La tecnología de las aplicaciones dirigidas comenzó a expandirse en el norte argentino, aunque posteriormente también empezó a generalizar su uso en la región central del país.
Agroestudio Viento Sur, una de las consultoras pioneras en la introducción y calibración de equipos de aplicaciones dirigidas en la zona pampeana, año tras año viene logrando importantes ahorros en el uso de herbicidas.
En el siguiente cuadro puede verse una síntesis del impacto del uso de equipos Weed it en la zona pampeana argentina y Uruguay (para calcular el ahorro registrado en 2022 se tomó como promedio anual un precio del glifosato de 6,0 u$s/litro).
“Es importante aclarar que el mayor ahorro se realiza con el herbicida glifosato: con un uso adecuado de esa tecnología bajamos su uso en un 45% sin perjudicar rendimientos agrícolas”, señala Agustín Bilbao, director de Viento Sur y asesor CREA Necochea Quequén.
“Nótese que existen equipos que se ‘pagan’ en menos de dos años con el ahorro de herbicidas, mientras que otros lo hacen en once años. Eso depende de lo intensivo del uso que quiera darle cada empresa. Así y todo, los usuarios que menos ahorraron están felices porque la tecnología contribuye de manera significativo al cuidado del ambiente”, añade en un artículo publicado en Contenidos CREA.
Por una cuestión de costos, muchas veces se equipan los pulverizadores con las alas plegadas y, en tales casos, se suma como costo operativo extra 3,0 u$s/ha por tener menor ancho de labor.
Además del ahorro económico, la tecnología ayuda a manejar mejor las malezas y usar herbicidas con diferentes modos de acción, lo que representa un arma excelente contra la generación de malezas resistentes.
“Con las aplicaciones dirigidas podemos usar herbicidas más caros porque aplicamos en promedio el 20% de la superficie respecto de un control tradicional. Por ejemplo: un herbicida con un modo de acción diferente que tenga un precio de 20 u$s/ha y un control del 80% de una maleza target, con aplicaciones dirigidas, si lo empleamos en el 20% de la superficie, representa sólo 4,0 u$s/ha y esa rotación de los principios activos contribuye a evitar la aparición de las malezas resistentes”, remarca Agustín.
“Podemos además controlar las malezas de tamaño adecuado (como dicen los marbetes, en general de menos de 10 centímetros y en activo crecimiento), mientras que en cobertura total se espera a que el lote esté más verde, porque no podemos elegir a qué aplicarle y a qué no, teniendo luego malezas demasiado grandes”, afirma.
El consultor también explicó que es factible aplicar herbicidas residuales de modo dirigido. Como los equipos trabajan con márgenes de seguridad para que los “disparos” sobre las malezas sean precisos en terrenos desparejos y con algo de viento, se puede aprovechar eso para aplicar herbicidas residuales alrededor de las malezas ya nacidas cuando son de semilla pesada, sabiendo que alrededor de las mismas se encuentran los bancos de semilla. “Eso lo hacemos, por ejemplo, con raigrás y crucíferas, y se puede también hacer con yuyo colorado una vez que tengamos el mapa de aplicación del año anterior”, apuntó.
Al final de cuentas, la tecnología permite que en las reuniones de productores y técnicos se deje de hablar de malezas como “el problema” principal en materia agronómica.
“A su vez, desde 2021 venimos realizando ensayos con el equipo SprAI de la startup argentina Deep Agro. Eso representa un hito, ya que pasamos del uso de sensores (presentes en Weed it y WeedSeeker) al uso de cámaras que tienen la capacidad de ver lo mismo que nosotros, pudiendo diferenciar malezas de cultivos y malezas de malezas”, señala Agustín.
La tecnología SprAI permite llevar los ahorros más allá de los barbechos y en Viento Sur están trabajando con muy buenos resultados en cultivos de soja y maíz. “De este modo, los ahorros que hoy estamos logrando de un 45% del herbicida a lo largo del año, los podremos llevar a un 65%. Estamos hablando de números altamente relevantes, considerando que aproximadamente el 75% de los fitosanitarios defensivos que usamos en la Argentina son herbicidas. Es decir: con el ajuste de la tecnología, podremos llegar a emplear un 35% del herbicida que venimos usando hoy en día, a la vez que mejoraremos el manejo agronómico”, proyecta.
Para 2030, además de la superficie agrícola, se podrían también llegar a usar las aplicaciones dirigidas en pasturas para control de malezas, como es el caso de los cardos. También se usarían de manera extendida para aplicación dirigida de insecticidas, fungicidas e incluso fertilizantes.
“En el camino se sumarán otros métodos alternativos de control de malezas, como láser, electricidad, mecánicos y agentes abrasivos, tecnologías que ya existen a nivel experimental y sólo necesitan aplicarse de modo dirigido para que sean viables desde el punto de vista energético y de impacto ambiental”, asegura.