados que la impulsaron pertenecían a Campo más Ciudad, otros a la AAPA, pero hubo un grupo clave formado por los inquietos Ivan Castellaro (Santa Fe), Raúl Monín (Santiago del Estero) y Walter Malfatto (Bragado). A ellos pueden sumarse Ariel Bianchi (San Nicolás) y José Perkins (Pehuajó).
Muchos de estos dirigentes no pueden ser considerados “autoconvocados” puros, pues a la vez integran las diferentes entidades tradicionales, ya sea presidiendo una filial de Federación Agraria o una sociedad rural enrolada en CRA, o somo socios de la SRA. Este es un ingrediente que hace más complejo el análisis, pues a veces actúan independientemente y otras veces respetan sin chistar las decisiones de la Mesa de Enlace.
La -por ahora eventual- marcha a Buenos Aires también ha sido impulsada por otro grupos que están en una posición parecida, un gris institucional que las hace muy difícil de encasillar. Uno de esos grupos es el de las sociedades rurales del norte de la provincia de Buenos Aires, que desde hace rato han comenzado a expresar sus opiniones propias al margen de lo que defina Carbap, entidad a la que pertenecen. El principal referente es el histórico Raúl Victores, de San Pedro, pero también a comenzado a tallar el duro discurso de Alberto del Solar Dorrego, de Rojas.
Así las cosas, el variopinto de voces que se proclaman como genuinas representantes de los productores no hace más que fragmentar el mensaje que llega desde ese sector a la sociedad general, y a la vez debilita de modo considerable el curso de acción gremial que pueda surgir de la Mesa de Enlace, cuyos dirigentes -al interior de cada entidad- están también sometidos a múltiples internas y cuestionamientos. Pero de eso hablaremos otro día.