Oscar Marino, ex presidente y director ejecutivo de la Asociación de Pequeños Molinos Harineros (APYMIMRA), tiene plena conciencia de lo que es el paso del tiempo. Sus antepasados de origen italiano crearon la firma Molinos Carhué hace 137 años de historia, sobre tierras “ganadas” tras la conquista del desierto. El bisabuelo de Oscar cavó un tajamar para embalsar el agua y allí montó una turbina, que generaba electricidad. “El molino recién empezaba y era muy pequeño, pero estuvo muchos años en actividad. Yo que no soy tan chico, tuve la oportunidad de verlo trabajando”, dice Marino.
A pesar de tener semejante noción sobre el paso del tiempo, Marino no deja de sorprenderse de que haya pasado un mes completo desde que el secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini, anunciara un cambio en el funcionamiento del Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA) que jamás se concretó y del cual no quedan ni noticias. El funcionario massista informó que los millonarios recursos captados por ese fideicomiso iban a dejar de destinarse a los molinos para pasar a subsidiar directamente los costos de los panaderos.
El cambio de orientación de esa política oficial que es rechazada por el grueso del sector molinero, por el daño que provoca sobre todo a molinos chicos como el que funciona en Carhué, iba a comenzar a regir desde el 1 de octubre, pero ya llegamos al 1 de noviembre y violín en Bolsa. Nada sucedió. Mientras tanto crece la sospecha de que el FETA finalmente fue un traje armado a la medida de una sola gran empresa, Molino Cañuelas, que adeuda un fangote al propio Estado y que ha recibido la mayor parte de los recursos surgidos de las retenciones a la soja, generando una clara “competencia desleal” con los molinos mucho más pequeños que no acceden a esos recursos.
Marino se pellizca frente a semejante demostración de poder. Escuchá la entrevista:
-La mayoría de los argentinos desconocemos que tenemos en el país una industria molinera muy atomizada y desperdigada en todo el territorio. No digo un pueblo, un molino, pero más o menos.
–Sí, exactamente es así. Hubo una época hace muchos años en que había prácticamente un molino en cada pueblo. Hubo casi 600 molinos en la Argentina, pero hoy existen 150 firmas con 170 plantas, porque fueron profesionalizándose. Hoy los pequeños molinos, a mi criterio, no son tan pequeños como fueron en algún momento. Aquellos molinos pequeños cuando iniciaron trabajaban prácticamente quedándose con el subproducto. El productor, el colono o gringo según la zona, iba con su trigo en carros con bolsas, hacían la molienda, le entregaban la harina y el molinero se quedaba a veces con una parte de harina y a veces solamente con el subproducto. Ese tipo de molinos muy pequeños, prácticamente ya no existen. Actualmente una unidad productiva de las más pequeñas que existen hace 30 toneladas por día, pero son los menos. La mayoría estan entre 80 y 100 toneladas.
-¿Pero la actividad todavía conserva ese arraigo en el interior profundo?
-Sí, por supuesto. Son las principales industrias de los pueblos. Muchos pueblos generan toda su economía alrededor de los molinos, y creo que eso es importante porque le permite a los jóvenes del pueblo tener una salida laboral en su lugar.
-¿Y por qué hay una asociación de pequeños molinos como APYMIMRA?
-Particularmente esto surge hace 22 años de un grupo de molinos que estábamos pasando un muy mal momento porque se había incorporado Cargill a la molinera Argentina. Había comprado acá los molinos de la familia Minetti y vino a tratar de repetir lo que había hecho en Venezuela, que había copado un alto porcentaje del mercado con valores a los que nosotros no podíamos competir. Entonces el que no estaba en convocatoria estaba por convocarse. Así que nos juntamos con el afán de tratar de ver de qué manera podíamos lograr visibilidad, básicamente ante los entes del Estado y empezar a tratar de lograr este morigerar en algún aspecto las grandes asimetrías.
-Hoy sigue siendo la misma situación con otros actores (Cargill se retiró del mercado en 2016 y cedió su capacidad de molienda a Cañuelas, que maneja cerca de una cuarta parte de la molienda total de trigo).
-Obviamente que tenemos una concentración muy importante porque el grupo Cañuelas, y más con la adquisición de las plantas de Cargill, tiene una potencialidad de más del 30% de participación en el mercado de la harina industrial, que es la que nosotros participamos, que es la harina 3 ceros. Después tiene otros negocios en los que todos los pymes no participamos aunque algunos tienen alguna participación. Son las harinas más especiales o fraccionadas. Si vamos a consumo masivo, antes de la incursión de Morixe, en plena pandemia, ellos tenían el 92% de la participación de las harinas en góndola.
-Este año han sido constantes los pronunciamientos de toda la industria molinera, todas las cámaras, en contra del fideicomisos o FETA, que se proponía atajar la suba de los precios del pan subsidiando con 3400 millones de dólares los precios de la harina mayorista. Han sido una voz constante diciendo que este mecanismo no era conveniente.
-Nosotros de entrada dijimos que no servía ese fideicomiso porque hubo una experiencia parecida con la ex ONCCA, donde se estaba compensando el valor de la harina. Acá se subsidia o se compensa la tonelada de trigo, pero para el caso es lo mismo y no llega al consumidor, que es el objetivo principal por el cual está creado.
-Por lo menos es el objetivo que declaman los sucesivos secretarios de Comercio, empezando por Roberto Feletti que lo creó. Dicen “vamos a bajar el precio del pan”.
-Exactamente. Pero lo que lo que se logró concretamente cuando el único que ingresa en el fideicomiso es el grupo Cañuelas (además de un molino pequeño de la Pampa) fue que el pan aumente automáticamente con la oferta de la harina más baja, que por supuesto no cubría todo el mercado. Hoy los molinos que se han incorporado son 19 en total, y aún así se llegará al 35% de la oferta.
