Aunque para el año 2000 los ingenieros Carlos Muñoz y Ricardo Carlstein ya tenían una experiencia de más de 20 años de trabajo en el rubro energético, no fue sino hasta el comienzo de este siglo que se toparon con algo verdaderamente innovador.
Abocados desde 1976 a la construcción de instalaciones eléctricas industriales, líneas aéreas de hasta 132 KV y tableros de distribución o maniobra en media y alta tensión para la industria nuclear, naval, del petróleo, gas y comunicación, entre otras ramas, para 1982 estos socios sumaron en su portfolio el interés por abastecer la creciente demanda de autogeneración de energía eléctrica por parte de usuarios no atendidos por la red pública. Fue así que su empresa, Abatec S.A, inició una línea de grupos electrógenos bajo la marca SAVOIA.
Sin embargo, el giro de 180 grados llegaría unos años después, de la mano de las no tan popularizadas energías renovables.
“El año 2000 fue una época terrible para todas las pymes. Nosotros ya estamos incursionando en el mercado de las energías renovables, y a través de nuestra página de internet nos conectábamos con distintos clientes. A partir de allí, aparte de la energía fotovoltaica, eólica y eléctrica, empezó aparecer el nombre de un combustible renovable que era el biodiesel. Como era algo que no conocía, me metí y averigüé qué era, de dónde salía y para qué se estaba usando”, recordó Carlos Muñoz durante una charla con Bichos de Campo.
A sus “pequeñitos 74 años”, como los cataloga, este ingeniero electromecánico oriundo de la localidad pampeana de General Pico aún recuerda que esa investigación se transformó en algo casi historiográfico.
“El origen fue en la Guerra de los Seis Días, en los setenta, que provocó la terrible crisis del petróleo. En ese entonces Estados Unidos empezó a buscar un sustituto y la cadena sojera, que tenía ya un gran desarrolló allí, tenía como residuo el aceite de soja, que no era más del 14% del crushing. Buscando información descubrieron que funcionaba perfectamente bien en los motores diesel y que bajaba la contaminación terriblemente. Además, en determinadas condiciones era muy competitivo como el diesel de petróleo”, relató Muñoz.
Eso motivó a los socios a estudiar el mercado del biodiesel, lo que los llevó a descubrir que hasta ese entonces no se habían desarrollado máquinas pequeñas para su producción, sino que se fabricaba en instalaciones de considerable tamaño. Y eso no fue todo.
“Se nos ocurrió desarrollar esas pequeñas máquinas porque advertimos que en el negocio del aceite, el aceite vegetal estaba comercializado por solo un puñado de empresas multinacionales, las llamadas “7 hermanas”, y que en general no iban a vender el aceite a un precio que permitiera hacer competitivo el biodiesel”, contó el ingeniero.
Y agregó: “Para el año 2000 nadie, a excepción de los austríacos, había hecho máquinas de biodiesel. Es decir que fuimos absolutos pioneros. El boom del biodiesel llegó 4 o 5 años después cuando se descubrieron cosas que nosotros ya habíamos probado”.
-¿De qué se dieron cuenta ustedes durante ese proceso?
-Lo que nosotros estudiamos primero y demostramos después es que el biodiesel no necesitaría de economías de escala si consiguiese el aceite a un precio razonable. Es más barato, eficiente y de calidad hacer biodiesel en un dedal de coser que en una planta de 50.000 toneladas. Dado que nadie se había dado cuenta de eso, desarrollamos las máquinas y durante casi 5 años inundamos el mercado mundial con ellas. Desde 2003 a la fecha, hemos aportado como mínimo 500 máquinas a más de 20 países en todo el planeta, con tecnología recontra probada, que hoy por supuesto ya ha sido copiada.
En ese punto Muñoz aclaró que Abatec S.A, hoy devenida en CMM Ingeniería SH, “no vende máquinas sino tecnología”.
Ahora bien, ¿cómo suplieron estos ingenieros la falta de un aceite vegetal a bajo costo?
“Dado que solo lo producían las grandes aceiteras desde hace 150 años, se nos ocurrió ofrecerle también a nuestros clientes pequeñas prensas a tornillo, que permitan estrujar semillas o porotos de soja y obtener por un lado el expeller o cake de soja, y por otro el aceite”, indicó.
“A precios de hoy, el aceite -comprando soja a 100 mil pesos la tonelada- cuesta alrededor de 27 centavos de dólar el litro. Si sembrás o podés comprar porotos de soja, instalás una prensa, lo molés, obtener el expeller y el aceite, el expeller lo vendés y el aceite lo utilizás para hacer tu propio combustible. Ese fue nuestro desarrollo inicial que aun se mantiene. Desde entonces no ha habido técnicamente mayores innovaciones que las que nosotros tenemos. Hoy hay distintos métodos de mezclado o de análisis pero en esencia la calidad que obtener de biodiesel no es superada por ningún otro sistema. Si no haces esto, no tenés ninguna forma de llegar a aceite barato. El aceite es el 65% a 70% del costo del biodiesel. La maquinaria no tiene importancia”, detalló luego Muñoz.
-Con la prensa y la maquinaria que ustedes diseñaron, ¿hay posibilidad de que un pequeño productor pueda prescindir del gasoil?
-Sí, por supuesto. Con el 10% de su cosecha tiene el combustible para labrar el campo todo el año. Esa es la idea: sustituir el diesel fósil por biodiesel. Imaginate que hace ya muchos años que las líneas de colectivos en Santa Fe usan el 100% de biodiesel. Por supuesto hablamos de pequeños consumos. No hay forma alguna de sustituir el total del gasoil a nivel mundial. Tendrías que sembrar todo el planeta. Pero sí para todos los pequeños es una excelente solución, que hoy está aplicando por ejemplo la provincia de Córdoba al incentivar la instalación de pequeñas plantas.
-¿Cómo funciona la máquina que produce el biodiesel a partir del aceite de soja?
-La producción de biodiesel comprende una reacción química que utiliza el aceite por un lado y reemplaza la molécula pesada de glicerol por una liviana de metanol. Es una mezcla del aceite y alcohol metílico, y se utiliza un catalizador, que por costos suele ser el hidróxido de sodio, aunque también hay otros como el hidróxido de potasio. Con esos tres insumos, que son de relativo fácil acceso, se obtiene biodiesel por un lado y glicerol por el otro que son dos productos muy valiosos.
-¿Estás maquinas son costosas o baratas?
-El cálculo que hay que hacer siempre no es cuánto vale el tractor sino cuál es el laboreo con el tractor. El valor de una máquina se recupera con la producción que haces con esa máquina. Hoy podés calcular que el litro de biodiesel cuesta más o menos 50 centavos de dólar, contra un dólar y pico que cuesta en cualquier surtidor. Es decir que te ahorrás medio dólar por litro que produzcas. Si hacés 30.000 litros por mes, te ahorrás 15.000 dólares. Y la maquina más chiquita vale 30.000, así que te pagás la máquina en dos o tres meses. Siempre el cálculo debe ser por cuánto tiempo tardo en recuperar la inversión. Cualquier cosa en menos de dos o tres años es negocio.
-¿Cómo sigue ahora el negocio?
-Vendimos muchísimas máquinas, casi todas al exterior. Hay muy pocas de ellas en Argentina. Desde el año 2002 hasta el año 2007 o 2008 llegué a vender entre 50 y 60 máquinas por año. Ahora hay muchas empresas que las hacen. Con el manual que nosotros entregamos no necesitan mucho más para copiarlo y hacerse su propia máquina.
-¿Ustedes potenciaron entonces que otras empresas sigan también este camino?
-Sí. En Argentina de mis viejos colegas quedan pocos, pero hay muchos chicos jóvenes que están vendiendo máquinas pequeñas.
-Si hoy alguien quisiera comprarles máquinas a ustedes, ¿siguen fabricando?
-Sí, claro. Ahora no tenemos stock, tardamos 60, pero las continuamos fabricando. Nos pueden contactar a nuestra página web. Lo primero que enviamos es un manual de instalación. Lo que decimos siempre es que lo que se compra es la tecnología y las máquinas van de regalo. Sin el manual, las máquinas no son nada especiales. Lo que produce biodiesel es la tecnología de la mezcla que se ve en el manual.
-Mirando en retrospectiva, ¿qué fue lo que lo conquistó de todo esto? Porque usted finalmente fue parte de una revolución.
-Sí, funcionó todo muy bien. Desde el punto de vista profesional obtuve los mejores resultados que un equipo argentino puede obtener, y sigue su vigencia. Porque si hoy no querés contaminar, o usas alcohol etílico de maíz o caña de azúcar, o usas biodiesel derivado de la soja, del girasol, del cardo, de la camelina, del maní, del coco, del aguacate, entre otros. Simplemente la pegada nuestra fue ponerla al alcance de cualquier hijo de vecino.