En el presente año la región CREA Sudoeste llevó a cabo un ensayo pionero sobre remolacha forrajera para evaluar el potencial y la viabilidad económica de ese recurso en los sistemas ganaderos de la zona.
En dos ambientes contrastantes de las localidades de Ventania y Gral. Lamadrid se sembró la variedad de remolacha azucarera Josina Smart KWS con una densidad de siembra objetivo de 105.000 a 110.000 plantas/ha y una distancia entre hileras de 0,52 metro.
En el sitio de Ventania el crecimiento fue importante y sostenido durante la primavera y comienzos del verano gracias a las buenas precipitaciones ocurridas en el mes de noviembre (146 milímetros). Pero la falta de recarga hídrica en enero y febrero, junto a la elevada demanda atmosférica, limitaron el crecimiento hasta el otoño. Por otro lado, esas condiciones favorecieron la aparición de isocas y arañuela, lo que generó algunas mermas adicionales en la biomasa aérea del cultivo.
El segundo pico se registró hacia fines del otoño, luego de las precipitaciones de marzo y la ocurrencia de temperaturas moderadas, que permitieron la recomposición de la biomasa aérea de la remolacha.
“Es importante destacar que el crecimiento no cesó en el invierno; de hecho, continuó con una tasa cercana a los 25 kg MS/ha/día hasta la finalización del cultivo. Como la planificación de carga animal se realizó en abril, el crecimiento invernal obligó a incrementar la cantidad de animales debido a la mayor disponibilidad de forraje”, explicó Federico Moreyra, coordinador del GEASO Ganadero de la región CREA Sudoeste, en un artículo publicado en Contenidos CREA.
Hasta enero produjo unos 12.000 kilogramos de materia seca por hectárea (kg.MS/ha), que sostuvo hasta abril en condiciones ambientales adversas, gracias al uso de reservas acumuladas previamente en las raíces.
El período de acostumbramiento y los primeros pastoreos se realizaron con alrededor de 13.000 kg.MS/ha. Posteriormente, el peso seco por planta ascendió hasta alcanzar casi 16.000 kg.MS/ha gracias al crecimiento invernal.
“Esa acumulación adicional no presupuestada permitió incrementar el número de terneros en pastoreo hasta la finalización del cultivo (fines de octubre). Por este motivo, resulta relevante monitorear el crecimiento aún en invierno, porque permitirá ajustar la carga animal y hacer un uso eficiente del recurso forrajero”, remarcó Moreyra.
El peso fresco por planta alcanzó su máximo en julio de 2025, siendo aproximadamente 2,5 kg/planta. Por su parte, el peso seco por planta se mantuvo en constante aumento. “Esto resulta interesante porque, si bien se perdieron muchas plantas durante el ciclo, las plantas finalmente logradas podrían haber experimentado compensación del peso”, comentó.
“El comportamiento de la materia seca también es destacable debido a que se alcanzaron los valores más altos cuando las condiciones climáticas fueron más adversas, indicando que las plantas utilizaron el agua contenida en las raíces para sobrevivir a este período de estrés”, añadió.
En promedio, en el ciclo la proteína bruta para la raíz fue de 6,9% y para las hojas fue de 18,2%. Durante el período de pastoreo, ambos niveles se mantuvieron más estables.
En Gral. Lamadrid, en tanto, el primer pico de la función bimodal se generó en la transición primavera-verano, donde el cultivo armó la estructura aérea para la acumulación de reservas y alcanzó los 180 kg..MS/ha/día en enero.
Luego, el cultivo atravesó un período de estrés hídrico y térmico que mermó su tasa de crecimiento, incluso hasta hacerla negativa en febrero. Pasada esa fase, la planta recompuso su estatus hídrico y área foliar para recuperar altas tasas.
El segundo pico se generó hacia fines de otoño con una tasa de 200 kg.MS/ha/día, momento en que el cultivo entró en el período invernal, caracterizado por tener temperaturas bajas y escasas precipitaciones, donde la tasa de crecimiento comenzó a decrecer.
“Creemos que el principal motivo de ese fenómeno fue el avance de malezas y plantas guachas de alfalfa que consumieron agua y nutrientes y, en algunas zonas del lote, sombrearon el cultivo”, explicó el técnico CREA.
De manera equivalente a lo observado en Ventania, en este sitio el cultivo sostuvo unos casi 12.000 kg.MS/ha en pleno verano, pero se observaron diferencias en la transición al otoño. En este caso, no existió un período de estrés hídrico y térmico tan extendido, dado que el lote no tenía limitación importante por tosca; por lo tanto, tenía mayor capacidad de almacenamiento y no se observó una reducción foliar tan importante (no hubo tampoco isocas ni arañuelas).
Hacia mayo, la tasa de crecimiento observada permitió alcanzar un pico de 23.300 kg.MS/ha con máximos de 30.000 kg.MS/ha en algunas zonas del lote. Recién en agosto perdió un poco de biomasa.
El peso fresco por planta alcanzó su máximo en julio de 2025, siendo aproximadamente 2,5 kg/planta. Por su parte, el peso seco por planta se mantuvo en constante aumento, lo que implica que, si bien se perdieron muchas plantas durante el ciclo, las finalmente logradas podrían haber experimentado compensación del peso.
“El comportamiento de la materia seca alcanzó su mayor valor (22,4%) cuando las condiciones climáticas fueron más adversas, indicando que las plantas utilizaron el agua contenida en las raíces para sobrevivir a este período de estrés. Superado este período, el porcentaje de materia seca bajó en abril, indicando que el status hídrico se recuperó”, resaltó Moreyra.
En lo que respecta a la determinación de proteína bruta, en promedio en el ciclo para la raíz fue de 7,4% y para las hojas fue de 19,3%. Durante el período de pastoreo, ambos niveles se mantuvieron más estables.
“En ambos casos las evaluaciones económicas resultaron favorables, lo que muestra que el cultivo representa una herramienta interesante para diversificar la oferta forrajera disponible en la región”, resumió.








