“Yo creo que me he transformado en un experto en tomar decisiones conscientes, porque siempre estamos tomando decisiones, aun cuando creemos que no decidimos tomamos partido, después puede salir bien o mal, pero saber que estás decidiendo es un gran paso”, contó Marcos Villamil durante el capítulo 67 de El podcast de tu vida (emitido en febrero de 2023), un agrónomo de 32 años que en 2020 dejó lo que estaba haciendo, su trabajo en un banco y un desafío profesional por cumplir un sueño: recorrer 9000 kilómetros por Argentina, de Ushuaia a La Quiaca, con Mara, Wayra y Tordo, sus tres caballos.
“Para mí el caballo es todo, un compañero de vida que elejo y elegí, me transmiten mucha paz, amor y respeto”, cuenta. Hoy, casi dos años después de aquella charla, está en Tierra del Fuego haciendo cabalgatas para personas que llegan de todo el mundo “mostrándoles rincones increíbles de nuestra Argentina”.
“Nací para vivir las cosas en primera persona, no para que me las contaran”. Y así fue: Cabalgó por 16 provincias durante 440 días. Los invito a conocer esa experiencia, pero también otras, sus deseos y motivaciones, lo que significó la creación de Jornaderos Agro, para vincular a jóvenes universitarios con empresas y la meditación zen, una disciplina que encontró cuando a los 17 años había fallecido su padre y buscaba un rumbo.
– Contame de tu infancia, que fue en Buenos Aires, en Capital, pero siempre muy vinculada al campo y la ruralidad.
-Como a varias personas le ha pasado, me crié en capital federal, pero mi familia tenía un campito en General Alvear, Buenos Aires, por lo cual, durante el año vivía en la ciudad y en los inviernos y veranos me instalaba en el campo. Y por eso es que ando a caballo desde los tres años, y yendo a laburar a estancias vecinas, a dar una mano, cuando vacunaban o marcaban, una yerra cada tanto. Y después volvía a la ciudad. Así se fue dando mi vida.
-Y si cerrás los ojos y te pido que te acuerdes de olores, sensaciones, ¿qué te acordás de esos momentos?
-Y, el color marrón de la corteza del eucalipto, cotorras, palomas, chimangos, algún chajá y caballos, caballos, siempre caballos. También vacas.
-¿Y olores?
-Pasto recién cortado.
-Cuando te tocó estudiar elegiste agronomía. ¿por qué? ¿Qué querías ser o hacer?
-Me acuerdo perfecto, elegí el rubro. Me fascinaba el agro. Me parecía que era un ambiente donde se mantenía la palabra, donde había valores que todavía no se habían corrompido, y eso me gustaba. Entonces pensé en agronomía y pensé que después me iba a abrir otras puertas pero siempre dentro del sector que más me gusta. Una vez que me recibí fui pasando por distintas cosas, y hoy estoy alejado de la producción propiamente dicha pero siempre me imagino ese futuro manso, en el campo, con las vacas, algún corderito, unos chanchos y saber de eso me acercaba a ese estilo de vida que tanto me gustaba.
-¿Tenías un plan B? Algo fuera de pista…
-Antropología. Pero iba muy atrás. Siempre tuve un interés por la sociedad, la historia, la génesis del viaje que terminamos haciendo con los caballos tenía este llamado interno de decir, “Qué ganas de saber”. Antropología me habría el camino del saber sobre el origen de las culturas, y las regiones. Alguien con mucha razón me dijo elegí un estilo de vida y no una idea tan lejana, y ahí se afirmó agronomía.
-Sos creador de “Jornaderos Agro” un sitio a través del cual intentan reducir la brecha entre el mundo educativo y el productivo/laboral, ¿Contá qué es y por qué se te ocurrió?
-Lo arrancamos en 2014, como estudiantes, un grupo de 12, con Lucas Amadeo, mi socio, fue idea de el, nos sumamos 11 más. Y tuvo que ver ese surgimiento con una transición muy mala entre la universidad y el trabajo. Ese primer trabajo que ya te pide experiencia a un grupo de individuos que no la tienen, genera un nivel de frustración tremendo, injustificado. Y también lo que sucede es que hay un grupo gigantesco de jóvenes que por entrar a ese primer trabajo elijen cualquier cosa y por ende hay muchos casos fallidos, renuncias rápidas. Entonces decidimos dos años de recibirnos armar Jornaderos donde visitábamos empresas y productores y empezábamos a ver qué se hacía en cada caso, en cada actividad, cual es el trabajo concreto de una producción agrícola, ganadería, cerdos, pollos, cultivos alternativos, especialities, etc… y mejoraba el conocimiento porque volvíamos a la universidad con conocimientos prácticos adquiridos. Se armaba un ida y vuelta muy bueno. El conocimiento es algo bidireccional y en el intercambio el conocimiento toma una dimensión diferente. Nos recibimos y jóvenes que venían atrás nuestro lo siguieron. Estamos en la UBA, UCA, El Salvador y UADE. Armamos una plataforma digital para hacer jornadas on line, donde las empresas mostraban lo que hacían a jóvenes de todo el país. resumiéndolo, hay muchos jóvenes que han encontrado trabajo felices y han tenido oportunidades que surgieron de esas visitas e intercambios. Ser una ayuda para todos esos jóvenes que no tienen un currículum para mostrar pero sí un camino hecho en Jornaderos es un orgullo.
-Ahora sí quiero que nos metamos de lleno en la recorrida por el país de a caballo. ¿Cómo surgió esa idea? Y si te acordás del momento exacto en el que la sentiste, que internamente sentiste que podías hacer esto…
– Si, yo a los 19 hice mi primer viaje, por un regalo de un caballo que le hicieron a mi prima que estaba en San Antonio de Areco y se lo llevo andando hasta General Alvear, 300 kilómetros. Y me sale todo mal. Porque pierdo la billetera el primer día. No encontraba el celular. Había calculado una cantidad de kilómetros por día pero no llegaba a hacerlos, pero tampoco podía avisar que no llegaba. Casi no dormía porque quería llegar. Pero me gustó el tema de ensillar y andar. Después a los 22 hice una cabalgata de 1000 kilómetros con dos amigos por provincia de Buenos Aires y ahí sí dije. ¡Qué ganas de recorrer de Ushuaia hasta La Quiaca a caballo! Conociendo todos los rincones de este país hermoso que tenemos y la gente. Y así fue que desde los 21-22 que se me plantó ese sueño, lo tenía ahí y a los 27 estaba trabajando en un banco en la parte de asesoramiento financiero al agro, estaba hablando con un primo que se había ido a Sillicon Valley, en Estados Unidos, con una startup. Y me dice, que bueno Jornaderos, podrían encaminarlo como una startup, y traer una solución a un problema mundial que es la transición de estudiante a primer trabajo. Y me acuerdo que teniendo esa conversación me di cuenta que si tomaba ese camino probablemente nunca más iba a ser mi viaje de la cabalgata por toda la Argentina y me acuerdo perfecto. Ese día era octubre de 2019, me volví en bici a mi casa, me senté en la cama y dije “¿qué hago?”. Era el camino de la startup, me voy a Estados Unidos, largo todo, otra vida. O digo que no, renuncio a mi trabajo, me desprendo por un año y medio de mis emprendimientos y me voy a cumplir mi sueño.
-¿Y cómo lo resolviste?
-En ese momento me imaginé eso. Tres años más adelante. Habiendo tomado la decisión de ir por la startup y no por el viaje, viajando por todos lados, siendo muy exitoso con este emprendimiento, sin poder hacer el viaje a caballo. O habiendo hecho el viaje y tenerlo adentro mío y, bueno, no ser tan exitoso, pero con un infinito adentro mío que sólo yo lo iba a poder comprender y no había plata ni prestigio que me lo pudiera dar. Me di cuenta que la decisión era por ahí. Como me dijo una vez Ignacio Lartirigoyen, un jefe que tuve. Yo le pregunté ¿Cómo lograste lo que lograste? Y él me dijo: “tomando decisiones”. Me di cuenta que estaba en un momento de tomar decisiones y sentí que lo que hice era lo correcto. Después los invité a los tres caballos a que me acompañen en este sueño. Que no era fácil. Pero me desviví desde el día 1 hasta el 440 por ellos, para que estuvieran bien, que tuvieran todo y así fue. Fueron 440 días de siempre estar en un segundo plano yo y ellos adelante.
-Me parece que lo muy interesante de lo que decís como reflexión macro es eso de animarse a tomar la decisión. Después le puede ir bien o mal, pero tomar la decisión uno y no dejarse llevar por la ruta en la que está sin estar convencido es un montón.
-Yo creo que uno siempre toma una decisión. No hacerlo es tomar una decisión. Y yo lo que interpreté de aquella charla con Ignacio y lo que traigo a mi vida es la importancia de tomar decisiones consciente. Te puede salir mal, pero no importa. Habrá que tomar una nueva decisión para corregir el rumbo de la anterior que no salió bien. La vida realmente es una toma de decisiones constante. La consciencia es la parte de la ecuación que muchas veces la sacamos de la ecuación y ahí es donde empezás a tomar muchas decisiones sin interiorizar de que las estás tomando. Entonces vas por la vida tomando muchas decisiones sin darte cuenta casi. Y de repente se te presentan panoramas que te sorprenden pero que no te tendrían que sorprender porque cuando mirás para atrás decís ¡Y si yo tomé estas decisiones, era obvio que iba a llegar hasta acá! Entonces, yo creo que me convertí en un experto en tomar decisiones conscientes. Y ahí está la clave.