-¿Y qué pasó con el pan?
-Desde cuando empezó la harina subsidiada, el pan aumentó. Concretamente había un promedio a nivel país del orden de los 180 pesos y, como este sistema les permitía vender (a las panaderías) entre 250 y 270 pesos, rápidamente el pan llegó a esos valores (y ahora algunos molinos amenazan venderlo a 500 pesos). El sistema es ineficiente. En primer lugar porque la harina tiene muy baja incidencia en el precio del pan. En el peor de los casos explica el 20%.
¿Y por qué la mayoría de los molinos no se sumaron al FETA?
-El sistema además tenía otro inconveniente, que fue que nosotros debíamos financiar al estado a un valor por debajo del costo la venta de esa harina, esperando que el Estado nos pague. Y como ya tuvimos la experiencia en el año 2011 de que el Estado terminó no pagando nada y prácticamente quebraron 50 empresas molineros pyme, surgió ese rechazo más fuerte de parte de todos los molineros.
-Es inaudito que un Estado, habiendo 150 empresas, adopte una política a pesar del rechazo de 148.
-Y bueno, esas son las decisiones que toma la política. Se escapan a lo que uno pueda opinar.
-Para mi es un caso claro de muy mala praxis. Uno no puede tomar una decisión si tiene un universo de 150 molinos en función solamente de 2 empresas.
-Claro, porque inclusive nosotros les hicimos propuestas de trabajar en conjunto y de que orienten ese subsidio directamente a los sectores carenciados, que son los que efectivamente lo necesitan. Y además les explicamos, en oportunidades que estuvimos con el secretario Feletti, que la comercialización de la harina tiene particularidades que hacen que esos valores subsidiados aún hoy no lleguen a los lugares donde más necesidad hay.
-Además el subsidio no llega al pan común porque Molino Cañuelas lo destina en buena medida a su producción de harinas especiales, que no son las que se utilizan para hacer el pan común,, que es el que come la gente más pobre. Están dilapidando un subsidio…
-Ese es el otro punto que te iba apuntar, pero primero te iba a decir que hay canales de comercialización, que son las panaderías de los barrios más vulnerables, de los grandes conglomerados, donde no llegan directamente los molinos. Entonces esa comercialización se canaliza a través de distribuidores, con lo cual nunca llega el subsidio. Esa gente que es la que más necesita comprar el pan barato, es a la que más caro le llega.
-¿Entonces la compensación se diluye en una cadena de varias manos?
-Exacto. Y a la vez se están subsidiando todas las harinas especiales, que obviamente van a otro segmento de la población de otro poder adquisitivo.
-¿Se reunieron con Tombolini y con el ministro Massa? El FETA está muy discutido y muy rechazado por todos. ¿Cuál es la propuesta respecto de esto?
–Mira, nosotros estamos esperando que el secretario Tombolini nos atienda. La única participación que tuvimos en una reunión que nos convocó a las tres cámaras de la industria molinera. Nosotros pedimos particularmente, y tenemos algunas propuestas elaboradas que son para discutirlas, que van en el sentido de reorientar el subsidio. En esa reunión él nos dijo que estaban reorientando el subsidio a los panaderos, que el FETA terminaba el 30 de septiembre y después no sucedió. A partir de ahí no tuvo más reuniones con las cámaras y no nos atendió particularmente a nosotros.
-Y mientras tanto, las pymes sienten que esto distorsiona el mercado y las afecta.
-Sí, por supuesto que distorsiona, porque nosotros tenemos que costear a valores reales de trigo y el molino que está en el FETA está costeando a un valor que supone que el gobierno le va a pagar, porque de hecho ya hubo dilaciones en los pagos. Algo ha ido pagando, pero con delay. La molinería pyme no está en condiciones de soportarlo, no tiene espalda financiera para soportar tres meses vendiendo por debajo del costo.
-Además estamos en un momento muy especial donde sabemos que tenemos un pronóstico de muy mala cosecha de trigo para el año 2023.
-De muy mala cosecha, donde el trigo que teóricamente debería estar empezando a entregar del norte no está, donde la oferta es escasa.
-¿Pueden ser meses muy duros de acá en adelante de la provisión de harina? Qué sugieren…
-Yo pienso en primer término que no haya intervencionismo, que no intervengan los mercados. El mercado del trigo y de la harina, cuando no fueron intervenido, funcionaron, se abasteció internamente y los excedentes se exportaron. Entonces, en primer término, creo que no al intervencionismo. En segundo término, el dinero que ellos recaudan de este diferencial de la soja, esos 400 millones de dólares, se podría aplicar de otra forma y direccionar de otra manera sin distorsionar el mercado. La harina no incide.
-No tiene sentido esta discusión. A mi me parece increíble que se ponga en riesgo empresas como la tuya, que tiene 137 años de historia, por estos caprichos y esta políticas que denotan una mala praxis increíble.
-Por eso nosotros insistimos en este, en afianzar los vínculos, en esta relación público privada, en que nos escuchen, porque en algunos momentos donde hemos tenido oportunidad de explicar, nos hemos encontrado con funcionarios que probablemente tenían una visión muy distinta a la realidad nuestra. Entonces esto es lo que pedimos que nos escuchen, que nos permitan trabajar juntos y que juntos encontremos las soluciones. Nosotros no estamos en contra de nadie. Entendemos la gente que tiene muchísimas necesidades. Todos estamos viviendo esto un momento muy duro de Argentina como país, que nos duele y mal. Este es el problema de la inflación, no es la harina ni es el pan.