La relación de Diego Luscher con la ganadería arrancó por casualidad y en uno de los momentos más difíciles del país. Pero con el correr del tiempo, ese vínculo se transformó en una pasión al punto que ahora este hombre asegura que “las vacas son mí vida”.
Diego es de Carcarañá, Santa Fe, una ciudad de poco más de 20.000 habitantes. Es el mayor de tres hermanos y sus primeros pasos laborales fueron dentro de la empresa familiar, una librería dedicada también a la venta de artículos publicitarios y almanaques.
“Allá por el año 2001, en plena crisis del país, la empresa familiar empezó a pasarla mal y como hijo mayor tuve que salir a buscar trabajo”, recordó.

Ese primer currículum que repartió en su pueblo terminó en manos de Roberto Guercetti, titular de Conecar, una empresa que por entonces ya tenía una mirada innovadora dentro del naciente mundo de la nutrición animal. “Son esas casualidades de la vida: llevo el currículum, lo recibe Roberto en persona y automáticamente me va a buscar”, contó.
La entrevista no fue en una oficina. Fue arriba de un auto, recorriendo un campo donde Guercetti ya imaginaba un feedlot, cuando todavía esa actividad era prácticamente desconocida en la Argentina. “Me llevó al campo y me dijo: ‘Mirá, acá voy a armar una hotelería’. Yo lo miré y le dije: ‘Roberto, yo lo único que conozco son las vacas lilas y blancas, las del chocolate’”, relató entre risas. La respuesta fue simnple y determinante: “Esto se aprende”.
Así comenzó una etapa que marcó su vida y le dio un nuevo sentido. En 2001 el engorde a corral todavía estaba dando sus primeros pasos. “Fuimos creciendo juntos, aprendiendo mucho, equivocándonos y corrigiendo”, explicó. Once años después, ese establecimiento que nació con menos de 500 animales en engorde ya contaba con capacidad para encerrar 10.000 cabezas.
Durante ese proceso, Diego se formó en manejo, bienestar animal y sistemas intensivos. “Cuando uno se interioriza en el bienestar animal y en cómo funcionan las vacas, te das cuenta del potencial enorme que tienen y de todo lo que se puede hacer bien”, señaló. La actividad terminó de atraparlo. “Hoy trabajar con las vacas me apasiona”, afirmó.
En 2013 decidió independizarse y crear ASI Ganadero. La idea inicial fue clara: asesorar a quienes quisieran construir feedlots para que no repitieran los errores que ellos mismos cometieron en los comienzos.

La firma que lidera Luscher trabaja con una mirada integral. “No estamos manejando un producto cualquiera, estamos trabajando con un ser vivo y eso requiere atención”, remarcó. La empresa asesora tanto a establecimientos ya existentes como a proyectos nuevos, arrancando siempre desde el estudio de factibilidad inicial. “Lo primero que hacemos es ver el modelo de negocio, el ambiente, los suelos, las napas, los vientos, todo”, detalló.
Diego pone mucho énfasis en el cambio generacional. “Hoy no podemos diseñar un feedlot con la cabeza del 2001. Dentro de 15 años el consumidor va a pedir trazabilidad, cuidado del medioambiente y respeto por las personas”. Por eso, sostiene que los proyectos deben pensarse hacia adelante y no mirando el pasado.
Una vez superada la etapa de análisis, llega el diseño técnico. “Calculamos todo: patios de comida, corrales, pendientes, recorridos de la pala, del mixer, de la hacienda. Todo se mide”, explicó. Como ejemplo, contó que en un feedlot de 5.000 animales, pasar de silo bolsa a búnker implica que una pala deje de recorrer unos 1.200 kilómetros por año. “Eso es eficiencia pura”, resumió.

Desde 2013 hasta hoy su empresa participó en la construcción de más de 30 feedlots en todo el país, de distintas escalas. “He trabajado desde proyectos chicos hasta establecimientos de 80.000 cabezas. Para mí todos son sistemas intensivos y todos merecen el mismo nivel de profesionalismo”, aseguró.
Al hablar del presente y futuro de la ganadería, Diego se muestra moderadamente optimista. “Venimos de muchos años sin crecer en stock y eso va a generar un cuello de botella”, analizó. En ese contexto, cosideró que el engorde a corral tendrá un rol clave. “La única manera de responder a la demanda va a ser haciendo más kilos de carne, y los corrales van a ser fundamentales”.
También destacó la relación favorable entre el costo del alimento y el precio del vacuno gordo. “Si hay alimento y los números acompañan, vamos a poder poner kilos en los corrales”, dijo. Pero volvió a marcar una advertencia: “No podemos cometer el error de aprovechar el momento para hacer cualquier cosa. No es armar un cuadrado y meter animales”.

Para el empresario hay aspectos que no se negocian. “La pendiente, los metros cuadrados, el bienestar animal. Cuando eso falla, aparecen el barro, las enfermedades y los problemas de comportamiento”, explicó.
“Muchas veces me dicen ‘tengo los metros por animal’, y cuando preguntás la pendiente nadie la midió”.
Al cerrar la charla, no dudó en agradecer a quien fue clave en su camino. “Todo lo que hago hoy tiene que ver con Roberto. Nunca me cerró una puerta y me permitió conocer gente, crecer y aprender”, expresó.
Más de dos décadas después de haber dejado un currículum en un mostrador de Carcarañá, Luscher sigue haciendo lo mismo que aprendió desde el primer día: trabajar con compromiso, pensar en procesos y, sobre todo, disfrutar de una actividad que se le metió en la sangre. “La ganadería es mi vida”, repite.




