El pequeño campo de Omar Quattrini queda en la localidad bonaerense de Navarro, pero el pueblo más cercano es Pedernales, que corresponde al partido de Veinticinco de Mayo. Por eso Omar dice que su familia es de allí, de Pedernales, donde sus hijos fueron a la escuela, donde su esposa dio clases de yoga, y donde su hija mayor, Brenda, sostiene desde hace años la única escuela de danzas a la que asisten chicos de otras pueblos y en la que enseña cada sábado desde las 9 de la mañana y hasta última hora de la tarde.
Omar tiene 64 años y es padre de un varón y tres mujeres ya adultas, que como en tantos otros casos dejaron el pueblo. Los seis vivieron como si fueran la familia Ingalls en pleno siglo 20, hasta que -cumplidos los 18 años- los hijos emigraron para estudiar. Antes de eso, Omar, que se crió entre cultivos, animales y maquinarias, llevaba a sus hijos todos los días al colegio para luego iniciar sus tareas en su propio campo o en los que prestaba el servicio como contratista. Tenía que trabajar afuera para sobrevivir, porque con las 59 hectáreas que le quedaron luego de la subdivisión con su hermana resulta complicado lograr el ingreso necesario.
“Me pasé semanas enteras casi sin ver a mis hijos porque salía temprano, hacía 40 kilómetros para trabajar, y cuando volvía estaban durmiendo”, se lamentó. De todos modos, no duda respecto de que este pedazo de tierra sea su lugar en el mundo: “Amo al campo”, sentenció.
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En ese pedazo de campo hizo de todo: críos chanchos, ovejas, hizo cultivos extensivos, tiene algunas gallinas ponedoras y ahora también un mini rodeo de 20 vacas de cría. Omar explicó que el trabajo en el campo es sacrificado y que por eso hay que ponerle el cuerpo. Tanto es así que terminó con un problema de salud, que ahora lo obligó a alquilar la mayor parte de su pequeño establecimiento.
Quatrrini pasó toda su vida en el campo. En diálogo con Bichos de Campo contó que no podría vivir en una ciudad. “Yo me críe acá junto con mis padres y fuimos de a poco comprando pedacitos de campos hasta llegar a poco más de 100 hectáreas, pero fallecieron mis padres y repartimos con mi hermana”.
“Antes se podía subsisitir. Con mi padre en una oportunidad compramos un campo de 15 hectáreas con dinero que nos prestó un banco privado y así fuimos armando los pedacitos de campo”, relató.
La política económica de los últimos año fue complicado todo y dejando a los productores pequeños, como Omar, fuera del sistema. Por eso nos dijo: “Se siente bronca porque uno ve que produce más y tiene menos dinero en el bolsillo”.
“En el medio hay algo que va fallando. Los diferentes tipos de gobiernos se van quedando con más impuestos. Siempre en el campo, al que produce los gobiernos tratan de sacarle más. Pero el sacrificio que hay atrás lo ve solo el hombre de campo”, resumió.
hAY MUCHOS oMAR Q LA PELEAN CON UN PEDASO DE CAMPO , NO PUEDE MANTENER A UNA FLIA Y LOS CHICOS SE TIENEN Q IR A BUSCAR OTROS CAMINOS