Durante las últimas horas fue noticia en varios medios con sede en Capital Federal el olor a humo. Parece que a la ciudad autónoma llegó el olor, pero en al menos 3 provincias del centro del país la cuestión de los incendios es recurrente desde hace años.
En el norte de Córdoba los incendios consumen todo a su paso año a año, y es por eso que el INTA desarrolló un plan de prevención de la mano de sus extensionistas. Amplias zonas del territorio cordobés se vieron afectadas en el año 2020, en lo que terminó como el peor desastre ambiental en 30 años, con más de 340 mil hectáreas arrasadas por las llamas. En ese escenario de escasos precedentes, el Arco Noroeste de la provincia resultó la región más perjudicada, tanto en superficie quemada como en pérdidas materiales y productivas.
El licenciado en Gestión Ambiental Nicolás Mari se desempeña en la Agencia de Extensión de INTA en Cruz del Eje. Pero además es auxiliar de Bombero con base en La Cumbre y tiene una Maestría en Aplicaciones Espaciales de Alerta y Respuesta Temprana de Emergencias.
Nicolás es uno de los integrantes y promotores de un esquema de trabajo que tiene una línea directriz y varios elementos. “A través de un proyecto emergente que tiene INTA, llamado ‘Desarrollo de un Sistema de Gestión Integral de Incendios en Córdoba’, hemos encarado con tiempo distintas acciones. Hay 3 componentes: el primero es capacitar a los productores y habitantes; el segundo, relevar información a campo, obtener datos y elaborar un diagnóstico de las capacidades locales para hacer frente a los incendios; y el tercero, que es transversal, es el organizacional, que implica combinar esfuerzos entre las entidades, instituciones, bomberos y pobladores”, explica.
“Si se capacita a la gente para que sepa con qué cuenta y empieza a tomar conocimiento de las condiciones en que vive y los recursos que tiene a mano; y además se le enseña cuestiones básicas de seguridad personal, se puede prevenir mejor. Y llegado el momento no deseado, ese conocimiento facilita la tarea de las fuerzas”, grafica Mari.
Es por esto que en las palabras del especialista resuena un concepto que también se presenta como fundamental, y que el profesional repite varias veces: paisaje. “Más allá de los trabajos prediales, debemos pensar al territorio a escala de paisaje. Y eso implica que pobladores y productores estén organizados”, dice.
“Y en otro nivel, están las acciones concretas que tienen como autoridad de aplicación a los gobiernos: por ejemplo, la autorización de picadas perimetrales y de brechas corta-fuego. Este tema fue en su momento algo bastante controversial porque se podía interpretar una picada como el camino hacia el desmonte. Actualmente, la mirada está puesta desde una perspectiva más racional. Una intervención de estas características es necesaria para evitar mayores daños. Hoy se pueden realizar, automáticamente se genera el permiso ya que las normativas obligan al productor a tener los alambrados limpios. Es un trámite administrativo muy directo en el que no se solicita un permiso, sino que se avisa la realización del trabajo. Se establece un tope de 15 metros desde el alambrado, de manera que, si los vecinos se ponen de acuerdo, se genera una brecha de 30 metros para corte del fuego”, explica el experto.
Estos conceptos concuerdan con lo que pasa – o no pasa- en el delta entrerriano, donde los habitantes y productores fueron protagonistas de una sección especial en Bichos de Campo y de dos programas de televisión dedicados a ellos: