La crisis económica impacta por todos lados, y muy especialmente en el consumo de carne vacuna, que se encuentra en mínimos históricos. Una forma de medir este fenómeno pasa por la cantidad de kilos consumidor per cápita Pero hay otra, que es el precio que la gente está dispuesta o puede pagar por el producto.
La carne vacuna es la más cara de producir, y por eso es además la de mayor precio por kilo entre las tres principales carnes, junto con la aviar y la porcina. Pero también fue la que menos aumentó en el último año.
La suba fue de 55%, según la medición realizada por el IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna), en los últimos doce meses. La medición de julio además no tuvo variaciones respecto del mes previo.
Mientras tanto la carne de pollos aumentó 85% interanual y la carne de cerdos lo hizo un 65%.
Esto deja a los ciudadanos visiblemente con menor poder de compra. Queda claro que el cambio en el hábito alimenticio -con la caída del consumo de los cortes vacunos- no tiene que ver con el incremento de las exportaciones, que le reportarían un beneficio al país y que seria la consecuencia de una estrategia de inserción internacional, sino de la mayor pobreza de los sectores medios y bajos de la población.
En el último año -de agosto 2021 a julio 2022- la inflación acumulada es de 71%. Mientras tanto la suba de la hacienda para consumo (novillos, novillitos y vaquillonas) tuvo un incremento de 65% y la carne vacuna aumento 55%.
En síntesis, con excepción del criador, en la cadena cárnica todos van perdiendo esta carrera. A los feedlots las cuentas no les cierran, y ya tienen pérdidas de más de mil pesos por cabeza . Según dijo Juan Eiras, el vicepresidente de la Cámara de Feeedlot, los números “son horribles”.
Pero para el frigorífico y el matarife el negocio también se complicó mucho, porque tienen que pagar la hacienda con incrementos de 65% y luego vender la carne con una suba interanual de 55% interanual.
Tanto el matarife como el carnicero tuvieron incrementos importantes en sus costos de energía y se vienen más incrementos en logística y salarios. Tampoco hay negocio para el eslabón comercial. Y además hay mucha oferta para de las otras carnes que se venden a precios más competitivos a una población empobrecida.
La perspectiva es incierta, dicen los matarifes. Esperan que a partir de agosto y a medida que se vaya reduciendo la oferta procedente de los corrales puedan mejorar el precio de la carne y comenzar a equilibrar la balanza.