Mario Terrier empezó a sembrar maní en sociedad con su padre en los años ‘80 y desde entonces no abandonó el cultivo. Hoy lo produce en compañía de sus dos hijos varones.
“Lo voy a seguir haciendo porque me apasiona, a pesar de que es costoso y de que requiere de mucha inversión”, indicó este productor de Las Perdices, en el sur de Córdoba, a Bichos de Campo.
Terrier dijo que el elevado costo es el “talón de Aquiles” que va dejando a los pequeños productores fuera de carrera, por lo que la producción de la oleaginosa termina en manos de grandes compañías, muchas de ellas vinculadas a la exportación.
Es que entre los incrementos de los costos –fundamentalmente arrendamientos– es cada vez más difícil competir con compañías que, según el productor, “tienen otro manejo financiero”, por lo que considera necesario que haya oferta de créditos adecuados para la actividad.
“El maní requiere de mucha inversión. El costo por hectárea es de 22 a 23 quintales, cuando el rinde promedio en nuestra zona en un año bueno es de 25 a 27 quintales; el número es muy justo”, explicó Terrier. “Necesitamos otro financiamiento para hacer maní”, requirió.
En lo que respecta a los productores con campo propio, Terrier dijo que algunos se han visto tentados de arrendar su propiedad por los elevados alquileres que se pagan para sembrar maní, pero que, cuando sucede eso, luego resulta difícil que regresen al ámbito productivo.
Con respecto a la cosecha de este año –que se iniciará dentro de un mes–, el empresario cordobés indicó que hubo faltante de agua en febrero, un mes clave, porque es cuando se produce el llenado del grano, por lo que se esperan rendimientos menores a los potenciales.
Sin embargo, los cultivos de maní realizados en el norte de la provincia de Buenos Aires y de La Pampa se llevaron la peor parte, porque esas regiones resultaron más afectados por las restricciones hídricas.
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