Desde hoy y hasta el 24 de noviembre se llevará adelante la Semana Mundial de Concientización sobre el uso de los Antimicrobianos, una iniciativa que forma parte del proyecto tripartito “Trabajando juntos para combatir la resistencia a los antimicrobianos”, de las organizaciones mundiales de Sanidad Animal (OIE), de la Salud (OMS) y de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). De la misma participa Senasa y durante siete días, Argentina y otros seis países latinoamericanos impulsarán planes de acción para generar conciencia y combatir el fenómeno de la resistencia antimicrobiana (RAM).
“La resistencia antimicrobiana se puede definir como la capacidad que tienen los microorganismos de generar mecanismos para defenderse del ataque que hacemos con antibióticos. Particularmente a nosotros nos interesan las bacterias pero no es exclusivo de ellas, sino que también la generan virus, hongos y parásitos,”, explicó a Bichos de Campo Federico Luna, médico veterinario y director de Productos Veterinarios de Senasa.
“Cuando las bacterias generan resistencia, el antibiótico no sirve. Entonces tenemos que recurrir a otros más complejos y más caros. Pero el problema no termina ahí. Las bacterias pueden generar resistencia a más de un antibiótico, y esta capacidad que tienen se la transfiere entre bacterias y diferentes géneros bacterianos”, agregó Luna.
Es en este marco que la OIE, la OMS y la FAO crearon el concepto “One Health” o “Una Salud”, ya que esta problemática afecta tanto a animales como a humanos, en tanto se usan los mismos antibióticos en salud humana y veterinaria (se contemplan aquí las mascotas y los animales de producción).
¿Qué ocurre cuando se suministra un antibiótico? El especialista indicó que se genera un fenómeno conocido como “presión de selección”, en donde se le otorga ola posibilidad a la bacteria de desarrollar mecanismos de resistencia.
“La presión de selección que aplicamos en animales puede llegar a humanos. Las bacterias resistentes pueden pasar al hombre, o ir del hombre al animal. La salmonelosis, presente en los huevos, puede llegar al consumidor y generar una diarrea. Si esa bacteria es resistente tendremos problemas para tratarla, ese es el riesgo potencial que existe”, sostuvo Luna.
En este sentido, desde 2015 el Ministerio de Salud, el de Agricultura y Ganadería, el INTA y el Senasa, trabajan en conjunto en la CONAGRA, la Comisión Nacional para el Control de la Resistencia a los Antimicrobianos. De ella participan médicos, veterinarios, farmacéuticos y terapistas intensivos, entre otros, para darle un seguimiento a la situación en Argentina.
En paralelo y enfocándose en el sector agropecuario en particular, Senasa e INTA trabajan también desde 2015 en un Programa Nacional para la Vigilancia a la Resistencia Antimicrobiana en los animales de consumo. El trabajo consiste en la toma de muestras de materia fecal de animales en frigoríficos, en la que se buscan bacterias que indiquen el desarrollo de mecanismos de resistencia.
“En 2017 descubrimos que había resistencia a la Colistina, un antibiótico que se utilizaba mucho en animales y que era uno de los últimos recursos para tratar enfermedades resistentes en los hospitales. Frente a eso, desde el Ministerio de Agricultura y Ganadería, a través del Senasa, se tomó la decisión de prohibir su uno en animales, preservándolo solamente para el tratamiento de infecciones multiresistentes en personas”, indicó Luna.
En el mismo sentido, en 2020 se creó el Programa de Fiscalización y Monitoreo en Medios Digitales, para regular la comercialización de productos, subproductos y/o derivados de origen animal y vegetal que puedan atentar contra la salud de las y los consumidores y el bienestar animal.
-¿En qué sectores productivos han identificado en mayor medida esta problemática?- le preguntamos al veterinario.
-Donde más se usan los antibióticos es en las producciones intensivas de aves y de cerdos. Hablamos de por ejemplo un galpón de pollos de diez mil aves. Vos ahí tratas al animal enfermo y a la población que está en ese galpón para evitar la diseminación de la enfermedad. En las producciones extensivas, en cambio, no se utilizan en poblaciones. Afortunadamente la industria de los pollos y de los porcinos en Argentina entienden esto como un problema y lo entienden como un valor agregado, porque saben que en algún momento los consumidores van a exigir alimentos libres de antibióticos. Ya están empezando a trabajar en reemplazar antibióticos por otros productos como los prebióticos, la vacunación, etc.
-¿Qué solución le ven a esta cuestión?
-Esto no se soluciona únicamente prohibiendo el uso porque los animales se enferman y tenemos que tratarlos. Tenemos que garantizar el bienestar animal y tenemos que seguir produciendo alimento. Hoy decimos que los antibióticos deben ser tratados como recursos no renovables, porque la industria farmacéutica a nivel mundial no está desarrollando nuevas formulas, sino dedicándose a las enfermedades crónicas como la diabetes. Lo que se necesita es un cambio de actitud. Se necesitan que los médicos y los veterinarios prescribamos antibióticos cuando realmente es necesario.
-¿Se puede pensar en una producción pecuaria sin antibióticos?
-Hablar de producción sin antimicrobianos es un sueño, una utopía. Pero sí se puede producir con una cantidad mucho menor de la que estamos usando ahora.
Durante esta semana se llevarán adelante distintas jornadas de divulgación y Senasa publicará información en torno a esta problemática en distintas plataformas, para llegar a todos los públicos.