Mientras Brasil y Estados Unidos tienen superávit en términos de nutrientes en la tierra, con planes de fertilización y uso del suelo, aquí ese pasivo en la reposición de nutrientes crece año a año y hace ya más de una década que la producción no puede perforar su techo. Se discute sobre uno de los recursos más relevantes que tiene la economía argentina, y sin embargo la posibilidad de debatir el tema parece ser clausurada con varios candados. Buena prueba de ello fue la propuesta del Colegio de Ingenieros Agrónomos de la Provincia de Buenos Aires, que fue descalificada de inmediato.
Pero el déficit existe y mucho tiene que ver la estructura productiva y legislativa, pues en Argentina un 70% de la actividad agrícola se lleva a cabo sobre campos alquilados, con una ley de arrendamiento próxima a cumplir 80 años y contratos muy endebles. A eso se suma que no hay tampoco parámetros claros para el sostenimiento de un recurso finito como la tierra.
En ese escenario de nula previsibilidad, proyectar inversiones y planes de mediano y largo plazo -como lo es el de la nutrición- parece utópico. Y es ahí, opina el presidente de Fertilizar, Roberto Rotondaro, donde se necesita un Estado que “fije las reglas de juego” para que el mercado luego haga lo propio.
Con los niveles actuales de fertilización que tiene Argentina, unas 5 millones de toneladas anuales, se necesitarían 28 años de aplicaciones sin cosechar siquiera un sólo grano para recuperar los suelos de los años noventa. En números, la “deuda de nutrientes” es de unos 30.000 millones de dólares, estiman desde Fertilizar.
La eterna pregunta es cómo empezar a revertir, o al menos paliar, ese complejo diagnóstico, si la mayoría de los productores no trabaja sobre la tierra propia -y por ende no tiene incentivos concretos para darle nutrientes-, si su rentabilidad está siempre en pie de guerra y si no hay normas claras al respecto.
Ese es un debate que no sólo hace un llamado de atención sobre la ya obsoleta Ley de Arrendamientos y Aparcerías Rurales (E-0316), que data de 1948, pero además despierta interrogantes sobre el anteproyecto para legislar sobre el uso del suelo y el agua que presentó el Colegio de Ingenieros Agrónomos de la Provincia de Buenos Aires (CIAFBA) para legislar sobre el uso del suelo y el agua.
En el fondo, afirma Rotondaro, lo que primero se necesita es derribar la idea de que la fertilización es únicamente un cambio estructural para el campo. “Hay muchos productores que alquilan el mismo campo por muchos años y si no hacen un adecuado manejo de la fertilización se están tirando un tiro en los pies”, señaló.
En ese sentido, asegura el referente, invertir en nutrición “es positivo para el que produce y también para el dueño, porque impacta desde el principio y se va retroalimentando”. Todo indica, entonces, que es un plus por el que ambas partes deberían preocuparse.
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Como los contratos de alquiler suelen renegociarse campaña tras campaña o, a lo sumo, cada 2 o 3 años, rara vez el productor está dispuesto a asumir el costo de hacer mejoras o invertir en nutrición, porque sabe que no las amortizará.
Así planteada, la normativa actual desalienta también a establecer planes de largo plazo, que, cuanto mucho, se ven en casos aislados, cuando ya hay una relación estable entre propietario y arrendatario y la tierra empieza a trabajarse como propia.
Esas son las “reglas de juego” que, asegura Rotondaro, corresponde al Estado establecer. Y, en términos de fertilización, no ve con malos ojos que se impulse una ley de uso del suelo, como lo ha hecho CIAFBA recientemente, en la que se establezcan parámetros sobre nutrición y sostenibilidad que den mayor previsibilidad y alienten a llevar adelante planes de trabajo.
Mientras nuestros principales competidores miran un poco más allá en el horizonte, con una estructura impositiva y de costos mucho más pulida, aquí contar con políticas de Estado en materia agropecuaria suena todavía lejano.
“Por eso estamos estancados a nivel productivo”, observó el presidente de Fertilizar, que considera fundamental que empiecen a librarse esos debates más temprano que tarde.