Es imposible entrevistar a Soledad Diez de Tejada sin pensar en su dolor. Confieso que sentí temor al principio, por no saber cómo acercarme a ella sorteando ese dolor, para conocer a la mujer delante de todo. Sabía que hacía muy poco tiempo había sufrido una pérdida terrible, la de su hijo Federico Rooney, y al ser yo también madre sentí que me sería difícil, porque nadie, absolutamente nadie, puede dimensionar lo que significa perder un hijo, excepto otra madre que también haya pasado por esa desagradable experiencia.
Pero resulta que me encontré con una Soledad encantadora que, a pesar de estar atravesada por una herida profunda, que la parte en dos, también está desbordada de un optimismo contagioso y necesario para seguir adelante. Tiene el motor de otros cuatro hijos y su vida en el campo, en Sancti Spiritu, al sur de Santa Fe.
“¿Sabías que hace poco perdí un hijo?”, me dice en el teléfono, y claro, a mi voz se le hace un nudo. ¿Cómo la saco de esta? Y entonces, pienso en su vida en el campo.
–¿Qué es el campo para vos Sole?
-El campo argentino es mi vida. Ahí, en el campo es donde me siento plena. Es mi lugar en el mundo. Yo me casé con el papá de mis hijos, y cuando tuvimos que plantear dónde vivir, le dije a las claras que sería en el medio del campo. Crié a todos mis hijos allí. Ellos son muy de campo. Su pasión son los caballos: son poleros. Mi hijo Fede, el que falleció, se definía un gaucho polero. Así que para ellos el campo es su medio de vida, su hábitat natural. No concebimos la vida si no es en el campo”, remarca Soledad.
-¿Y hay alguna conexión tuya con la ciudad?
-Por supuesto. Al venir de familias citadinas, siempre tenemos la conexión con la ciudad. Pero siempre es desde el campo a la ciudad. Siento que vivir en el campo nos da otro espíritu, y creo que logré una educación muy acorde a eso que buscaba en mis 5 hijos.
-Cinco hijos y solo una Sole. Siento que me desborda. ¿Cómo complementás esa diaria de ser mamá con tu trabajo en el campo?
-Mi actividad diaria la complemento con mi actividad de madre. Ambas están conectadas y son parte de mi vida. Cuando mis hijos tienen algún partido importante voy a verlos. Soy muy sociable. Me gusta ir al club, jugar al golf, pero lo que más me llena es ver a mis chicos con sus caballos. Obviamente estoy reacomodando toda mi vida porque perder un hijo no es nada fácil.
-Contame más de eso. De tu labor en el campo. ¿Cómo es?
-La vida me acercó al campo. Mi papá es ingeniero industrial con un máster en acería. Pero cuando se murió el mayordomo del campo, decidió irse para allá, para acomodar cuentas, números, producción. Y bueno, terminó quedándose en el campo. Y a los meses de nacer, yo también estaba viviendo ahí, en Sancti Spiritu, en General López, al sur de Santa Fe. En ese campo me crié, en ese campo me siento contenida y en ese campo es donde soy feliz, peléandola como todo el mundo, y poniéndole mucha garra a la producción en este país.
–¿Y cómo repartís el laburo con tu papá?
-Mis hermanos varones se dedican a otra cosa, así que yo a mi papá lo asisto absolutamente en todo, desde lo productivo hasta lo administrativo. Mi papá vive en Buenos Aires, tiene 88 años. Entonces planifico alguna visita a Buenos Aires para ir a verlo, y aprovechar a sentarme con él para ajustar y mejorar cosas. Siempre combino visita de hija con reunión de trabajo. Y como en toda empresa familiar, uno sabe que hay una cuota de tecnicismo, una cuota de psicología y una cuota de magia.
Pero yo me llevo muy bien con mi padre, y me encanta trabajar con él. Los problemas de trabajo los resolvemos bien, lo que nos permite, luego, tener una excelente relación con vino y picada de por medio. Pero para que esto pase, creo que las empresas familiares tienen que tener los límites muy bien puestos; todo tiene que ser muy claro, sino se generan rispideces entre las partes y se vuelven difíciles de sostener. Una empresa familiar debería manejarse como una empresa sin el componente afectivo y emocional, y fuera de la empresa, ser una familia. Es difícil de lograr ese equilibrio, y es por eso que hay que hacer un esfuerzo enorme.
-¿Nunca sentiste machismo en tu área de laburo?
-Mirá, mi padre era muy machista, pero hoy la que le maneja todo soy yo. Creo que los hombres inteligentes se amoldan muy rápido, y las mujeres inteligentes sabemos manejar este tipo de situaciones para que pasen sin roces. Además, el mundo cambia, no es estático.
-¿Sentís que tuviste que prepararte mucho para ganar esa responsabilidad que hoy tenés?