-Te quería preguntar específicamente qué vínculo tenés con los caballos, ¿Qué te dan? ¿Cómo es ese ida y vuelta?
-Con los caballos tengo un amor total y un respeto y esas cosas me llevaron a querer estar siempre con ellos. A los 17 años, Angelito, el hombre que trabajaba en el campo de al lado, amigo mío, me dice si quería domar a Wayra. Yo desde el día 1 que la había agarrado y era como mi hija. nunca nadie había domado en mi familia, pero él me animó, que me iba a enseñar. Y me abrió un mundo increíble. Wayra fue la primer yegua que domé, después vino Inca, y después Yanca, Guapa, el Tordo y se fue armando la tropa.
-¿Y qué aprendiste o te llevaste del viaje con caballos?
-Para mí el caballo es todo, un compañero que elegí de vida. Me transmiten mucha paz, amor, respeto, y particularmente en el viaje, muy largo, 9000 kilómetros y más de un año, uno a veces no dimensiona cuando dice cosas, pero cuando estás en el día 1 y mirás para adelante pensás en eso. Yo en todo momento fui consciente que era el líder de ese grupo, que estaba decidiendo por los cuatro. Por lo cual, mi gran responsabilidad era velar por el bien de los cuatro. Ese era mi faro constante en todo el viaje. Yo quería conocer mi argentina, de caminos de tierra, de mirada tranquila y familias hospitalarias que te abren las puertas que no podés creerlo, te inflás el pecho de orgullo y de alegría de haber nacido en este pedazo de tierra que nacimos. Yo quería hacer eso, quería hacerlo con mis caballos y para que eso fuera así yo sabía que tenía que inmolarme por ellos si así hiciera falta y siempre ponerlos primeros a ellos. Para mí los caballos te enseñan de todo. El caballo es el reflejo de uno. Uno puede estar con la ropa deshilachada y pocos kilos encima pero los caballos tienen que estar bien.
-Llegamos a una sección del podcast clásica, el tirando paredes, un pin-pong, y la primera, yo dije que hacés meditación y me gustaría que cuentes para qué te sirve, por qué empezaste a meditar…
-Hago meditación zen, que es el arte de no pensar. Yo iba a un colegio católico, no soy católico pero a los 17 años se muere mi papá en un accidente de moto y tenía un gran llamado de espiritualidad, quería canalizarla por algún lado pero no era el catolicismo y, buscando templos budistas en Buenos Aires, encuentro la Ermita de paja (N de la R: Estomba 1416, CABA), un lugar donde enseñaban la práctica Zazén que es muy simple, un almohadón redondo que se llama zafu, uno se sienta arriba, una postura tal que quedan todos los chacras alineados de la cadera hacia la cabeza y se concentra durante 40 minutos una hora en la respiración y la postura. El concepto es el arte de no pensar, por lo cual, es una disciplina, eso quiere decir que tiene potencia cuando la acción se repite en el tiempo. Durante mucho tiempo yo me sentaba y no lo lograba. Mi mente traía constantemente pensamientos y cosas, y yo los miraba, los aceptaba y los dejaba ir. No los rechazaba pero tampoco me aferraba. Así fui limpiando y te permite tener más claridad. No mezclar las cosas. Normalmente discutís con un amigo y después eso lo llevás al trabajo. Esto te permite que hay cosas que pasan en ciertos lugares y no en otros y te da perspectiva para observar las cosas por lo que son y no por el acumulado.
-¿Una serie? ¿Una peli? ¿Qué te gusta mirar?
-Una que me gustó mucho fue “Peaky Blinders”. Y después no soy de mirar mucha tele.
-¿Algún super poder que te gustaría tener?
-La verdad, no lo sé… podría ser volar… ah, no, poder ir hasta el fondo del océano y poder ver qué hay ahí abajo… una especie de Acuaman.
-Te dejan viajar en el tiempo. Algún momento en tu vida o algún momento en la historia de la humanidad.
-Me gustaría estar en Argentina cuando todavía no había llegado la colonización. Ver con mis propios ojos cómo era todo.
-Estas charlas terminan con un tema musical que elige el propio entrevistado. ¿Cuál sería tu tema para que quede sonando?
–Gracias Juan por la charla. Quiero dejar un mensaje, que los sueños no son algo inalcanzable. Cuando yo tomé la decisión de hacer el viaje todos me decían que estaba loco, que cómo iba a hacer 9000 kilómetros y que cómo iba a estar más de un año andando a caballo y las cosas se construyen desde abajo. La distancia que hay entre el sueño y la realidad es la acción. Si vos vas haciendo pequeñas acciones que van acercando el sueño a la realidad podés llegar a encontrar en algún momento ese sueño hecho realidad. Y como canción, un tema que a mí me ha acompañado mucho en el viaje es “Ruta del coya”, de León GIeco.