-Yo siempre me preparé. Primero estudié la carrera de Técnico Universitaria en Producción Agropecuaria en la UCA. Y cuando le dije a mi papá que me iba a ir a vivir al campo sola y soltera, puso el grito en el cielo, por lo cual tuve que estudiar en el Business Management Olds College. Y luego, durante la vida, estudié un montón de otras cosas, por ejemplo, soy ex CEIDA e hice el curso de Operador de Granos de la Bolsa de Comercio de Rosario. Nunca dejo de estudiar, y a pesar de que pasaron pocos meses de la muerte de mi hijo, ahora estoy haciendo un curso online de Ganadería y Alimentación.
-¿Cómo ves el campo argentino?
-Al campo argentino lo veo totalmente desdibujado. Creo que el ciudadano general no tiene idea acerca de lo que es el campo y lo que genera, ni entiende que el país, en su 90% de geografía, es campo. Todo lo que producimos debe tener una vuelta de tuerca para agregarle valor desde lo alimentario. Somos Argentina, somos llanura y cordillera, y también paisajes áridos. Entonces tenemos que darle mucha más importancia a las economías regionales y su rentabilidad, para que las personas puedan quedarse en sus lugares y no tengan que migrar buscando otras posibilidades.
-¿Conocés realidades agropecuarias de otros países?
-Si. Por ejemplo en España, donde mi papá, que es español, tuvo campo. Allá todo es subsidiado. ´No hagas trigo porque te lo pagamos a precio internacional´. Ese tipo de cuestiones es lo que hace que el campo argentino siempre esté en inferioridad de condiciones. A los demás les dan y a nosotros nos sacan, pero a pesar de eso, siempre estamos. No sé si es porque afinamos el lápiz o porque usamos la imaginación, pero la realidad es que siempre competimos en desigualdad de condiciones frente a otros productores de alimentos, y sin embargo, siempre estamos a la vanguardia. Debe ser por todos los palos en la rueda que nos pone el sector político, que vive en un frasco de mayonesa, y no entiende cuál es la identidad cultural de la Argentina, que es el campo.
-Quiero saber: ¿Cómo es un día de tu vida en el campo? ¿Son todos iguales?
-Ningún día es igual al otro en la vida diaria del campo. Yo me organizo levantándome temprano, preparando el desayuno, llevando a Benjamín, uno de mis hijos, al colegio. Luego aprovecho para ir al banco, voy a la comuna, al contador, voy a comprar algún repuesto. Soy la ´señora listita´, porque siempre voy con una listita de cosas que tengo que hacer, y voy tachando con la birome las que intento cumplir en el día a día.
Nunca me falta el café de antes de las 12. Si es en el pueblo, lo tomo en el club social y si no es en el bar de Venado Tuerto, donde nos encontramos con muchos amigos. Luego vuelta a almorzar, y si llego a buscar a mi hijo al colegio, sino coordino con alguien. Las tardes son más exclusivas en el campo. Salgo a recorrer porque tengo distancia entre los dos campos en los que trabajo. En uno de ellos hay ganadería, así que debo ir siempre hasta allá a ver los animales.
Y luego, el constante renegar de conectividad. Si no es la impresora, es la internet. Lo entiendo, el campo nunca fue un privilegiado en cuanto a los servicios. Siempre tenés que tener una camioneta para moverte. Son los gajes de vivir acá. Es un poco menos confortable. Pero en invierno prendemos la salamandra y vuelve a despertar la pasión de vivir acá, por ende, los contratiempos y falta de confort no me amedrenta.
-Vos tenés una raigambre dirigencial histórica ¿También incursionaste en política local?
-Soy peronista, pero nunca kirchnerista. En un momento pudimos tener nuestro propio partido, Unir, junto a Alberto Asseff, el cual, luego de ser intervenido por cuestiones non sanctas, hizo que me volviera al PJ, y el año pasado fui candidata a senadora provincial en la interna del PJ. Luego de la 125, fundamos la Mesa Nacional Peronista Agropecuaria, lo que derivó en una fundación como Think Tank de distintos espacios políticos, que se llama Fundación Agroalimentaria Argentina, de la cual soy presidenta. Eduardo García Maritano es el vice y coordinador de los equipos técnicos. En el tema gremial soy socia de Sociedad Rural Argentina (SRA), soy socia de Federación Agraria Argentina (FAA) delegación Sancti Spiritu, y también soy socia de la Asociación de Productores Agropecuarios de Junín (APAJ).
-Bueno, vamos a la pregunta que me gusta hacerle a todas, ¿Te considerás una mujer de riendas tomar?
-¿Que si soy una mujer de riendas tomar? Si, lo soy. ¡Claro! Soy muy controlada, pero cada vez que hay que hacer algo, desde reuniones para ponerse a trabajar por los caminos o por el agua, me llaman, porque soy de gestionar contactos y de patear puertas al director de Hidráulica o al director de Vialidad Provincial si hay que hacerlo. De no ser una mujer de riendas tomar, no hubiera podido criar y educar a mis hijos, uno de ellos hiperkinético y otra hija con otro tipo de patología. Pero me gusta seguir adelante, con lo bueno y lo malo de la vida.
-¿Ves diferencias en el liderazgo entre hombres y mujeres, o sentís que eso ya está superado?
-Por una cuestión de tradición y de épocas puede ser que haya habido liderazgo de hombres, pero hoy no veo al campo liderado por ellos. Tal vez se vea más en las entidades, donde los estatutos están anquilosados, llenos de telarañas y donde se dificulta la elección de alguien distinto. Pero sí pienso en otras entidades, como Aapresid, que tuvo su primera presidenta mujer, Pilu Giraudo, y nadie se horrorizó. Todo lo contrario. Creo que Pilu lo manejó muy bien y se destacó mucho como presidenta. Hoy llegás y en cualquier empresa agropecuaria tenés una mujer. Fijate quiénes por lo general van al contador y llevan los números. Tal vez no veas muchas mujeres arriba de una máquina, pero sí hay mujeres en las empresas agropecuarias.
Yo creo que tanto hombre como mujer se complementan. Al tener dos visiones hormonal y biológicamente tan distintas, los aportes de un lado y otro se suman. Creo que el sector agroalimentario no es machista, sino que dentro de él hay machistas, pero también hay hombres inteligentes y seguros de si mismos, que en nada se ven amenazados por la presencia o ascenso de mujeres en cargos directivos o en sus mismos puestos. Por eso no es algo que me preocupe o que me quite el sueño, y lo digo viniendo de una familia machista que se tuvo que aggiornar.
-¿Qué cambiarías del campo argentino?
– Si pudiera, le daría más posibilidades a los argentinos que sienten sus raíces en el campo, para que puedan acceder a su propia tierra. Pero eso se hace con ayuda de medidas macroeconómicas. Lo que pasa es que generalmente se toman medidas como expoliar, donde siempre los primeros que se desprenden de su tierra son los más chicas. Así no podremos crecer.
Otra de las cosas que cambiaría es la representación gremial del sector agropecuario. Creo que eso quedó obsoleto, más allá de que la Mesa de Enlace haya sido un hito durante la época de la 125. Pero a partir de ahí, el que no vio que hay que dar un giro de 180 grados, dejando a la Mesa como una foto folclórica de un momento de la historia del campo, y buscar una representación seria que tenga lobby en el Congreso y que tenga poder real en política, creo que no estaría viendo la realidad.
No hay que inventar la pólvora. Podemos copiar a nuestros vecinos. Tenemos gente preparada y que ha estudiado. Basta con ver casos como el sistema brasilero o norteamericano, los cuales funcionan muy bien porque tienen una interacción público gremial increíble, fuerte y con poder real, territorial, económico y de decisión. Nueva Zelanda tiene su propio partido del campo y te puede dar vuelta una elección. Si no arreglaste con el sector agropecuario, se apoya el otro partido y se inclina la balanza. Nosotros en cambio somos una banda, donde cada uno va para su lado, en una especie de ´Sálvese quien pueda´. No quiero juzgar a nadie, pero siento que el argentino se ha vuelto, quizás por las circunstancias, un ser individualista y ventajero, y en eso mismo ha caído el sector agropecuario.
Por eso me da bronca cuando dicen que el sector agropecuario es la reserva moral. La realidad es que no somos la reserva moral de nada. Es un negocio, y la corrupción, la mediocridad, el ventajismo y la desidia cortan la sociedad en lo horizontal, cruzando todos los sectores. Como miembro del sector, me gusta que hagamos autocrítica y yo veo que somos muy pocos los que la hacemos. Si no hacemos esto, y si no reconocemos nuestros errores, nunca podremos dar un paso adelante.
-Entonces, ¿hay que hacer más política?
-Hay que hacer política para lograr cambios, pero repito, hay que tener una estrategia sectorial, no una estrategia individual o de sector dentro de sector. Yo creo que en 2008 la Mesa de Enlace le erró. Debió sentarse con los pensadores, con politólogos, con filósofos, con teólogos, con abogados y con especialistas en derecho electoral, y armar una estrategia. A lo mejor era tratar de meter actores en los distintos partidos. A lo mejor era tener un único partido con una columna vertebral, y dejar al resto librado a la conciencia de cada uno. No soy yo quizás la que tenga la respuesta, pero sí pienso que había que sentarse a pensar y proyectar qué sector agropecuario insertado en la política queríamos. No se hizo eso, todo lo que se hizo fue sin estrategia y sin contención. Siento que volvimos a foja cero. La desprolijidad en la falta de estrategias y de pensamiento profundo e ideológico del sector falló.
-¿Tienen que salir más las mujeres a mostrarse en lo suyo?
-Yo creo que ninguna mujer está escondida. Es mas, siempre tuvo un rol protagónico, primero, por ser un sujeto muy importante en la familia. Hoy tomó más visibilidad quizás, y este nuevo empoderamiento hace que los medios o la sociedad pongan más la mirada en ellas. En los años ´50 no había redes sociales, y sin embargo, las que tiraban de la teta de las vacas eran mujeres.